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Cuando Borja Martos era un niño los Lego eran su pasión e inventar construcciones su juego favorito. Al llegar la hora de escoger carrera no ... pudo acceder a Arquitectura por la nota, así que estudió Diseño Industrial en el CEU y, al terminar, se fue a Londres para perfeccionar el inglés. Allí trabajó primero en una tienda de ropa y luego en una revista de viajes, donde se especializó en diseño gráfico. Al año siguiente, en 2010, se instaló en Milán para cursar un máster en la Scuola Politecnica de Design y más tarde entró a trabajar con unos fotógrafos de moda. «Recibí la llamada de mis tíos, Antonio y Mª José, pidiéndome que les ayudara a montar una tienda de muebles. Volví y abrimos Lontananza; empezamos con mobiliario y derivamos en moda. Yo me encargaba de la comunicación, creo que fuimos los primeros en empezar a enviar una newsletter semanal», explica.
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Tras formarse en marketing online en el Politécnico se dio cuenta de que necesitaba dar un salto y coincidió que acababa de conocer a Ramón Esteve. Borja tenía entonces 25 años y vio que había llegado el momento de estudiar Arquitectura. «Sabía que me quedaban cinco años de hincar codos por delante, pero lo integré en mi día a día como diseñador gráfico. Tuve que dejarme la tienda porque ya empezaba a tener mi cartera de clientes».
Con un carácter inquieto y prolífico, sus años de universidad los compaginó con su trabajo como dj, algo que empezó como un hobby y que le llevó a pinchar en locales como Pachá, Indiana o Ánimas Gran Vía, compartiendo cabina con Manu Sánchez, su mentor. A punto de cumplir los 31 acababa de terminar su segunda carrera cuando llegó el confinamiento, así que empezó a trabajar en una agencia de marketing y comunicación digital. «Durante ese año, a mi socio, Mario García-Granero, se le ocurre monetizar el networking, que es un activo que tenemos todos desde que nacemos fruto del bagaje personal. Creamos Feending, un algoritmo de matching con Inteligencia Artificial que conecta de manera automática profesionales compatibles para hacer negocio». Al poco tiempo se sumaron como socios Álvaro Pérez y Javier Martos, su primo. El trabajo duro les llevó a entrar en Denium, una aceleradora de startups y, en febrero del 2022, consiguieron la ronda de inversión que les ayudó a desarrollar el producto hasta que en septiembre entraron en Lanzadera. «La experiencia es brutal, hay que reconocerle el éxito a Juan Roig. El ambiente es muy bueno, hay emprendedores muy interesantes, personas que trabajan y te ceden todo a cambio de tu motivación y de que vayas a tope para hacer crecer tu startup».
Cuando necesita tomar distancia cocina, pasea por el centro, corre por el río, dibuja bocetos o prepara sus sesiones de dj. «Tengo un tatuaje en la muñeca que es un boceto de una escalera que hace referencia a ir siempre a mejor, a tener una actitud positiva y perseguir tus sueños».
«En Valencia se están haciendo cosas muy interesantes, está cogiendo mucha fuerza como polo de innovación y de startups. Lo puedes ver cuando te acercas al puerto donde está Lanzadera, Zeus, Insomnia, Angels o Sesame. La ciudad ahora es un polo de atracción de inversión y de vendedores».
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