Secciones
Servicios
Destacamos
maría josé carchano
Viernes, 7 de mayo 2021, 01:11
Puedo imaginar la cara de estupefacción de Ramón Palomar cuando una jefa de Canal 9 le pidió que incorporara a Rocío Jurado, quizás entre Los Ramones y Sex Pistols, en aquel mítico programa de música, Graffiti, donde dio sus primeros pasos en el mundo ... de la comunicación. «No tenían ni idea de qué estábamos haciendo», reflexiona, treinta años después. Ha pasado mucho tiempo y, por el camino, centenares de columnas escritas, unos cuantos programas de radio emitidos y dos novelas publicadas. Por sus hechos les conoceréis y aquel cultureta de los ochenta, con una capacidad muy grande de reírse de sí mismo, algo bohemio y a la vez pequeñoburgués, es genio y figura, con todas sus contradicciones. «Nadie aguanta la hemeroteca», confiesa. Su próximo proyecto, un vídeo en la web de LAS PROVINCIAS, donde hablará del otro lado de la actualidad. «Un libro, una película o un punto de vista distinto de lo que ocurre. Es un nuevo vehículo de expresión que me permite ir a mi aire en LAS PROVINCIAS, que es mi casa, y ofertar algo distinto».
-Si tuviera que definirse por una ocupación, ¿cuál sería?
-Columnista, escritor en la prensa. Es lo que más me gusta. También la radio, porque tienen algo en común, que la información pasa de ti al lector sin filtros. A mí me proporciona máximo placer escribir en casa, fumando, y con la libertad absoluta de hacerlo a la hora que quiera. Ese es mi verdadero enganche. Si me tuvieran que recordar por algo aquí en Valencia, que fuera por eso. Sin ninguna pretensión tampoco. Que una gran parte de la buena literatura de este país lo han hecho los columnistas.
-Pero usted ha hecho muchas cosas.
-Sí, pero para llegar a fin de mes. A mí me hubiera gustado ser rentista, millonario, dedicarme a la vida contemplativa. Pero necesito trabajar para vivir y comprarme mis caprichos. Si no, no tengo ningún interés en darle la tabarra la gente, creo que mi oficio es entrometerse en la vida de los demás, ya sea cuando hacía tele, en la radio o en la prensa. Yo lo hago porque me sale fácil, porque me pagan y porque me gusta. Tengo esa suerte. Pero si yo tuviera fortuna te aseguro que bajo el ritmo.
Vive en pleno Ensanche, en un ático reformado y diáfano donde en cada rincón hay una joya: un sillón de barbero del XIX, obras de Paco Roca, Willy Ramos o Genaro Lahuerta y muchos, muchos libros. Ramón Palomar es feliz ahí, con amigos, mientras enchufan una maravilla de 'jukebox' española para poner vinilos, con su estética punk, hablan de golf mientras 'torran' longanizas en una chimenea de diseño, y se comen el bocata sentados en una butaca Eames bajo la atenta mirada de un crucifijo del creador de Alien, del que solo hay 666 en el mundo.
-¿Se ha considerado un vividor?
-Yo creo que soy un gran currante, por desgracia, lo que pasa es que me ha gustado vivir, porque cuando aspiras a escribir hay que hacerlo. A mí me ha gustado conocer muchos ambientes, escuchar a la gente, me da igual que sea un agricultor, un taxista o un narcotraficante, una prostituta, un matón o un portero de discoteca. En una boda, me encontré con una gran dama de la jet y estuve tres horas hablando con ella. A mí que no me lo cuenten, soy yo el que va a los sitios.
-¿Ha aprendido a saber cómo es la gente?
-He aprendido que cuanto más arriba está alguien, cuanto más talento tiene, más sencillo es. Tengo cierto ojo para ver quién mola y quién no mola, y cuando digo eso quiero decir que sea de una pieza, no tiene que ver con la riqueza. La gente falsa, pastel y tóxica no me interesa. Tengo muy buenos amigos, de donde sea, me da igual que sean de la policía, la delincuencia, jueces, notarios o moteros.
-¿De la política?
-De la política no. No me interesa. No, porque los partidos son sectas, y no los puedes sacar de ese fanatismo. Son como los mormones, o los evangelistas, donde lo suyo es lo mejor y hay poca autocrítica. Tampoco suelen tener sentido del humor, así que no me interesan.
-¿Se ha creado un personaje?
-Es que yo no me siento personaje, para mí los personajes son los demás, por ejemplo, alguien que se pone traje y corbata todas las mañanas y tiene que ir a un curro que no le gusta. Yo soy así, procuro no molestar a nadie e ir a mi aire. Una persona corriente y moliente. Los demás son los que hacen cosas raras.
-No irá al golf con las botas Dr. Martens...
-¡No! Tengo mis zapatitos de golf, pero voy con vaqueros negros, no tengo bombacho a cuadros, y un polito para disimular. Pero es que el golf es punk, me lo dijo José Manuel Casañ, que lo enganché yo. Y, además, se puede fumar. ¿Conoces algún deporte donde se pueda fumar, y estar al aire libre, en un paisaje parecido?
