Irene Schuller, en la terraza del hotel Hospes Palau de la Mar, donde el próximo 22 de noviembre ha organizado un tablao de flamenco. IRENE MARSILLA

Irene Schuller: «Siempre quise ser abogada pero el flamenco me ha dado la vida»

Perteneciente a una conocida familia de empresarios, la letrada ha convertido la casa familiar en Santa Bárbara en uno de los mejores tablaos de España

Martes, 29 de octubre 2024, 01:47

Todavía se acuerda Irene Schuller como si fuera ayer de sus primeras experiencias como abogada. «Me pasé un mes sin dormir». Sentía que le pesaba como una losa la responsabilidad, aunque hubiera tenido claro, desde pequeña, que ella lo que quería era estudiar Derecho. Valenciana ... de nacimiento y apellido de origen judío, sus abuelos tuvieron que escapar de Holanda durante la Segunda Guerra Mundial, y fue en Valencia donde su padre logró el éxito al frente de la empresa de iluminación Schuller, que más de 50 años después sigue siendo líder en el sector. Lo que no imaginaba Irene es que sería una afición muy española, el flamenco, lo que la iba a unir todavía más a la familia... Un mundo de baile y cante que no le ha dado más que alegrías, y que en las largas horas de espera en la Ciudad de la Justicia le hace mover los pies mientras en su cabeza suena una alegría o una soleá.

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-Valenciana a pesar del apellido...

-Los primeros años crecí en Valencia capital, y luego nos trasladamos a Santa Bárbara, donde mi padre sigue viviendo. De hecho, aunque después de estudiar la carrera me fui a Madrid a cursar un máster en el Instituto de Empresa y comencé mi carrera profesional en Deloitte, nueve años después decidí volver a Valencia.

-¿Por qué?

-Deloitte es una empresa muy grande y yo estaba en el departamento legal, donde trabajaba muchas horas. Es verdad que me gustaba lo que hacía, pero mi casa estaba aquí, y de hecho nunca he sentido la necesidad de vivir fuera. Dicho esto, yo siempre recomiendo pasar una temporada en una gran ciudad para luego valorar lo que tienes. Madrid es como una película en la que todo el mundo corre. Me acuerdo que el primer día de trabajo pasó un metro y estaba lleno, me esperé al siguiente e iba a tope también y al tercero dije: «o empujo o no llego».

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-No quiso volver a trabajar para otros.

-Es que trabajar en un despacho grande siempre conlleva una especialización, y yo no quería eso. Sí, hay que estudiar sin parar, pero yo te puedo ayudar en una negligencia médica, con un problema viajando o en un contrato de arrendamiento. De hecho, cuando llevo el coche al taller, me leo toda la letra pequeña (ríe). Además, me encantan los juicios, he hecho cursos de detección de mentiras y disfruto muchísimo intentando comprender el comportamiento humano.

¿Qué le ha dado la profesión de abogacía?

-Muchísimo. Me ha dado paciencia, he aprendido a escuchar, a hacer de psicóloga y me ha ayudado a entender a las personas y a valorar las cosas importantes porque ves peleas que no merecen la pena. Me ha enseñado a hablar en público, me ha dado muchísima seguridad y, además, me ha permitido transmitirles a mis hijos un montón de valores y que sean precavidos.

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Irene Schuller ha vivido toda su vida rodeada de música. «Fui una privilegiada por vivir de pequeña las veladas musicales que organizaban mis padres». IRENE MARSILLA

-¿Y ser madre?

-Cuando nació mi primer hijo pensé, ¿cómo es posible que se pueda querer tanto a una persona? De hecho, abrí el despacho en Bétera por cercanía a mi casa, porque vivo en Torre en Conill, porque quería aprovechar el tiempo con ellos al máximo. Y con 20 y 21 años, sigo haciendo deporte con mis hijos y nos vamos de vacaciones juntos. Y da mucha satisfacción ver cómo se han ido convertido en dos personas responsables, uno estudiando Industriales y trabajando a la vez, y el otro piloto y también comercial en la empresa familiar. Lo que no he conseguido es que bailen.

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-¿Quién le inculcó el amor por la música?

-Con siete años me apuntaron al conservatorio y estudié solfeo y piano. Además, a mis padres siempre les gustó mucho la música clásica, y el día de antes de los conciertos en el Principal, se montaban en casa veladas musicales, con catedráticos como Mario Monreal o Perfecto García Chornet. Yo era pequeña y lo recuerdo como algo maravilloso, porque mis padres eran muy buenos anfitriones y abrían las puertas a la buena música y sobre todo a la buena compañía, porque las personas más inteligentes tengo claro que son las más humildes.

-La semilla estaba, pero se decantó por un estilo muy diferente.

-La música siempre ha estado presente en mi vida de una forma u otra. Ya de joven fui batería en un grupo de rock con unas amigas. Llegamos incluso a Tele5 y hacíamos conciertos por Valencia. Después llegó el coro de la iglesia y de mayor descubrí el flamenco por mi hermano, que toca la guitarra. En aquel momento, con los niños pequeños, fue como mi válvula de escape.

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-¿Qué le ha hecho enamorarse del flamenco?

-El flamenco nunca te deja impasible, hay canciones que te dejan sin palabras, que te pueden hacer saltar las lágrimas. A mí me dio la vida. De hecho iba cuatro días a la semana con dos profesores diferentes y encontré un mundo maravilloso. Así que hace un año, junto a mi actual pareja, empezamos a organizar eventos flamencos para convertir el hobby en algo más.

-Es muy distinto al mundo de la abogacía...

-El despacho de abogados me va muy bien, y de hecho yo nunca he tenido que pensar qué quería ser de mayor porque lo tuve claro desde los doce años. Y me gusta y disfruto, pero al final son problemas de la gente. Sí, la alegría te llega cuando lo solucionas, pero vives inmersa en el conflicto. Yo siempre he envidiado mucho a peluqueros, floristerías, porque están siempre en los momentos dulces de la vida de las personas, y ahora, gracias al tablao flamenco, trabajo para dar felicidad a los demás, y eso me gusta mucho. De hecho, vinimos a ocupar un vacío que había en Valencia, y me atrevería a decir que en toda España, que es el flamenco de lujo.

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Así, en la casa que tiene su padre en la exclusiva urbanización Santa Bárbara de Rocafort se ha habilitado toda una planta como tablao flamenco, donde organizan veladas con artistas reconocidos, buena comida y buena compañía. «Invitamos a amigos, los amigos invitan a sus amigos y así vamos dando a conocer este increíble mundo que es el flamenco». Ahora, además, se han abierto a montar tablaos efímeros en lugares exclusivos de la ciudad, como el Hospes Palau de la Mar el próximo 22 de noviembre.

-Está disfrutando con todo lo que hace...

-En mi vida todo lo que me ha pasado ha sido por casualidad y yo me he dejado llevar porque creo mucho en el destino. Pero sobre todo he ido aplicando lo que me han enseñado mis padres, que es trabajo, educación y luchar por lo que crees, porque todo lo puedes conseguir. Y el ejemplo es mi padre, porque mi abuelo tenía una pequeña fábrica de lámparas de bronce en la calle Forata y la iban a cerrar, y mi padre, con dieciséis años y ningún tipo de experiencia, decidió venirse a Valencia desde Madrid para intentar sacar adelante. Aquí conoció a mi madre, que era diseñadora, y entre los dos han hecho grande la empresa, hasta hoy. Son 55 años, y han superado todas las crisis.

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