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Fede y Estrella estuvieron unos años viviendo en Sudáfrica por temas laborales. Tiempo después se trasladaron a Francia, pero siempre mantuvieron la ilusión de tener una casa en Moraira. Cuando decidieron iniciar la obra residían en París, así que depositaron toda la confianza en ... el estudio de arquitectura de Antonio Altarriba, amigo personal de la infancia, para llevar a cabo este proyecto tan deseado y complejo.
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«Los inicios no fueron sencillos. La licencia de obra tardó casi dos años y la ejecución también fue bastante complicada por la pendiente de la parcela y la presencia de diferentes infraestructuras preexistentes», explica Antonio Altarriba.
Como anécdota, el arquitecto relata que existe una tradición en el trabajo de Fede que consiste en pintarle un ojo a un muñeco Daruma cuando arranca un proyecto. Al terminar hay que pintarle el segundo ojo al muñeco, pues cuenta la leyenda que el muñeco quiere ver con los dos ojos y ese deseo hace que el proyecto termine con éxito.
«La tradición se cumplió y, tras casi cinco largos años de trabajo, conseguimos pintarle el segundo ojo. Lo celebraron con uno de los rituales habituales del estudio, cocinando yo mismo una paella a leña», relata Altarriba.
La vivienda se distribuye en cuatro volúmenes, tres pétreos y uno blanco, que se deslizan a lo largo de la ladera. Esta distribución de los espacios genera un recorrido arquitectónico que distribuye las distintas zonas de la casa integrándose plenamente en la topografía de la parcela y su entorno. El volumen blanco, con mayor entidad, cuenta con dos plantas y alberga el acceso en doble altura.
La planta baja acoge la zona de día y en ella se distribuyen un salón, el comedor, la cocina y el lavadero. En la primera planta se sitúa la habitación principal, a la que se accede a través de la doble altura del acceso. Dos de los volúmenes de piedra acogen las habitaciones secundarias, cada una con cuarto de baño, y se disponen en diferentes niveles siguiendo la accidentada orografía del terreno.
El tercer volumen pétreo es el salón, con una mayor altura. «El conjunto queda completado con un porche de hormigón que proporciona sombra y comunica el salón con la piscina. Con ello conseguimos sensación de continuidad enlazando visualmente el interior y el exterior de la casa», explica Altarriba.
En el sótano se ubica el cuarto de máquinas y un gran espacio con salida directa a un patio gracias al cual se obtiene ventilación natural. Este patio vehicula el acceso del salón con el sótano. «La materialidad es muy básica. Hemos escogido elementos naturales autóctonos como la piedra de campo de mampostería, original de la zona de Teulada, o el blanco liso de mortero. Para los suelos y revestimientos interiores optamos por el hormigón».
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