Pepe Navarro, en la puerta de la tienda de la calle San Vicente, donde se inició el negocio. damián torres

Pepe Navarro: «En casa dicen que soy un friki; tengo dos gallinas»

El empresario ha crecido en una familia donde «desayunábamos empresa, comíamos empresa y cenábamos empresa». Todavía recuerda a su abuela sentada cada día en la tienda saludando a los clientes, lo mismo que ahora hace su madre, ya jubilada

Sábado, 5 de febrero 2022, 19:51

A Pepe Navarro le eclipsa en los resultados de Google su homónimo de la televisión por líos matrimoniales y filiales, pero el CEO del Herbolario Navarro parece una persona mucho más interesante e incluso más divertida, sobre todo después de quitarse una primera careta de ... timidez y el peso sobre los hombros de una empresa que tiene la friolera de 250 años de vida, que se dice pronto. No es fácil ponerlo en dimensión; hace dos siglos y medio las murallas de Valencia cerraban la ciudad, las calles se quedaban a oscuras por la noche y había epidemias de cólera por la insalubridad. Conjugar tanta historia adaptando el negocio a los nuevos tiempos es el reto de Pepe Navarro, que tiene su despacho en la misma tienda donde su bisabuela regentaba una pollería, en la calle San Vicente, y donde su abuelo comenzó a estudiar plantas y hierbas medicinales cuando sólo tenía 19 años.

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-No debe de haber muchas empresas que puedan decir que tienen tanta historia detrás.

-Para nosotros es muy importante mantener la esencia, y de hecho aunque las tiendas puedan parecer un supermercado ecológico, lo más importante del negocio siguen siendo las plantas, la dietética, la salud natural; la farmacia antigua, donde la gente nos ve como un referente a la hora de cuidar su salud.

-Usted ha crecido aquí.

-Yo me he criado detrás del mostrador; aquí me venía a jugar o a estudiar después del colegio, y yo soy un producto de la tienda, como Manolito el de Mafalda... (ríe). Toda la familia nos hemos criado alrededor de un comercio, una situación bastante normal, donde el día a día hace que vaya calando el amor por el negocio.

-Ha visto cómo se trabajaba, cómo lo hacían sus padres.

-He llegado a ver a mi abuela trabajar en la tienda, e incluso venía todos los días después de jubilarse hasta que se murió a los 91 años. Se sentaba ahí y saludaba a los clientes, porque muchos la conocían, después de tantos años. He visto sobre todo a mis padres, porque nosotros desayunábamos empresa, comíamos empresa y cenábamos empresa. 24 horas, cada día. Nos íbamos de viaje y aprovechaban para ir a ver tiendas por toda Europa. Los veranos nos íbamos a Alemania, Holanda, Suiza, Inglaterra, siempre con la excusa de que en Europa los negocios ecológicos han ido un poco por delante, para ver cómo lo hacían ellos.

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«Mi madre y yo hicimos un tándem perfecto tras la muerte de mi padre»

 

-Sería distinta la tienda en sus inicios. ¿Conoce la historia?

-Tirando de clientes y de archivo, hace dos años pudimos recomponer la historia. El herbolario se lo compró mi bisabuela en 1926 a mi abuelo porque él quería ser impresor o mecánico, pero no pudo ser ninguna de las dos cosas. Ella tenía una pollería en este mismo local, que era muy grande, y donde había varias tiendas en una especie de mini El Corte Inglés. Dos señoras muy mayores regentaban una herboristería y mi abuelo empezó a trabajar con ellas, le gustó y se puso a estudiar. Anteriormente había pertenecido a las hijas del gobernador de Valencia durante la Guerra Carlista. Que sepamos, ha sido propiedad de tres familias.

Pepe Navarro, durante la entrevista, donde echa la vista atrás de una vida dedicada al comercio. damián torres

 

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-¿Qué ha aprendido de sus padres, de sus abuelos?

-El amor por lo que hago, la dedicación y el esfuerzo, porque además es un trabajo muy agradecido; en el momento en que estás vendiendo unas hierbas o un producto que va a repercutir en su salud, los clientes vuelven y lo agradecen. También el sacrificio de un comercio, porque después de la hostelería es uno de los horarios más esclavos. Te tiene que gustar mucho el negocio para ser feliz detrás de un mostrador, pero si tienes vocación lo disfrutas.

-¿Tuvo dudas en algún momento de qué quería hacer con su vida?

-De alguna forma mi padre lo supo hacer muy bien porque yo estudié Dirección y Administración de Empresas y cuando acabé la carrera me cameló y sin darme cuenta yo ya estaba aquí. Así que las dudas que pude tener sobre todo en el sentido de trabajar fuera del negocio, aunque fuera un tiempo, desaparecieron. En 2005 mi padre fallece y me quedo al frente de un modo un poco sobrevenido.

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-¿Cuantos años tenía?

-Tenía 29 años. Mi madre y yo hicimos desde aquel momento un tándem perfecto y ahora está jubilada, pero viene todos los días y está en las decisiones importantes porque sigue siendo accionista. Ella viene a poner orden, como una madre (ríe).

-Pero esto ya no es un comercio.