-Si hablamos de vivir, usted lo ha hecho, y de qué forma, en épocas de mucho desfase.
-Veo que he tenido bastante suerte, porque en mi generación hay mucha gente que se ha quedado por el camino. Era una época de gran efervescencia, todo valía, pero también había poca información. Gente que creía que la vida era una película, que no supo salir a tiempo y se quedó por el camino por drogas, accidentes…
-¿Lo achaca a la suerte?
-Creo que me he librado de abismos en los que otros cayeron porque siempre he sabido distinguir entre la vida real y la ficción. Creo que hay un momento en la noche en que la gente se deja arrastrar, pero yo siempre he tenido un punto pequeñoburgués; a mí de niño no me obligaban a hacer la siesta, iba yo solo a hacerla. De pequeño ya era de mente viejuna, pero todo eso iba combinado con curiosidad, ganas de aprender, de conocer determinados ambientes, a veces muy turbios, en una mezcla un poco rara. En el fondo, cuando llegaba el peligro de verdad, cuando podía haberme deslizado sin retorno, volvía a mi puerto de pequeña burguesía. A mí la burbuja de confort me gusta. Sal tú, si quieres, que yo me la he currado. Siempre he tenido esa lucecita de sensatez y buenos amigos que me han aconsejado.
-¿De dónde le viene la pasión por la escritura?
-A mí siempre me ha gustado escribir porque he tenido la suerte desde muy pequeño de leer; mis padres supieron atraparme a través de la lectura. Él era catedrático de francés y mi madre, una gran lectora. Yo he leído mucho además, en francés y en español.
-También le ha gustado la música. ¿Se ha considerado crítico musical?
-(Contesta rápidamente) No. Sé algo de música, pero en Valencia hay grandes críticos musicales, como Rafa Cervera, y yo soy un aficionado por lo mismo, porque después de que mi padre viviera en Francia diez años, en mi casa se escuchaba jazz. Le tendré que agradecer siempre que no sonaran en Navidad villancicos espantosos, sino Mahalia Jackson y gospel. Luego pasé al rock&roll, al blues y a muchas más cosas. Creo que tengo buen tímpano, pero nada más.
-¿Es exigente tener una opinión sobre algo todos los días?
-Sí, lo que pasa es que desarrollas oficio. A cambio, sin hijos ni otro tipo de obligaciones conyugales, tengo un poco más de tiempo libre. Es exigente, pero es droga dura, engancha. Y que te paguen por opinar es maravilloso; a mí me sigue pareciendo un misterio.
-Todos somos economistas en una crisis, entrenadores en un partido, inmunólogos en una pandemia. ¿Cómo se hace para que valga la pena lo que escribe?
-Ahí es donde interviene la ironía y el ingenio. Tienes que reírte de ti mismo, ser corrosivo y dar collejas para marcar terreno.
-¿Y tragarse sus propias palabras a veces?
-Claro que sí, y asumir que has cambiado completamente de opinión sobre lo que pensabas hace tres meses.
-Pero la sociedad no perdona las incoherencias.
-Yo defiendo la incoherencia. ¿Por qué eso de no cambies nunca? Si yo lo que quiero es cambiar... La coherencia, como la sinceridad, está un poquito sobrevalorada.
-Si pienso en alguien que está en contra de lo políticamente correcto es usted.
-Yo creo que es un gravísimo peligro para todos, que es una tiranía y una dictadura, y espero que estalle, o emerja un movimiento contra la corrección política, como el ensayo de Edu Galán. Que vale ya, déjennos respirar. No se puede hacer una broma con nada, en esa especie de beaterío laico, de espíritu monjil sin ir a misa que nos aplasta. El deber de todo escritor y todo artista es provocar. Si no, ¿qué sentido tiene?
-Estudiaba Románicas, ¿iba para profesor?
-Me dejé la carrera en quinto porque ser profesor es algo que me aterraba, esa vida tan ordenada... Imagínate, por lo que hablábamos de cambiar: yo antes salía todas las noches; ahora me acuesto pronto y me levanto a las siete de la mañana.
Más sobre Revista de Valencia
María José Carchano
begoña clérigues
elena meléndez
-¿Cómo ha cambiado con los años Valencia?
-Creo que por un lado ha sido un cambio a mejor, con todas las infraestructuras que ha ganado con los años, pero ha perdido parte de ese sabor que tenía. Era una ciudad sin reglamentos, terriblemente divertida, canalla y engolfada, muy graciosa. Con los años, a cambio, Valencia es mucho más cosmopolita. Y 'Noruega', la novela de Rafa Lahuerta, lo retrata muy bien.
-Vivió en Tánger de niño, una ciudad muy cosmopolita en aquella época.
-Yo iba a un colegio francés con compañeros de muchas nacionalidades, y aquel ambiente intercultural maravilloso, aquel espíritu internacional y libre, me ha impedido caer en los nacionalismos, y creo que me ha vacunado para siempre contra el virus de la boina.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.