![Dolores Font Cortés: «Es una pena hacerse mayor porque es muy bonito vivir»](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202106/15/media/cortadas/1437559734-RENe9pzzhu00Y6Tta27AMvN-1248x770@Las%20Provincias.jpg)
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Una joven entra con su madre en la tienda de la calle Conde de Salvatierra, en pleno triángulo del lujo de Valencia, para comprarse un bikini. Sale del vestidor una y otra vez con modelos distintos que le sientan como un guante. Dolores Font Cortés ... habla del espíritu de cada diseño, quizás sin saber la chica que quien se lo está diciendo es el cerebro y el corazón de cada uno de esos bañadores. Se lleva dos, parece bastante satisfecha con la compra. Dolores Font reconoce que ha puesto muchas esperanzas en esta temporada, porque la pasada fue un «auténtico desastre; nos confinaron justo cuando comenzábamos a mandar nuestro producto a las tiendas». A ella, que ya ha entrado en edad de jubilación, no le entra en la cabeza lo de retirarse; tampoco lo hizo su madre, que fue pionera como empresaria en una época en que las mujeres no podían abrir una cuenta corriente. Suyo fue el primer bañador elástico y la hija ha seguido sus pasos, compartiendo una visión estratégica y creativa fuera de lo común.
-Dicen quienes la conocen que es usted una persona fuerte. ¿Cómo ha vivido una situación tan fuera de lo común como la pandemia?
-Fuerte no soy, lo que pasa es que soy muy responsable y lo que está en mis manos, por mucho esfuerzo que me cueste, lo hago. Además, soy muy trabajadora; eso me lo han enseñado. Ha sido muy duro para todas las empresas, y más de temporada. Pero dijimos: «Vamos a tirar adelante como sea». Además, cuidamos mucho la empresa, es como un miembro de nuestra familia y evitamos los riesgos que no tengamos claro que podemos asumir.
-¿Ha pasado noches sin dormir?
-Claro, pero no duermo no por pánico, nosotros evitamos esa palabra, y en casa decimos: «¿Qué podemos hacer para superar esto?». Y nos ponemos manos a la obra.
-Hace unos años su hijo se incorporó a la empresa. ¿Ha tomado el mando?
-Mi hijo está asumiendo labores muy importantes en la empresa. De hecho, las tiendas las lleva él y también toda la gestión. El primer software interno lo hizo mi marido hace muchos años y mi hijo ahora nos ha hecho unos programas y unos estudios que nos van muy bien. Él es ingeniero de caminos, como mi marido, y mi hija médico, como yo; todos somos profesionales.
-También su marido ha participado, a pesar de tener su trabajo.
-Mi marido es catedrático de la universidad y se acaba de jubilar, pero siempre ha estado ahí, para lo que hiciera falta.
-¿Usted se jubila?
-Yo de momento no me jubilo (ríe). Tengo un equipo en la parte creativa y voy soltando lastre, pero mientras me dejen y sea capaz de seguir tomando decisiones colaboraré en la empresa todo el tiempo que pueda. Y si no puedo haré otras cosas. Tengo claro que no me quedaré quieta.
-Sí, parece complicado que una persona tan activa como usted se pueda parar.
-Todo el mundo me dice que afloje un poco, pero es que hay empresas muy complicadas, y una de ellas es esta. Ahora mi misión es transmitir todo lo que he aprendido. Además, no sabría yo qué hacer; desde luego, quedarme en casa viendo la tele no.
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-Con su madre pasó algo parecido.
-Sí, lo que pasa es que ahora ya está muy mayor, tiene noventa y cinco años y lo peor es que ha perdido mucha memoria. No recuerda la mayor parte de las cosas, pero a pesar de todo la tenemos en casa, la cuidamos muchísimo y la tenemos entre algodones porque nos hace mucha falta. Nos da fuerza.
-La historia de su madre es increíble, cómo una mujer en una época complicadísima, de la nada, crea la empresa. Usted también es mujer, ¿le ha costado más por ello?
-La verdad es que yo personalmente no lo he notado y ella, quizás por el hecho de que su marido, mi padre, la apoyara tanto, tampoco. Ella decía: «Si no puedo abrir una cuenta, lo hace mi marido». En mi caso, como médico, nunca he visto diferencias, ni de formación, ni de trabajo ni de sueldo. Tampoco vi esa crianza distinta en mujeres y hombres en mi casa y al ser autónoma nunca he tenido alguien superior que quizás pudiera aprovecharse.
-Sé que su infancia fue atípica...
