Tomates y alubias, a punto de desaparecer. LP

El resurgir de lo autóctono

El autoconsumo de muchos agricultores y ganaderos se ha convertido en una pieza básica para recuperar semillas y razas que han estado a punto de desaparecer

Vicente Agudo

Valencia

Domingo, 17 de enero 2021

Durante años ocuparon enormes extensiones de tierra, pero poco a poco fueron desapareciendo. Dificultades en el proceso de cultivo, poca demanda, variedades más productivas y la aparición de plagas han acabado por arrinconar unos productos autóctonos que luchan por hacerse un hueco en el mercado. Sólo la tenacidad de unos locos románticos está logrando que el cacau del collaret, la alubia del confit, la bajoca de motor, el garrofó de la cella negra o la manzana esperiega vuelvan a resurgir de la tierra.

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La tarea no es fácil. Conseguir semillas fue el primer obstáculo con el que se encontraron estos agricultores. Pero, por suerte, siempre hay vecinos con pequeñas parcelas que cultivan para autoconsumo. Ahí estaba la solución y el futuro de unos productos que poco a poco van haciéndose fuertes. Pero no todo es una alfombra roja. La aparición de variedades más resistentes a enfermedades y, sobre todo, más productivas se convierten en verdaderos obstáculos infranqueables.

La alubia del confit es un ejemplo clarificador. En los años 50, la localidad de Viver fue una gran productora de esta legumbre, que se exportaba principalmente a Cataluña. Los vecinos recuerdan la llegada de camiones que se marchaban cargados de cajones. Pero el paso del tiempo y su difícil producción acabaron con su cultivo y se convirtió en algo residual. Hasta que llegó David Carot, presidente de la cooperativa de Viver, y tres agricultores más y decidieron buscar semillas por todo el pueblo para que la huerta del término volviera a ver crecer esta alubia, muy apreciada por reputados cocineros.

Otro ejemplo lo encarna Héctor Molina, agricultor de Vila-real y vehemente luchador por defender el patrimonio del campo. Él sabe bien lo que es luchar contra corriente. Para él, recuperar cultivos olvidados y razas prácticamente extintas no es algo importantes, sino «una obligación moral que tenemos. La agricultura y la ganadería que poseemos forma parte de nuestra cultura y es un bien patrimonial debemos cuidar».

Molina considera que «los cuatro locos» que luchan por este sueño están haciendo las cosas muy bien, «pero la sociedad los están dejando de lado, no los valora. Hemos perdido la tienda tradicional y con ella los productos propios y exclusivos de la Comunitat». Además, señala directamente al Gobierno valenciano por dar la espalda a la recuperación de las raíces. «Sólo se trabaja sobe la oveja guirra, pero de todo lo demás, nada de nada». La semilla está plantada, sólo queda que la sociedad y la Administración abonen esta iniciativa.

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