Luis Martí Bonmatí tiene razones para estar satisfecho. Acaba de volver de hacer el Camino de Santiago y, casi al mismo tiempo, mientras andaba por tierras gallegas con amigos, todos radiólogos, era nombrado vicepresidente de la Federación Europea de Academias de Medicina. Es un momento ... dulce, el suyo, a nivel personal, donde recoge los reconocimientos después de décadas dedicado a una especialidad, la Imagen Médica, que siempre se vio como un servicio adicional al resto de médicos para ayudar a definir un diagnóstico. Luis Martí Bonmatí ya es reconocido por la profesión por quien luchó por dignificar esta rama de la Medicina.
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-Su currículo es impresionante. Dirige un área clínica de 400 personas, forma parte de sociedades españolas y europeas, investiga, es editor de una prestigiosa revista científica...
-El currículo no deja de transmitir la inquietud por hacer las cosas un poco mejor, por aprender e ir entre todos un poco más rápido en el conocimiento.
En el trasiego incesante de personas que entran y salen hacia el enorme vestíbulo del Hospital La Fe, los periodistas todavía no tenemos acceso por las restricciones del Covid, así que la entrevista y las fotografías de Luis Martí Bonmatí son en la calle, bajo un sol de justicia y con el ruido muy presente del tráfico de la ronda sur. Quizás, porque no hay mal que por bien no venga, el director del área clínica de Imagen Médica de La Fe nos lleva a ver el 'gingko biloba', una especie de árbol único en el mundo que plantaron los radiólogos frente al centro y cuya característica singular es que parece tener el don de la inmortalidad. A Luis Martí-Bonmatí, como médico, investigador y científico, le parece mucho más que una curiosidad. La utopía de cualquier médico.
-¿Curiosidad también para conocer, incluso, las características de una especie vegetal?
-Es que la curiosidad es fundamental, y tiene que ir acompañada de la crítica con nosotros mismos. Sobre todo por todas aquellas personas que piensan que lo que hacemos es lo mejor que se puede hacer. Tener esa mentalidad es, simple y llanamente, decidir que no quieres vivir.
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-¿Lo cree así?
-Claro, porque las cosas siempre son mejorables, optimizables. Creo que lo que hacemos hoy es un poco mejor que lo que hacíamos ayer y pienso que ese es el desarrollo de una profesión y también el avance de una sociedad.
-Hay una expresión en inglés que se traduciría por 'pensar fuera de la caja'. Tiene mucho que ver con ese pensamiento crítico del que habla.
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-A mí me gusta mucho porque si solo miras dentro de tu caja tiene poco mérito, y lo que hay que hacer es mirar fuera, pero no por rellenar una necesidad de conocimiento, sino para promover un cambio. No quiero decir: «ahora sé un poco más», sino hacer algo diferente mañana.
-Una visión más amplia que la necesidad individual de conocimiento.
-Claro, porque así sabremos diagnosticar mejor, o entrar con un catéter en una zona para tratar una lesión de una forma mínimamente invasiva. Y siempre preguntarnos si podemos hacer algo más. Eso es lo que a mí me gusta.
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-En Medicina, si va acompañada de tecnología, como en su especialidad, los avances todavía son más rápidos. ¿Tiene tiempo para todo?
-La gestión del tiempo me parece esencial. Ahora estamos creando una iniciativa a nivel europeo, European Cancer Imaging Initiative, a propuesta de la UE. Pues bien, cuando me propusieron desde la Comisión Europea ser el director científico de esa iniciativa y yo hablaba de tiempos, me dijeron: «es cierto que el día tiene 24 horas, pero luego nos queda la noche». Creo que siempre podemos trabajar un poco más. Y optimizar el tiempo. Además, elegir proyectos que tengan visos de realidad, porque si las propuestas que estamos construyendo no tienen éxito el tiempo no ha sido eficiente.
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-Uno de los secretos de ese aprovechamiento del tiempo es aprender a decir que no, precisamente.
-Estoy seguro de que la madurez es el ejercicio de saber decir que no. También creo que si no lo hacemos no sabremos gestionar nuestro trabajo, nuestro tiempo, y también el de los demás. Es un ejercicio que hay que hacer, no solo a nivel individual, sino también colectivo. Lo que he aprendido es que creo que tengo criterio, pero también que entre todo el grupo con el que trabajo tenemos un criterio más sólido. Me gusta mucho discutir, compartir y definir los beneficios e inconvenientes que tiene una decisión. Dicho esto, si puedo, en general lo hago.
