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José Manuel Pagán, en el edificio que alberga el rectordao de la Universidad Católica. damián torres

José Manuel Pagán: «Me resistí a ser rector. Pensaba que había gente más cualificada que yo»

Le llegó la pasión por ser docente casi sin pensarlo, pero tiene claro que volverá a las aulas porque le encanta estar en contacto con los jóvenes, una simbiosis que, reconoce, le ha ayudado a ser mejor padre. Está orgulloso de su familia, con cinco hijos entre 9 y 17 años

Lunes, 12 de julio 2021, 00:37

A José Manuel Pagán le ha costado decir que sí a la entrevista, quizás porque no responde al perfil de rector que ha subido a lo más alto con la proyección pública como motor. Bien al contrario, reconoce que estaba cómodo en el Decanato de ... Ciencias Jurídicas, que la ambición no es una cualidad en la que destaque. Amable en el trato, docente de vocación tardía y católico convencido, lo que sí se le nota a este abogado de formación es una identificación muy clara con el proyecto de la Universidad Católica de Valencia, del que es un férreo admirador. También de los jóvenes, ahora tan demonizados, «porque la gente no recuerda que también ellos lo fueron». Reconoce que desde que comenzó la pandemia ha vivido situaciones complicadas, que ha trabajado como nunca en una universidad donde la presencialidad, el contacto estrecho con el alumno, es carta de presentación. Pero, sobre todo, José Manuel Pagán se considera una persona muy familiar, con cinco hijos de entre nueve y diecisiete años con los que el confinamiento fue de todo menos aburrido.

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-¿Cómo lo pasaron?

-Fue una aventura, pero convivir los siete en casa hizo que nos conociéramos mejor. Incluso mi mujer me decía que ahora conocía mejor mi trabajo, en aquellas jornadas maratonianas de reuniones y de luchar por mantener las clases. A nivel personal, siempre dicho con cautela por el sufrimiento que ha habido, pararnos ha sido muy bueno, porque el día a día no te lo pone fácil. Es muy complicado encontrar espacios de encuentro, de charlar mucho y una oportunidad para valorar lo que teníamos, y se ayudaban unos a otros. Ahora hay mucha más bronca en casa, te lo aseguro.

-¿Cómo fue su llegada al rectorado?

-Me resistí a ser rector. Yo no quería el cargo porque estaba muy bien como decano, una responsabilidad que es una gozada porque tenía contacto con alumnos, con profesores, con las familias. Quizás puede considerarse un poco egoísta por mi parte, pero es que yo estaba convencido de que en la universidad hay mucha gente más cualificada y valiosa de lo que soy yo. Recuerdo que le dije a don Antonio (Paniagua, anterior rector): «déjeme un tiempo», y esos días me dediqué a recopilar una lista de candidatos. Me volvió a insistir en que tenía que asumir esta responsabilidad. Soy un enamorado de la universidad en general y de este proyecto en particular, por eso acepté, aunque es verdad que aquí te experimentas más la soledad.

«Hay que enseñarles a los jóvenes a tener pensamiento crítico»

 

-¿Pensaba que quizás no podía cumplir con las expectativas que tenían puestas en usted?

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-Sí, lo pensaba. Intento ser honesto y sincero conmigo mismo, y sé de mis carencias, pero hay algo en lo que soy muy contundente y es que a mí me apasiona este proyecto, y eso suple otras posibles dificultades que puedan surgir. Además, soy consciente de que a veces puedo no cumplir las expectativas como rector, como profesor, como padre o como esposo y no me justifica, porque esta vida es un aprendizaje y un trabajo personal, que la clave es que vivimos siempre con una oportunidad de mejora. Y suplir las carencias con el equipo, rodearse de las personas que te completan con esas fortalezas. Es mi misión que saquen todo su potencial, de eso trata este puesto.

-¿No ha perdido de vista lo de ser profesor?

-No, porque eso es lo que soy en la universidad. Y cuando acabe el rectorado volveré; para mí es lo más gratificante de todo. Le agradezco a la docencia el poder tener relación con los jóvenes.

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José Manuel Pagán aceptó el cargo con reticencias, sabiendo que volvería a ser profesor. damián torres

-¿Es difícil conectar con generaciones que cada vez se va distanciando más de la suya?

-Desde luego, pero es fundamental fomentar esa relación intergeneracional, por eso creo que es una suerte trabajar con ellos. Yo a los profesores se lo digo siempre, hay que ponerse en los zapatos del joven, y no pensar cuál era tu realidad entonces, que ha cambiado muchísimo. También querer al alumno. Si no le quieres es muy difícil ayudarle a crecer. Y a partir de ahí te genera una relación de libertad, como harías con un hijo.

