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Quico Catalán. IRENE MARSILLA
En la diana: Quico Catalán

En la diana: Quico Catalán

Una gestión impecable y la pasión por los colores azulgrana que le transmitió su padre y su abuelo han caracterizado la presidencia de Quico Catalán al frente del Levante. El economista es un enamorado de su familia y de la política

Viernes, 12 de marzo 2021, 00:28

Todavía se acuerdan en el club levantinista de aquel pipiolo que llegó con solo veinticuatro años al consejo de administración de la mano de su padre, Pedro Catalán, y que a los treinta y cinco aceptó con valentía, y quizás algo de inconsciencia, ser el director general de un club que se venía abajo, por el que nadie daba ni un duro de los de antes. Más de una década después, hacer paralelismos entre el Levante y el Valencia es doloroso para los segundos.

Quico Catalán es una persona reconocida y respetada dentro y fuera del ámbito futbolístico, que recogió una institución que se encontraba al borde de la desaparición, por el que parecía que solo un milagro venido de fuera en forma de millones podría salvarlo, y le ha dado una segunda vida, renovada y con mucha fortaleza. Memorable fue en Orriols aquel día de 2010, cuando consiguieron el ascenso a Primera, totalmente inesperado en la temporada que se celebraba el centenario... Cómo Quico Catalán se abrazaba a todo el mundo, eufórico, cómo acabó en la ducha del vestuario, con una emoción que sólo fue comparable a cuando el Levante logró meterse en Europa, con el equipo líder en Primera, dos años después. Y, cómo no, cuando consiguió sacar al club de los números rojos a los que se vio abocado tras el concurso de acreedores... O ahora que el estadio luce más bonito que nunca y el equipo está a punto de meterse en la final de la Copa.

A Quico Catalán se le ve siempre con sus 'airpods' en las orejas, siempre hablando por teléfono, siempre ocupado. Quizás ha perdido en cercanía, pero es una persona extremadamente abierta, con mucho don de gentes y muchas dotes de negociación puestas al servicio del club. A él la pasión por el Levante le vino de serie.

Podría haberse convertido en un madridista de pro, por aquella abuela que se quedó viuda muy joven y tuvo que sacarse las castañas del fuego sola para poder dar de comer a la familia, que puso en marcha un negocio de residencias y trabajó para el Real Madrid. «Yo nací alrededor de jugadores, pero ahí estuvo mi padre para reequilibrar la balanza y hacerme socio del Levante». Quizás se identifique bien en la definición que hizo una vez del aficionado levantinista, que «nunca se rinde, que es revolucionario y difícil de contentar, pero también muy fiel y noble». Mucho tuvo que ver también su abuelo, fallecido hace unos años, y con el que vivió a los catorce porque sus padres trabajaban en Dénia. Pedro Catalán era un hombre con un gran compromiso con el Levante y también con la ciudad de Valencia, que fue teniente de alcalde con Ramón Izquierdo en plena transición democrática y le inculcó a su nieto la Valencia de las tradiciones. No en vano era uno de los 70 'cavallers jurats' de Sant Vicent Ferrer y también formaba parte de la junta del Santo Cáliz.

Quico Catalán es una persona conservadora, pero también un amante de la política. Y no sólo futbolística. En una entrevista que concedió a LAS PROVINCIAS hace unos años planteaba la posibilidad, en el futuro, de entrar en política. No quiso concretar en qué partido, pero parece claro que su pasión por la gestión va más allá del fútbol. Licenciado en Económicas, dicen algunos que su brillante actuación al frente del club ha atraído el interés de otros, pero él de momento es fiel al Levante. Y con su padre comparte consejo.

En muchas ocasiones ha hablado de su familia, de la importancia que tiene en su vida tener tiempo para ellos. Los fines de semana, cuando se quita la gomina y «ya no me reconoce nadie», admite disfrutar de sus hijos y los amigos sin hacer nada en especial, aunque lamenta no tener muchos momentos así. «Siento que con el fútbol ya les robo mucho tiempo», dice. Por ellos, por la familia, se permite seguir luchando, plantearse retos. «Mi familia lo es todo para mí».

Su mandato acaba en 2023. En el pasado ya ha amagado con marcharse, pero no deja claro si será su última etapa en el club. Tiene pendientes los últimos proyectos, como la segunda fase de la remodelación del estadio y ver la ciudad deportiva en Nazaret. Y, por qué no, emocionarse con nuevos títulos en el palmarés de un equipo que todo el mundo consideraba uno de los modestos. Todavía está muy fijo en la memoria el día en que un inversor norteamericano llegó para comprarlo y él votó que no se vendía. Que el club tenía que seguir en manos valencianas.

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