Manuel Molina, de camarero en Valencia a director de un resort de lujo en Cuba
valencianos en el extranjero ·
La trayectoria de este valenciano comenzó en el restaurante de sus padres, pero fue en el sector hotelero donde encontró su verdadera vocación. Su mujer aparcó su carrera profesional para acompañarle al Caribe
La historia de Manuel Molina en el sector de la hostelería comienza cuando, siendo un adolescente, empieza a trabajar como ayudante de camarero en el restaurante de sus padres. Tiempo después cierra y se integra en la plantilla de Jamaica Coffe Shop, donde se convierte ... en el director más joven de la cadena de cafeterías en Valencia en sólo tres años. Después de casi una década trabajando como empresario, gestionando locales de hostelería y una agencia de nuevas tecnologías, lo escogen para dirigir el departamento de Food and Beverages del catering que administraba el Palau de les Arts, donde también se encarga de la parte de alimentación del hotel One Shot en Valencia. Una experiencia que le sirve para saber que su objetivo es convertirse en director general de hotel. «Sentí que había descubierto mi verdadera vocación. Me contactó por Linkedln una head hunter para entrar en Meliá Hotels International división Cuba, decidí aceptar porque en este sector está muy valorada la experiencia internacional», explica. Así fue como hace cuatro años Manuel, su mujer María y su hijo Dani, que acababa de cumplir un año, pusieron rumbo a Cayo Largo del Sur, una pequeña isla del Caribe ubicada en la costa meridional de Cuba. «Nada de esto hubiera ocurrido sin el apoyo de mi mujer; ella decidió aparcar su carrera profesional para apostar por la mía. La vida en el cayo, pese a lo exigente del trabajo, se convirtió en una experiencia increíble para la familia».
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Al principio el cambio fue un shock y las primeras semanas le costó adaptarse. Decidió ir poniéndose objetivos a corto plazo y, gracias a su liderazgo y a las largas jornadas de trabajo, en sólo seis meses consiguió que le ascendieran a director general del hotel. Manuel era el único español trabajando en esa isla tan solo habitada las veinticuatro horas por María, Dani y él. «La isla mide veintiséis kilómetros y tiene siete coches. Acoge la única playa nudista de Cuba, lo que es un reclamo para algunos turistas, sobretodo italianos y canadienses. Las dos playas más importantes de la isla son Lindarena y Playa Paraíso, que está considerada como una de las más bellas del mundo. Mi hijo se criaba entre tortugas y delfines, fue maravilloso». La pandemia les obligó a evacuar el cayo y se instaló en La Habana para dirigir de manera provisional la parte de alimentación de otro hotel hasta que se abrió el Hotel Meliá Las Américas, el resort que hasta hace muy poco dirigía en Varadero, pues actualmente es el director general de Paradisus Princesa del Mar.
Para Manuel, La Habana es una capital cosmopolita donde hay restaurantes de primer nivel, ballet, teatro y música. Allí disfrutan paseando por las calles y tomando piñas coladas en La Bodeguita del Medio, escuchando jazz en La Fábrica del arte cubano, comiendo pescado en La Guarida o Cha cha cha o tomando helados de pistacho en Coppelia.
En Varadero hacen mucha vida con los expatriados llegados de todo el mundo con los que salen a cenar a Varadero 60, a pasar el día en el parque Josone, a navegar y a disfrutar de las playas. «Yo digo que me he ido de Erasmus a los cuarenta. Cuando vives fuera de España te das cuentas de lo grande que es el mundo, de las relaciones personales que creas, conocer nuevas culturas es una maravilla. A nuestra edad no pensábamos que íbamos a hacer amistades tan fuertes en la otra punta del planeta».
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