-Siempre fui muy a mi bola y a mis padres les parecía bien. Con dos años mi madre convenció a una maestra con niños de cinco a que me diera clase y cuando ya tenía la edad para ir a Primaria con niñas de mi edad ya me lo sabía todo y como me aburría, me dedicaba a enredar, me echaban… Así que mi madre me llevó a que preparara el ingreso al Bachiller con ocho años y examinarme por libre. No me dejaron, claro, y me fui a una residencia, donde seguí haciendo las mismas perrerías. Cuando tenía unos diez años mi madre se puso enferma y estuve dos años sin ir al colegio. Me llevaron a la fábrica y allí aprendí costura, patronaje… Pero mi madre me insistió en que volviera a estudiar. Por primera vez iba con niñas más pequeñas que yo y cuando llegó el verano mi madre me dijo: «¿Por qué ahora en agosto no te preparas un curso?». Estuve varios veranos en Vilanova d’Alcolea, viviendo en casa de una chica, estudiando y dando clase desde las ocho de la mañana hasta la hora de cenar. Descansábamos solo los domingos por la mañana, que íbamos a misa, y después de comer otra vez a estudiar. Me sacaba un curso durante el año y otro en agosto. Y en julio trabajaba en fábrica.
-Varias veces ha hablado de la importancia del trabajo, que lo tiene inculcado desde pequeña.
-Y, sobre todo, considerar que el trabajo es algo vital, que hay que pasárselo bien y que no es un castigo. Para mí es un don, tener ganas, y lo que hay que hacer es hacerlo bien. Porque en cualquier profesión, en la que sea, en el momento en que aprendes, te formas, acabas tomándole el gusto. Todo es interesante, todo tiene su gracia y cada trabajo es igual de digno. Porque todas las personas tenemos nuestra valía y nuestra dignidad.
-Pero en realidad usted es médico, de formación y también, durante mucho tiempo, de profesión.
-Yo siempre he tenido un serio problema, y es que me gusta todo. Ya me pasaba de adolescente, y siempre le preguntaba a mi madre que por qué tenía que elegir. Me angustiaba por todas las cosas que dejaba a un lado, que no podía hacer.
-¿Continúa sintiéndose médico?
-Es que ser médico es una profesión que crea carácter, es como un sacerdote, aunque se secularice. Pasé mucho mono cuando dejé la medicina y aunque ahora ya no la tengo, sí es muy vocacional y no se olvida. Todavía tengo dos chats de compañeros médicos y antes de la pandemia nos veíamos. Ahora hacemos cada semana una videoconferencia para hablar de la profesión. Me gusta estar en contacto con la medicina.
-¿Y qué piensa cuando mira atrás? ¿Lo hace?
-Sobre todo cuando ya se entra en una edad, como yo, siempre se mira un poco atrás. Precisamente viniendo para acá estaba pensando en ello, en que creo que es una pena que uno se haga mayor porque es muy bonito vivir. Nadie somos perfectos y yo menos que nadie, pero sacarle gusto a la vida es importante.
-Pero hay épocas malas.
-Todos tenemos épocas malas y buenas, desgracias, pero la suma, si miro bien, es positiva. Si me pregunta si me arrepiento de algo, supongo que he hecho muchas cosas mal pero el cómputo total es bueno. Yo me he peleado, como todo el mundo, lo he hecho con mi madre, con mi marido, con mis hijos… Bueno, con mis nietos no (ríe).
-¿Disfruta de ellos?
-Mi descanso son mis nietos -tengo dos de seis y dos años- y mi jardín. Los niños me cansan mucho pero me liberan la cabeza; con ellos disfruto realmente, porque además todavía son pequeños. Cuando quiero descansar me maltrato en el jardín. No soy de ir a correr, aunque sea especialista en rehabilitación; la realidad es que no me divierto, prefiero cansarme con las plantas. Mi padre era agricultor y tengo la herencia de mi familia. De hecho, me llevé varios árboles del huerto de mi padre que ahora cuido yo.
-Usted, que lleva tantos años en el negocio, ¿ha conseguido conocer el secreto de por qué algo funciona?
-Cada año me sorprendo de todo. Es bonito, ser diseñadora, pero es muy duro, porque no se trata solo de dibujar, hay mucho trabajo detrás, porque lo esencial es ser capaz de pasar de las musas al teatro.
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María José Carchano
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-Su madre creó el primer bañador elástico, pero usted ha conseguido que la moda en baño lleve su nombre. ¿Cuál es el secreto?
-Trabajo y más trabajo. Me siento orgullosa de haberlo hecho y somos además prescriptores de moda, pero no podemos dormirnos.
-Fue muy comentada, además, su colección de baño para mujeres mastectomizadas.
-Tiene que ver con el hecho de que soy médico, pero además por responsabilidad social. Es una colección pequeña, pero creo que son ese tipo de cosas las que te hacen feliz en el trabajo. O cuando veo que la chica se va contenta con los bañadores. En esos momentos me doy cuenta de que vale la pena.
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