-No. La dificultad de la empresa es mucho más grande, porque tenemos un servicio logístico, departamento de marketing, comerciales, administración. Ha pasado a ser una empresa con 49 tiendas en la cual la dificultad cada vez es mayor.

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«Me encanta pasear, la bici y el mar; los problemas desaparecen en el agua»

-¿En qué sentido?

-Al ser más grande hemos de ser cada vez mejores porque tenemos mucha más visibilidad. Hay muchos lugares donde somos el referente, y de alguna forma creamos tendencia. Además, las dificultades vienen por la gestión de la tienda online, que es compleja, y porque cada lugar tiene sus peculiaridades, desde Santander hasta Palma de Mallorca.

-Ahora ya no parece que tengan conciencia ecológica cuatro frikis.

-Nosotros hemos visto esa evolución, de gente que podía ser un friki, como dice, de la alimentación, a que la mayoría de la población está ahora más concienciada que el que más lo estaba hace veinte años. Nosotros también hemos evolucionado, que primero nos extrañaba el cliente que quería reciclar el envase, o que no quería plástico. Hemos ido aprendiendo de ellos. El grado de dificultad es que muchas empresas se está acercando comercialmente a nuestro sector. Ahora se practica mucho el 'green washing'. Pero bueno, al final que la gente tome conciencia es positivo para la sociedad.

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-¿Y a nivel personal? ¿Está concienciado con los valores de su negocio?

-En mi casa tengo instaladas placas solares, uso coche eléctrico y tengo dos gallinas aunque mi mujer me riña… (ríe). Pero la satisfacción que me da cargar mi coche con el sol del fin de semana no se puede explicar. Igual que ver que con lo que ha sobrado de la nevera le doy de comer a las gallinas y ellas me dan a mí huevos. En mi casa se ríen de mí pero bueno, tengo ese punto friki.

-No debe de haber muchas gallinas en Rocafort, donde vive...

-Es cierto, no hay muchas (ríe). Es una costumbre que en los pueblos se ha perdido y es más fácil encontrar en otros países, pero que debería recuperarse, sobre todo en los pueblos. Ahora estamos en un momento de hipersanidad, pero yo tengo el recuerdo de ir a la vaquería con mi abuela, que era de Massanassa, donde la leche sabía a leche de verdad. Y esa parte romántica se puede hacer realidad.

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Pepe Navarro ha querido mantener el espíritu de herbolario de un negocio que ha ido modernizándose con los años. damián torres

-Ahora parece posible.

-Y es que igual llevamos un pelín de retraso en ese aspecto porque en su día nos pasamos al hipermodernismo.

-¿Se repite la misma situación con sus hijos que sucedió con usted?

-Le engañaría si le dijera que no quiero que sigan con el negocio, son tantos años de empresa que de alguna forma me gustaría que alguno de los dos le diera continuidad. Dicho esto, son pequeños todavía, Nicolás tiene 15 y Andrés nueve, y sé además que estar en un negocio infeliz es un calvario, porque si no te gusta tu trabajo no lo vas a hacer bien.

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-¿Ha sido difícil con la pandemia?

-En la pandemia no nos dejaban salir y la gente que estaba en casa venía a comprar productos para hacerse una comida de calidad. Con cúrcuma, con jengibre, con leche de coco… Además, la gente ha puesto en primer orden de preferencia la salud, y hemos vendido muchos productos para subir las defensas, para estar más fuertes. También han aumentado las ventas los productos relacionados con la ansiedad y mucha gente ha decidido cuidarse.

-No les ha ido mal entonces.

-Además, a veces hay que mirarlo con perspectiva, porque la realidad es que con esta empresa no han podido dos guerras mundiales, una guerra civil, otra pandemia, la de 1918, la crisis inmobiliaria, el Covid, ahora Ucrania... que solo falta que vengan los marcianos (ríe).

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-Pero el sector agroalimentario no es fácil, aunque ahora la pandemia les haya tratado bien.

-No, pero creo que en España está todo por hacer, y el reto es que el gran consumo no pueda con la empresa familiar, y suplir las armas que ellos tienen con más alma, más corazón y más pasión. Es muy gratificante además trabajar con proveedores que tienen ese nivel de conciencia, y que están en lugares adonde yo me iría a vivir. Que gracias a ellos han reabierto el colegio, que dan trabajo a personas en la España vaciada, que han recuperado el territorio... Formar parte de ello es muy emocionante y al mismo tiempo un reto para poder seguir siendo un referente a nivel nacional.

-¿Qué le permite recargar pilas?

-Me encanta pasear, coger la bicicleta los fines de semana por la montaña y, sobre todo, el mar. Quizás como soy Piscis me relaja mucho, y cuando me baño, los problemas del día parecen desaparecer. Hago una infusión de mí mismo y me siento como pez en el agua. Además, juego con amigos al padel y además me gusta mucho cocinar; los fines de semana me encargo yo.

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-¿Qué cocina?

-Sobre todo comida tradicional. El arroz al horno, la paella o el puchero como lo hacía mi abuela, son famosos. En realidad no tiene ningún misterio, es la comida de siempre, pero me gusta mucho cocinar, para la familia, para los amigos. Tenemos una sociedad gastronómica y nos encanta juntarnos y compartir alrededor de una mesa.

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