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MARÍA JOSÉ CARCHANO
Valencia
Domingo, 10 de marzo 2019, 01:20
Apunten un nombre. Daniel Abad. Aunque no les guste la música clásica, oirán hablar de él en los próximos meses, porque su talento se expande y llega más allá de los auditorios, donde ya es un director de orquesta consolidado y admirado. Quedamos en el Palau de la Música, aquel lugar donde de pequeño soñaba con dirigir. Lo consiguió. Saluda, aquí y allá. Miradas cómplices, abrazos, palabras de afecto. Sonríe con unos ojos verdes que se achican, que guiña tanto durante la entrevista como en un concierto, cuando quiere dar aliento a un instrumentista que se equivoca. Y habla con la misma emoción que necesita transmitir cuando se sube a la tarima y levanta la batuta. Vamos allá.
-¿En qué momento llega el interés por la música?
-Desde siempre, desde casa. Tocaba el piano de pequeño, pero es que llegó una época en la que llegué aintepretar con una mano en las teclas y otra dirigiendo. Fui director en coros, y me di cuenta de que era la mejor manera de canalizar mi pasión. Soy de Aspe, un pueblo de Alicante, donde empecé en la banda municipal, luego llegó el conservatorio de Novelda, Valencia, más tarde Londres, también Alemania. Y con el tiempo ese amor por la música se fue incrementando cuantas más experiencias acumulaba.
-¿Se llegó a obsesionar?
-Sí. Lo bueno es que lo que en un primer momento pudo ser un problema luego se convirtió en una virtud. Porque me gustan otras disciplinas, como el deporte, también el arte en general. Y la vida. Si lo pienso bien, me apasionan la música y la relación con las personas a partes iguales, y supongo que el director de orquesta es el vínculo perfecto. Esa conexión es lo que más me llena.
-¿Encontró el camino libre con su familia para seguir en ese mundo?
-El único músico que hay en mi familia soy yo, aunque mi padre tiene un oído increíble y sin haber estudiado solfeo sabía tocar el piano. De pequeño interpretábamos juntos y aunque él no pudo desarrollar una carrera musical propiamente dicha a mí me transmitió ese gusto. Me acuerdo que un amigo de la familia se fue a estudiar a Roma y nos cedió su piano. Yo me volqué. Y la música me atrapó. Tuve además la suerte de que Aspe fuera un municipio con una gran tradición lírica, y por allí vi pasar a cantantes como Alfredo Kraus, Manuel Ausensi, Montserrat Caballé, Sandra Pastrana ahora. Y a muchos de ellos les acompañé al piano.
-¿Iba a conciertos de música clásica antes que a las discotecas?
-(Ríe) En aquella época, en la que el tiempo parecía infinito, iba a las discotecas de igual manera que a los conciertos de música clásica. Y vivir aquella juventud plenamente en todos los ámbitos hizo que se despertara en mí una serie de habilidades que hoy me enriquecen mucho para llevar a cabo mi vertiente como director de orquesta.
-¿Se encontró con profesores que fueron una inspiración? ¿Que le dijeran: «Tú vales»?
-Me siento orgulloso porque me lo han ido diciendo las personas con las que me he encontrado en este camino, empezando por Manuel Galduf, o Eduardo Cifre. Muy importantes en mi formación fueron, posteriormente, John Farrer, Neil Thomson o Jorma Panula.
-¿Está reconciliado con sus inicios?
-Uno siempre tiene que estar orgulloso de lo que ha sido, porque posibilita lo que hacemos en el futuro. Por supuesto, vamos evolucionando, y debe ser así, pero hay que mirar atrás sabiendo que todo es experiencia.
-¿Incluso los fallos más estrepitosos?
-Es que hay que fallar cuanto antes, porque de ello se aprende. La cuestión está en que esos errores posibilitarán las cosas buenas que sucederán en el futuro.
-¿Tenía claro cuál era el objetivo final de ese recorrido que inició?
-No. Me siento muy agradecido de poder dedicar cada día de mi vida a la música, pero yo la entiendo no como un fin, sino como un medio. Te pongo un ejemplo: cuando tengo un concierto, disfruto desde el momento en que me lo proponen, en casa, abriendo la partitura, estudiando al compositor, su época… Los ensayos los vivo de la misma manera. Pero no me sucede solo en la música, sino en cada momento de mi vida personal. Porque, igual que aprendes de cada músico, se puede aprender de cada persona con la que te encuentras en tu día a día.
-Ser director de orquesta supone estar al frente de un grupo de personas. ¿Cuál cree que es el secreto para ser un buen líder?
-No sé el secreto, pero sí sé que hay una serie de características que hacen que alguien sea un buen líder, o un buen director. Lo más importante es la conexión que tú establezcas con el grupo. Y eso se verá reflejado en el sonido que emita la orquesta. Es decir, no solo influye la forma de dirigir, sino la forma de conectar con el grupo humano, liderando y al mismo tiempo sintiéndote parte.
-Habla de técnica, pero también de emociones. ¿Cuánto hay de cada para considerar que alguien es buen músico?
-Yo creo que la misma proporción de cada. Si el músico, más allá de la técnica, no es capaz de emocionarse, no podrá hacer que se emocione el público. No puede transmitir lo mejor de sí si no es a través de la pasión. Además, creo que la principal virtud de la música es que a todos nos enseña a escuchar pero, además, debes ser capaz de transmitir.
-¿Y cuánta mano izquierda necesita?
-Tienes que tener una idea clara, no imponerla, pero sí transmitirla y encauzarla. Hay que implicarse mucho, siendo ejemplo y tratando de establecer una conexión que va mucho más allá de la música.