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-¿Qué quiere decir?

-Por ejemplo, que cuando crees que algo no es bueno se lo traslades abiertamente, aunque no sea lo que espera oír. Los jóvenes lo demandan.

-¿Le ha ayudado el contacto con la gente joven a educar a sus hijos?

-Me ha ayudado en los dos sentidos, porque en la relación de padre con hijo te puedes encontrar que lo que te preocupa fundamentalmente son los resultados académicos y la proyección profesional, pero te das cuenta de que no es lo más importante. Yo quiero saber cuáles son sus inquietudes y generar momentos de encuentro como familia católica que somos. El domingo es un día para estar juntos y, también, para pedirnos perdón. Hay que hablar mucho, tanto lo que resulta agradable de oír como lo que no, porque esa frase de 'la verdad te hace libre' es muy real. Hemos de ser auténticos en las relaciones.

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«La familia me retorna a mi realidad. Intentamos pasar tiempo juntos»

-¿Estudió Derecho para ser profesor?

-No, antes de llegar a la universidad como docente ejercí la profesión de abogado, y yo tenía muy claro que quería serlo para ayudar a personas con situaciones vulnerables o de dificultad. Me seducía mucho el trato personal, la relación con el cliente. La experiencia fue muy buena pero luego se cruzó la universidad y ahora me considero más profesor que abogado. Mi sitio está aquí. También es verdad que no me proyecto. Quién sabe, compaginar en el futuro la docencia con el ejercicio profesional… Yo es que vivo mucho en el presente, en la vida nunca pensé en que podría haber llegado a ocupar ese sillón.

-¿Lo consultó con su familia?

-Sí. De hecho, cuando le pedí aquella prórroga a don Antonio, le dije que lo quería hablar en casa, con mi mujer, y los dos lo rezamos. Era consciente de lo que supone para la familia. He querido ser consecuente, y para ellos es fundamental. Suponía una mayor dedicación, un desgaste, donde muchas veces mi cabeza no está presente, y a pesar de estar en casa estoy buscando respuestas a situaciones complicadas. Además, hay una parte de exposición pública, donde toca pronunciarse sobre cuestiones públicas como la eutanasia, o las becas en su día.

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«Para ser buen profesor hay que querer a los alumnos»

-En su caso, está identificado con los valores de esta universidad.

-Sí, eso es cierto, y así es mucho más fácil, pero estar expuesto afecta a más personas, sobre todo, de mi familia. Con la eutanasia, mi hija mayor me preguntaba que por qué tenía que opinar; es evidente que a esa edad puede afectarle lo que digan de su padre. Sin embargo, yo se lo expliqué, que no se puede asumir la responsabilidad y no saber lo que conlleva.

-Ahora mismo, la sociedad es bastante intolerante en ciertos temas, hay una plaza pública donde ciertas opiniones no están bien vistas.

-Hemos pasado de ese relativismo peligrosísimo, donde parece que todas las opiniones valen, a un totalitarismo intelectual brutal, donde en el debate público solo puede existir lo políticamente correcto; como te separes, se te señala y se te estigmatiza. Es un error y todos tenemos que ayudar. Es verdad que de alguna manera podemos estar en determinados temas a contracorriente, pero no debemos tener miedo a proponer alternativas, y no les podemos privar de ello a los jóvenes. Es responsabilidad de la universidad generar espacios de encuentro y libertad y sentar a gente que piensa de manera distinta.

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-Es el objetivo principal de la universidad.

-Exacto, y enseñarles a tener un pensamiento crítico a todos los niveles. A mí me preocupa que los jóvenes crezcan en ese caldo de cultivo, donde les preguntan qué es ser patriota en un examen. ¿Qué se supone que tienen que contestar? La universidad es un espacio para el diálogo, para que juntos encontremos cuál es esa verdad.

-¿Ha conseguido, después de un curso tan difícil, pensar en descansar, en dejar a un lado la universidad?

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-Es verdad que ha sido un año difícil, porque el verano pasado fue de incertidumbres, de no saber qué podríamos hacer de cara a septiembre, de estar pendiente de todo. Sin embargo, para mí siempre ha habido un aterrizaje brutal, que es la familia, y más el hecho de que sea numerosa. Intentamos siempre cenar juntos, y esa es realmente mi vida. Lo otro es accesorio. La familia me recupera y me retorna a mi realidad.

-¿Qué es lo que más desea este verano?

-Estoy deseando leer todo lo que pueda y hacer escapadas, porque poner tierra de por medio a veces hace falta. Ojalá todo esté bien y podamos planear algo en los próximos meses, aunque reconozco que siempre hay un piloto activo, una parte de mí que siempre está pendiente de la universidad.

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