-¿Por qué?
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-Porque todo esto me enriquece, no solo porque yo salga beneficiado, sino porque transfiero ese conocimiento a mi gente, a mis colaboradores. Poder cambiar las reglas de funcionamiento en Europa, tener capacidad de opinar. Nos hace falta mucha información y pensamiento crítico, así que digo que sí a más cosas de las que debo.
-Dice que sí hasta a marcharse a andar el Camino de Santiago.
-Tengo muy racionalizadas las desconexiones, los periodos de protección son enormemente importantes. Piense que la estadística se crea en una reunión de campo de unos investigadores de Cambridge hace 150 años, el ADN cuando Watson y Crick se van a tomar unas cervezas. Yo creo que hay que salir de lo que estás haciendo para luego volver y tener ideas renovadas. Así que, aparte de las vacaciones, yo tengo esa semana en la que vamos seis amigos, todos de un perfil muy similar, que además compartimos amistad, confianza, honestidad y voluntad de disfrutar. Dicho esto, tengo que decirle que cuando se va acercando la semana cada vez me va peor, porque tengo que dejar de hacer cosas. Hasta que salgo y siempre pienso: «menos mal que lo he hecho», porque vuelvo con muchas ganas. Hay que proteger los espacios temporales y físicos en los que disfrutas.
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-¿Es su familia otro espacio a proteger?
-Sí, y, además, procuro cuidarla todo lo que puedo. Mi mujer también es médico, analista y jefa de sección de laboratorio, y tengo dos hijos; uno, médico digestivo que leyó su tesis doctoral la pasada semana y otro que está acabando ADE y trabaja en IMED. Yo creo que los dos son excelentes personas y frente al tiempo que le dedico a todo lo que le he dicho, protejo la calidad del que paso con ellos; es decir, no nos ponemos a ver la tele, sino que charlamos, o hacemos actividades juntos. Creo que la familia es muy importante.
-¿Recuerda a aquel joven que comenzó Medicina hace ya unos años?
-La última vez que miré atrás fue cuando ingresé en la Real Academia de Medicina de España porque en el discurso de ingreso hay una primera parte con un perfil biográfico. Cuando lo escribí me lo tomé realmente en serio, sobre todo por las personas que he apreciado y querido, y me han ayudado. A mí ese ejercicio me reconforta porque, además, creo que si no estamos satisfechos con lo que hemos hecho tenemos un problema muy grande.
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-Siempre hay sombras.
-Claro, nadie está cien por cien feliz pero me siento muy a gusto con el camino recorrido, y espero de verdad que la gente que está conmigo, mi familia, mis amigos, mis colaboradores, estén razonablemente satisfechos. Venimos a disfrutar, a mejorar y hacerlo de la forma más adecuada posible.
-¿Tiene esa visión?
-A mí no me parece que la vida sea una cosa seria que requiera esfuerzo, disciplina y trabajo para llegar a un objetivo. Yo creo que ese razonamiento es equivocado. La vida es algo que nos tiene que hacer disfrutar, además de procurar mejorar lo que hacemos y que nuestro entorno mañana esté más a gusto. También es importante agradecer su implicación al que colabora contigo y procurar reconducir y atraer al que no lo hace.
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-Supongo que a estas alturas no hay ninguna duda sobre la decisión de, en su día, convertirse en médico. ¿Recuerda por qué lo hizo?
-A mí me gustaba la biología, sobre todo la bioquímica, a la que había dos vías para aproximarse, desde las ciencias o desde la medicina. Afortunadamente elegí Medicina. Un primo hermano de mi madre, Jose Bonmatí, era radiólogo, pero cuando yo tomé la decisión no tuvo nada que ver, la relación entonces era inexistente. Posteriormente me ayudó a ir a Estados Unidos y me enseñó, sobre todo, de honestidad y trabajo bien realizado. Los mentores han sido muy importantes en mi vida.
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-Usted se ha convertido ahora en mentor.
-Sí, y me satisface mucho, porque si no sabes transmitir lo que haces tu trabajo está muy menguado. Esta posición en la que ahora me encuentro me ha alejado de los residentes, así que una de las iniciativas que puse en marcha hace un año es que un residente me acompaña siempre, y aprende no solo de la labor profesional, sino que intento transmitirle ilusión y que aprenda un poco de todo, desde pensamiento crítico a imagen computacional. Así disminuyo la brecha. Me encantaría que pensaran que fuera una gran experiencia.
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