-¿Cuánto ha aplicado de su forma de dirigir en su vida más personal?
-Lo aplico con cada persona con la que me encuentro. La música me ha hecho ser capaz de escuchar con mucha atención, como si la otra persona pudiera tener el cien por cien de la razón, y así poder establecer un vínculo y responder en función de lo que te ha dicho, y no en función de lo que tú tenías previsto con anterioridad. Al hilo de esta idea, imparto unas conferencias concierto junto al neurobiólogo Fernando Botella que se llama 'El mensaje de la música', y que tiene que ver con todos los mensajes valiosos que nos brinda el arte para otros momentos de la vida. Nos enseña a llevar una vida en equilibrio, en armonía.
-¿También con la familia, por ejemplo?
-Por supuesto. A veces los músicos estamos muy obcecados únicamente con nuestra faceta profesional pero la familia te ayuda a introducir esa armonía, ese ritmo vital, porque a veces vamos demasiado rápido y no nos damos cuenta de que el tiempo pasa. La música me ha enseñado a que la melodía de mi vida sea más rica, más intensa. Y cosas como cultivar amistades hace que de manera indisoluble salga fortalecido en el trabajo.
-¿Cree que su armonía fuera del mundo musical, hace que su música sea mejor?
-Yo creo que sí, porque más allá de la técnica las vivencias que uno haya tenido se ven reflejadas. Como decía Stravinsky, la música no solo se oye, sino que también se ve, y todas las experiencias vitales que hemos tenido a lo largo del tiempo forjan las personas que somos, y también el artista que somos. Y todo está vinculado. Recientemente he escrito un libro con un periodista, David Blay, muy amigo mío, llamado 'El viaje del equilibrista', y que saldrá publicado en unos meses. Estamos entusiasmados porque precisamente habla de todo esto.
-¿Ha conseguido que haya calma en su vida?
-Es que yo creo que la felicidad pasa por ahí, por tener una mente en paz. Más allá de los éxitos artísticos, que los está habiendo, una vida armónica es lo que más me llena. Y no solo está reñido con mi trabajo, sino que lo complementa.
-Conoció a una de las grandes, Montserrat Caballé.
-Hice una gala lírica con su hija, Montserrat Martí, y la conocí. Me enseñó que, como otros grandes artistas, al final lo que te llena son todos esos elementos que van más allá del arte. Si uno consigue muchos éxitos profesionales pero no está en sintonía o en paz consigo mismo…
-Trabajó más recientemente con Sole Giménez.
-Con ella, que es una gran voz y una excelente persona, hice un proyecto muy bonito; fue mi debut con la orquesta de Valencia, por la que siento un especial cariño, y que sirvió para poner en valor y visibilizar a la mujer en el mundo de la música. Interpretamos temas clásicos que mucha gente conoce pero pocos saben que están compuestos por mujeres. Fue una noche maravillosa en lo musical, y que ha derivado en otro proyecto artístico, un disco que se llama 'Mujeres de Música', con acompañamiento sinfónico, y que sumará una gira con representaciones con otras orquestas.
-Discos, libros, conferencias. También educación. ¿Por qué?
-Simplemente porque soy un enamorado de la música en general, y una de las cuestiones con las que trabajo mucho es acercar las interpretaciones clásicas a la gente joven. Y en ese sentido estoy involucrado en dos proyectos en los que tengo especial ilusión. El primero está enfocado a quienes todavía no tienen decidido a qué quieren dedicarse, para que puedan acercarse a una ópera, 'Los cuentos de Hoffmann' desde todas sus vertientes, cómo se monta una coreografía, cómo se trabaja la parte actoral, la escenografía, la proyección. Y en una semana me marcho a Las Palmas de Gran Canaria a trabajar en un proyecto didáctico con el músico Andreas Prittwitzz.
-¿Le gustaría que alguien algún día le dijera: «Gracias a ti ahora soy músico»?
-Esta pregunta me encanta porque he de decir que ya se ha dado, he recibido ese feedback, y a mí me reconforta muchísimo. A cada uno de los músicos con los que me encuentro en mi camino siempre les digo: «demos siempre nuestra mejor versión, tanto en lo musical como en lo personal, porque no sabemos en quién podremos influir». A veces un niño puede ver cómo toca el solista de una orquesta y decida en ese momento que quiere ser batería o saxofonista, o se dedique al vestuario, o a la escenografía.
-Tiene hijos, ¿le gustaría que en el futuro se dedicaran a la música?
-Los dos tienen muchas capacidades musicales, pero me gustaría que se dedicaran a aquello que más les llenara. Les apoyaremos, sea la música o cualquier otra faceta. Nosotros les hemos mostrado los beneficios, pero lo importante es que hagan algo que les apasione para que su día a día sea un disfrute, que puedan confundir el 'hobby' con el trabajo.
-Está presente en su casa, supongo.
-Cuando juego con mis hijos hay composiciones clásicas de fondo; escuchan las obras que estoy estudiando y Martina empieza a venir a ensayos y conciertos. Vamos a ver la vida por dónde la lleva y ahí estaremos para apoyarla.
-Ahora sea sincero: ¿escucha algún tipo de música de la que se avergüence?
-Paul McCartney decía que sólo conocía dos tipos de música, la buena y la mala, así que yo escucho todos los estilos. Sin embargo, he de decir que como vivo día a día rodeado de música una de las cosas que más intento cultivar es el silencio, que también es música, que nos ayuda a escucharnos a nosotros mismos.
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