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La primera vez que Edgar Slama pisó Xàbia tenía tan sólo 16 años. «Compartía unas vacaciones con unos amigos franceses, que tenían un local en la playa del Arenal. Unos años después tenían previsto abrir un bar y a última hora se echaron atrás y ... me lancé. Tenía 22 años», cuenta este francés, que dirige el grupo Javea Company, el más importante de la localidad, con locales como la Siesta o Acqua o Achill.
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Begoña Clérigues
Aquel joven, que reconoce que nunca fue demasiado bueno con los estudios, se descubrió como una persona con un talento especial para los negocios, que por el camino se ha convertido, además, en uno de los mejores embajadores de una tierra, Xàbia, que le ha hecho sentir «como si estuviera en el mejor lugar del mundo».
-¿Si tuviera que elegir un lugar concreto de Xàbia, ¿cual sería?
-Jávea ofrece una enorme paleta de posibilidades, es un paraíso que va desde la orilla del mar al parque natural del Montgó, pasando por preciosos campos de olivos, almendros, cítricos... ¡Es muy difícil decidirse!
Reconoce que no le gusta estar alejado de Xàbia -»no es la vida que me gustaría llevar»- y por ese motivo prefirió, cuando Chabada alcanzó el éxito (antes Champagne Bar), no replicarlo como franquicia, por ejemplo, sino abrir locales distintos en el mismo municipio. En este tiempo, Edgar Slama tiene claro que muchas personas han elegido Xàbia por la calidad de su restauración, «no sólo la nuestra».
Edgar Slama tiene en marcha varios proyectos, por ejemplo, un hotel boutique en Xàbia «con mucha elegancia», un restaurante de playa, otro italiano «de alto standing» y, en Dénia, «una gran sorpresa». Asegura que su futuro pasará siempre por ofrecer a Xàbia lugares únicos porque se lo merece, y no se imagina en otro lugar.
Cree que para conseguir el éxito no hay más secreto que ir sumando error tras error. «Esto es lo que nos distingue de los genios, que ellos aciertan rápido y nosotros de forma más laboriosa, y poco a poco. La experiencia siempre ayuda». También ha sido clave poner «especial interés en la relación calidad precio, además de dar importancia a las relaciones humanas». Para Edgar Slama, la clave es «conseguir un punto de encuentro entre diversidad cultural y distintas clases sociales». Y si alguien le pregunta dónde encontrarlo si no está trabajando, afirma riendo: «en el cementerio».
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