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Antonio Jordán posa junto a sus hijos, Pablo y Antonio.

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Antonio Jordán posa junto a sus hijos, Pablo y Antonio. Irene Marsilla

Antonio Jordán: «Soy rico por el amor que siempre he recibido de mi familia»

Es el patriarca de una saga de prestigiosos joyeros que han mamado el oficio desde niños, a los que ha educado entre eventos sociales y ferias profesionales, con sus orígenes presentes en Convento Jerusalén

MARÍA JOSÉ CARCHANO

Valencia

Viernes, 5 de octubre 2018, 14:32

No hay grandes letreros que anuncien su actividad empresarial. Apenas una placa que pasa desapercibida en un edificio de ladrillo caravista, en un barrio de clase media. Pocos vecinos deben saber que en los bajos trabaja una familia, los Jordán, que ha ganado premios internacionales de joyería, se han convertido en especialistas en diamantes y se han labrado un prestigio que nadie les discute. El interior de las instalaciones tampoco son ostentosas; las paredes forradas en madera hablan de una decoración algo demodé, donde brillan los premios conseguidos a lo largo de las últimas décadas. Contrasta esta discreción con su proyección personal. Tanto Antonio, el padre, como sus dos hijos, Antonio y Pablo, se han hecho un hueco en la sociedad valenciana.

-Usted, Antonio, ha tenido una trayectoria profesional que ya muchos quisieran para sí mismos. ¿Qué es lo que le ha movido para llegar hasta aquí, si echa la mirada atrás?

-(Piensa) A mí me ha movido principalmente mi familia, porque he querido para ellos un bienestar. El primer compromiso fue con mi mujer; nos casamos en los setenta y ella fue un gran apoyo, la persona que se encargaba de la casa, en la que recayó gran parte de la educación de mis hijos. Y lo hizo muy bien. Sin embargo, a los 49 años se puso malita y duró hasta los 62, hasta que se me murió. Hace nueve años que nos dejó. En muchos momentos he tenido que hacer el papel de padre y madre, pero la verdad es que no ha sido ningún problema porque tengo unos hijos maravillosos. Me han ayudado muchísimo.

Hace un buen resumen de su vida Antonio. Aunque hay mucho más. Parece salido de una película de los años cincuenta, delgado, con los cabellos abundantes y blancos, con ese bigote que ya dejó de estilarse y a él le da un aspecto de caballero. Lo es. Y él lleva el peso de la entrevista.

«Volveré a tener pareja, Dios creó al hombre y a la mujer para estar juntos»

Antonio jordán (padre)

-¿Le han escuchado?

-Hemos sido una piña, me han entendido y yo también a ellos. Seguimos teniendo todas las semanas reuniones, y ellos me han escuchado siempre. Nunca les obligué a nada, los dos han acertado plenamente y la muestra es que aquí los tengo, aunque ahora mis consejos valgan más bien poco porque los tiempos han cambiado.

A la sesión de fotos se unen la mujer de Antonio, Beatriz Maset, y de Pablo, Ana García-Conde, en los jardines de Monforte. Irene Marsilla

-Supongo que el hecho de que quisieran seguir con el negocio familiar fue un orgullo, pero a veces los relevos son complicados.

-Tengo una gran confianza en ellos. Nunca jamás en la vida me fallarían.

-La enfermedad, si además se alarga, es muy dura de sobrellevar, no solo para la persona enferma, también para quienes están a su lado.

Antonio hijo: -Mi madre fue diagnosticada de una enfermedad de las calificadas como raras, que no investigan, una degeneración parecida al Alzheimer donde no había medicación para contrarrestar sus efectos.

-Fue una caída constante en sus facultades, y, mientras, recorrimos el mundo buscando soluciones: Estados Unidos, Inglaterra, Francia....

A. h.: -Así que lo que nos quedaba era disfrutar de ella, de cada momento, porque conforme iba pasando el tiempo al final lo que se queda es el chasis, y lo de dentro se había ido.

