![Extranjeros en Valencia: Olivier Sabria](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202001/07/media/cortadas/1421521828-kPAG-U901151558786WrH-1248x770@Las%20Provincias.jpg)
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ELENA MELÉNDEZ
Domingo, 19 de enero 2020, 00:16
Lo de Olivier Sabria con Valencia fue amor a primera vista. Este pintor de alma errante nació y creció en Toulouse pero desde siempre tuvo vinculación con España, ya que uno de sus abuelos era de Córcega y el otro de Barcelona. De pequeño descubrió que su relación con nuestro país iba más allá de los lugares y paisajes, pues visita tras visita fue registrando en su mente los aromas, sonidos y sensaciones que durante sus estancias experimentaba. Algo que no se puede tocar, ni ver, pero que iba quedando en su memoria y, de adulto, conservó.
Con el tiempo, Olivier creció y se convirtió en músico. Además de tocar la batería abrió un estudio de grabación y, durante esa etapa, comenzó con una de sus grandes pasiones. «Me fascinan los pianos, así que aprendí a restaurarlos, es increíble todo lo que puede transmitirte un instrumento antiguo. Estuve haciéndolo durante veinticinco años», explica. Tras esa etapa lanzó una firma de productos analógicos para estudios de grabación que consiguió vender en todo el mundo y que con el tiempo quebró. Sintió que tenía que empezar de cero con algo creativo y el instinto le llevó a pintar. «Era el año 2008, empecé con trocitos de madera, pintaba elementos gráficos con tornillos y pinturas industriales. Hacía cosas muy primarias con un estilo rudo y directo», explica Olivier, que no le costó reiniciarse en algo totalmente distinto a lo que había hecho hasta ese momento.
Lugar de nacimiento: Toulouse.
Años en Valencia: Tres.
Motivo que le impulsó a venir: Encontrar un lugar que le inspirara y en el que sentirse a gusto.
Edificio fetiche: Mercado Central.
La ciudad es... «como la magdalena de Proust, su aroma es la infancia».
No había pasado mucho tiempo desde su cambio de rumbo cuando una amiga artista le animó a apuntarse en un concurso cuando una amiga artista le animó a apuntarse en un concurso de arte que ganó y, solo seis meses después, hizo su primera exposición en Nueva York. En la muestra seguía con las piezas de madera pero introdujo algo de lienzo, fiel a su estilo bruto con toques de neo expresionismo. Vio que la pintura podía ser el lugar donde redescubrirse a sí mismo, donde desarrollar una faceta que no sabía que tenía.
Tras unos años pintando se le plantea la necesidad de cambiar y decide trasladarse a Barcelona, una ciudad que había visitado con frecuencia desde niño para ver a su familia. Allí protagonizó varias exposiciones, una de ellas en una conocida protagonizó varias exposiciones, una de ellas en una conocida galería de Sarrià. Pero la vida de Olivier no se detenía en un lugar, así que recaló en Ibiza, donde estuvo viviendo solo un año. En ese tiempo dejó de pintar, un periodo de latencia un año durante el cual le dio tiempo a reflexionar sobre cómo seguir. «No quería estar más tiempo en Ibiza y pensé en Valencia; no conocía demasiado la ciudad pero era un lugar que en ese momento me apetecía. Bastó un paseo en bici de dos horas para darme cuenta de que era aquí donde quería vivir», explica el pintor, que en todo momento habla de esas sensaciones, más que de lugares, que le hicieron tomar la decisión de quedarse.
El Carmen fue el lugar escogido por Olivier, que durante tres años pintó y vivió en la misma casa junto al Mercado Central. Hace solo un par de semanas inauguró un estudio en el local que había albergado el bar La posada del Ángel, un espacio en la plaza del Ángel en el que ha tenido que hacer una reforma de acondicionamiento para poder instalarse. «Mi trabajo cambió aquí, no sé si es la luz pero hay algo que me inspira y que ha hecho crecer mi obra. El barrio del Carmen es un espacio estimulante y el Mercado Central es posiblemente mi lugar favorito de la ciudad, la arquitectura es increíble y dentro pasan muchas cosas».
Los olores de la infancia Olivier confiesa que lo que le atrae de un lugar, y en concreto de Valencia, no es el paisaje, ni siquiera los edifcios, pues lo suyo tiene más que ver con los olores, con la etapa en la que pasaba aquí las vacaciones. «Cuando abro la ventana aquí huele a España como olía antes, en Barcelona e Ibiza eso ya no pasa. Es un olor grabado en mi mente desde pequeño, lo reencontré aquí, no podría definirlo, es como la magdalena de Proust, me trae toda la infancia de golpe».
Para Olivier, Valencia no es una ciudad muy viva a nivel artístico pues en su opinión las cosas que ocurren son casi todas anecdóticas. Esto ha despertado en él las ganas de ponerse en acción y ya está organizando una gran exposición que verá la luz en el mes de abril. «No he pensado cuanto tiempo me voy a quedar, es la primera vez que no tengo en la cabeza irme del sitio en el que vivo, estoy bien aquí. Valencia me ha abrazado, me anima a crear, me siento como en casa».
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