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Tomás Herrero tiene dos menores en acogida permanente. Redacción

¿Quién es Tomás Herrero?

Ha llegado a acoger en su casa a cuatro menores porque un día decidió que debía darse a los demás porque se consideraba un privilegiado, aunque solo fuera por tener las necesidades básicas cubiertas. Diecisiete años después, ha ayudado a darle un futuro a los adultos del mañana, además de crecer como persona

MARÍA JOSÉ CARCHANO

Sábado, 8 de febrero 2020, 23:57

Un ejemplo. Un niño de cuatro años que se queda solo porque su madre, politoxicómana, entra en la cárcel por un delito. Ese menor, sin nadie que se pueda hacer cargo, entra a formar parte de un hogar, en una familia de acogida. El tiempo y las circunstancias dirán cuánto tiempo se queda. «Pero es que los hijos tampoco son nuestros, como decía el poeta Khalil Gibran, no nos pertenecen». Quien lo tiene tan claro es Tomás Herrero, perteneciente a la junta directiva de la Asociación Valenciana de Familias de Acogida, padre acogedor desde hace ya diecisiete años.

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-Familia de acogida. No conozco un compromiso mayor que ese, el de ofrecer las 24 horas del día a alguien a quien no conocemos.

-En mi caso, decidí corresponder a la sociedad con algo de justicia social, porque considero que he tenido mucha suerte en la vida.

-¿Lo cree?

-Sí, claro, y la sigo teniendo, no solo por mi forma de vivir, sino también por la forma en que me educaron para verlo. De igual manera que hay gente que se ahoga en un vaso de agua, hay otros que nadan en piscinas llenas. Yo tengo las necesidades básicas cubiertas, y solo eso ya me hace sentirme afortunado. Quizás no tengo que agradecérselo a nadie o a nada, pero lo es. Intento, además, aprender cada día de los errores, adelantar terreno para ser mejor persona.

-¿Cuándo se da cuenta de que es un privilegiado?

-Creo que fui más consciente del momento en que me di cuenta de la hipocresía que existía en la sociedad. Es cierto que toda ayuda es buena, pero hay un refrán que para mí lo explica muy bien, y es 'a Dios rogando y con el mazo dando'. Yo no me amparo en unas creencias, sino en la enseñanza que he recibido de mis padres de lo que está bien y lo que está mal. Así que decidí que yo quería ayudar de forma directa, sin intermediarios. Vivo en la huerta, y en la huerta está el agricultor, la tierra y el consumidor final. Porque siempre hay un intermediario que no se mueve de su silla, que saca beneficios sin arriesgar.

Un sueño por cumplir

  • Acercar la cultura Uno de los sueños de Tomás Herrero, en el que le gustaría «echar el resto», es crear una asociación donde poder favorecer a los menores para que desarrollen estudios culturales. Que, principalmente, los niños que tienen carencias socio-afectivas se ven muy beneficiados por el acercamiento a la cultura, al teatro, a la música. «Lo hemos vivido con una de las menores a nuestro cargo, que estudia Danza».

-En este tipo de ayudas, supongo que llegarían a un consenso familiar.

-Hay un equipo, claro. Se habló, nos informamos, porque todo lleva un proceso. Tenemos un hijo y a él le pilló con cinco años. Muchas veces pensamos que un menor de esa edad no puede aportar nada a un adulto. Todo lo contrario. En situaciones duras del acogimiento -perdón, situaciones menos buenas- nos ha ayudado con su madurez en las distintas etapas. A los cincos años le explicamos que teníamos una buena vida, que podíamos ayudar a los demás. Es complicado, pero lo asimiló, tanto que ahora es voluntario en la asociación, va a campamentos con los niños, es muy creativo, tiene una mente prodigiosa, saca matrículas de honor en la universidad… Los dos menores que tenemos en acogida permanente son sus hermanos, y así los considera él.

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-¿Si yo le preguntara qué consejos darme para convertirme en familia de acogida qué me diría?

-El hecho de pensarlo e interesarse ya dice bastante de alguien. La idea de darte a los demás en acogida es tratar con menores, menores que no siempre son lo ideal que quiere la gente. Porque hay muchas familias que confunden el acogimiento con la adopción, y no es lo mismo.

-¿Qué le ha aportado a usted?

-En el lenguaje existe la psicología positiva. En mi familia eliminamos palabras como culpa. Al no haber culpa no hay resentimiento, las cosas negativas no existen. Las circunstancias del día a día, todo lo que vivimos, te pueden aportar cosas buenas y mejores. Yo siento que el acogimiento me ha dado un enriquecimiento personal, aunque las situaciones que hemos vivido no hayan sido exactamente las que esperábamos vivir. Pero es que, ¿quién tiene una vida idílica? Yo creo que nadie.

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-¿Ha visto usted las ventajas de estar en una familia, para estos niños?

-Lo que estamos haciendo es trabajar, día a día, para dar cobijo, amor y seguridad a los pilares del edificio social, a los adultos del mañana, que van a ser la sociedad del futuro. Y es una función muy importante. En el último congreso organizado el pasado mes de noviembre los expertos coincidían en la importancia del desarrollo de un menor dentro de una familia y erradicar estos centros de internamiento de acogida.

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