Pablo: -Y así y todo, hasta el último momento, hasta cuando te dicen que le queda poco tiempo de vida, no quieres que fallezca. Eso nos ha unido todavía más.

-La carencia del cariño que me podía dar mi mujer la suplía con el amor que siempre me han dado mis hijos, porque además, tengo también hijas, y por ello soy rico.

-¿Está contento con las nueras?

-Estoy encantado. Pero no crea que es suerte, que hay que buscarla, que cuando quieres recoger flores tienes que sembrarlas. Eso sí, yo tenía un precedente, el cariño que se tenían mi madre y mi mujer, que se cuidaban más mutuamente que a las de su propia sangre. Fíjese que están enterradas juntas.

«Recuerdo las risas de mi madre al cocinar mi primera paella»

Pablo

-Hablan de que la enfermedad todavía les unió más; a veces de los episodios dolorosos a veces se suelen sacar conclusiones positivas.

P.: -Le voy a contar una anécdota. Mi madre era muy fallera, nacida en Matemático Marzal -por cierto, mi padre lo hizo en Convento Jerusalén-. Cuando ya perdía la memoria, me acuerdo que los días de mascletà se iba de casa, y la mujer que la cuidaba nos avisaba. Yo me iba para allá corriendo, me hacía el encontradizo y le proponía ir con ella a la plaza.

-Se enfadaba mucho, pobreta meua, porque no sabía explicarse, y es que la enfermedad le hizo perder el habla.

A. h.: -Y nos tuvo varios años engañados sabiendo que se le olvidaban las cosas.

-Qué mal lo pasaría en aquella época.

P.: -Cocinaba tan bien… llegó un momento en que ya no podía. Todavía vivía con ellos y un día dije: «voy a aprender a hacer paellas y le preparo una». Le pedí ayuda a un amigo cocinero y me dijo: «primer paso: sala el pollo y el conejo». Lo rebozamos en sal. Me acuerdo de las risas de mi madre, que en realidad no sabía ni qué estaba pasando. Al final todo está en cómo enfoques la vida. Podríamos contarlo con pena, pero no es así.

-¿Te acuerdas? Al ver tanta sal, le dije que ahora había que ponerle azúcar.

P.: -Esa fue mi primera paella. Ayer hice una que estaba de morirse.

«Mi padre siempre ha ido muy a su aire, y eso es de agradecer»

Antonio (hijo)

Antonio comenzó a los dieciséis años en el negocio de la joyería. Irene Marsilla

-Su madre hubiera estado orgullosa.

P.: -Cuando le dijimos a mi madre que mi mujer y yo nos casábamos, recuerdo que nos estaban esperando en el aeropuerto. Veníamos de Roma, y el abrazo que le dio a mi mujer, las dos llorando, fue increíble, el último recuerdo que tengo yo de ella todavía lúcida.

A. h.: -Hasta que llegaron unas Navidades en las que el doctor Laínez nos dio el disgusto, porque nos dijo que teníamos que ingresarla, que debía estar en un lugar con profesionales sanitarios.

-Me compré un coche para ir a la residencia, porque estaba en Valterna. Veinte mil kilómetros hice porque iba todas las tardes. No fue ningún sacrificio, ella lo hubiera hecho igual. Mis fans, que las tenía allí en la residencia, me decían que me iban a poner una medalla por lo que estaba haciendo. Yo les decía que ellas también lo hacían por sus familiares. La diferencia es que yo era el único hombre.

-Nació usted, Antonio, en la calle Convento Jerusalén. Recuerdo que el abogado Juan Martín Queralt me contaba de una infancia feliz en esa misma calle. ¿También lo fue para usted?

-¡Juanín Valero! Así le llamábamos entonces. Es una persona muy entrañable para mí, porque jugábamos al fútbol allí en la calle, con Pepito, Jorge, Rafa y Pedro Cortés, Manolín Maciá…

-Debe haber cambiado mucho aquella zona.

-Desde luego. Vivíamos en la esquina con la calle Játiva, y en verano a veces le preguntaba a mi madre si me podía quedar a cenar en la calle. La llamaba con la aldaba y me lanzaba el bocadillo desde el balcón enseguida, porque yo era muy mal comedor. También se crió allí un niño que luego fue fotógrafo de LAS PROVINCIAS, Manolo Lloret.

«Tengo una gran confianza en mis hijos. Nunca jamás en la vida me fallarían»

Antonio Jordán (padre)

-¿Y sus inicios en la joyería?

-Empecé a trabajar a los dieciséis años, allí mismo, en mi calle, estaba el taller. Era complicado ser joyero en aquella época, con platino, sin máquinas. Mi madre, con todo el amor del mundo, me decía: «No te preocupes, que nadie nace enseñado, continúa y ya verás qué bien te sale». Fui autodidacta, observaba y aprendía. Pasé de hacer veinte a mil sortijas al mes. Salí al extranjero, mecanicé todo. No quiero pecar de inmodestia, pero es que lo tengo que contar. Aquello iba en decadencia y tuve que levantarlo.

-¿Cuál fue el secreto de su éxito profesional?

-Yo siempre trato de ser el mejor. En lo que sea. Ya sea barrer o limpiar una máquina. Fui premio nacional de joyería, el más galardonado de toda España, pero mi satisfacción ha sido mayor cuando mis hijos se han llevado los reconocimientos, que han tenido, y muchos. El primero, de Antonio, que ganó dos veces consecutivas el premio internacional de diseño de joyería con trece años.

Para Antonio, la mayor satisfacción son los logros y reconocimientos profesionales de sus hijos. Irene Marsilla

-Tienen además una proyección social muy importante.

A. h.: -Mis padres han sido los dos muy sociales, y ya de niños nos llevaban a algunos eventos, los dos vestidos con traje chaqueta, educados para levantarnos a saludar a alguien…

-Siempre he sido muy clásico, la educación es lo primero. Y con las mujeres, abrirles la puerta, sentarme después de que se sienten…

«Siempre intento ser el mejor, da igual que se trate de barrer o limpiar una máquina»

Antonio jordán (padre)

-Ahora hay quien piensa que eso es machista.

-Si me dicen eso, en vez de abrirle la puerta se la cierro. Y me voy (ríen).

-Después de la muerte de su mujer ha tenido pareja. Salió mal. ¿Lo volverá a intentar?

-Claro que sí, porque yo creo que Dios creó al hombre y a la mujer para estar juntos. Hay además otra cosa más importante, y es que mis hijos tienen su propia familia, y tengo que dejar que ellos vivan su vida, y yo la mía, no tienen por qué preocuparse de mí.

A. h.: -Ni cuando mi madre estuvo enferma, ni al quedarse solo, en ningún momento ha molestado. Siempre ha ido a su aire, ha sido una persona muy independiente, y eso es de agradecer.

-Me considero muy positivo, siempre miro adelante, muy luchador; todo lo que he hecho lo he hecho siempre solo, hasta que han llegado mis hijos. Ahora les he pasado el testigo sabiendo que lo iban a hacer muy bien. Vengo todavía, pero no a las ocho de la mañana, que toda la vida me he levantado muy temprano y ya me merezco descansar.

«Durante años he tenido que ejercer el papel de padre y madre»

Antonio Jordán (Padre)

Nos quedamos hablando de sus mujeres, Ana, psicooncóloga la de Pablo, Beatriz, licenciada en Marketing la de Antonio. De los hijos, dos cada uno, buenos estudiantes, criados en el taller, como ellos de pequeños. De sus aficiones, fotografía Pablo, escultura el padre, pintura y lectura Antonio el hijo. Creativos todos que, además, han tenido tiempo para crear una entidad, 'Sabor empresarial', e iniciativas como 'Pluma y cubiertos', para hablar sobre libros. Su padre los mira, orgulloso hasta de las fotos de la ensalada de los lunes que Pablo ha popularizado en una red social.

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