Lola Narváez, en l'Olleta de Altea. LP

Quién veranea en la Marina más exclusiva

La comarca esconde municipios con personalidades muy distintas, desde la Altea ibicenca al lujo de Moraira, donde familias como los Duato o los Buigues iniciaron unos veranos a los que se han apuntado quienes buscan la tranquilidad frente a la bulliciosa Xàbia

Sábado, 19 de agosto 2023, 01:13

Moraira rivaliza con Xàbia como destino de verano de la burguesía valenciana. Junto con Calpe y Altea tiene en común un entorno natural bucólico, con pinos, calas y un mar de azul intenso. «Es el entorno marino más bonito de la Comunidad Valenciana», explica el ... médico estomatólogo Enrique Llobell, que veranea en Moraira desde hace cuarenta años. «De ahí se desprendieron las Baleares y es como un pedacito de Formentera», añade. Precisamente es lo que les gusta a sus veraneantes, disfrutar de la tranquilidad de la naturaleza y de la vida diurna frente al bullicio nocturno de otras playas.

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«Altea es mágica para mi retina», dice la fotógrafa Eva Ripoll. «Siempre que puedo me escapo para descansar la vista. Callejear por las calles blancas de Altea y disfrutar de esas esas vistas infinitas del mar Mediterráneo donde se divisa el Peñón de Ifach es yoga para mi ojos».

Esa misma sensación que tiene Eva Ripoll es común a otros de sus veraneantes. «Vengo a Altea desde hace casi cuarenta años y esta es mi playa preferida y mi remanso de paz. Me gusta porque aquí tengo mi desconexión total, raramente veo amigos y esto es mi descanso anual», confiesa Lola Narváez.

A los valencianos que veranean en Altea les gusta dar largos paseo por el camino al faro, en el parque natural de Serra Gelada, ver el atardecer desde el Portet, subir al casco antiguo y callejear por los puestecitos de artesanía para luego cenar en algunos de los restaurantes de la zona. «Tomarme un refresco en la plaza de la Iglesia de Nuestra Señora del Consuelo con mi hija y mi perro es un chute de creatividad», añade Eva Ripoll, que encuentra inspiración al andar por esas calles empedradas y casitas encaladas.

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Para Nuel Puig, sin embargo, Altea es algo más que un destino de vacaciones, ya que sus padres viven en la zona alta del pueblo. «Toda mi infancia y adolescencia la pasé allí. Además, el departamento de diseño de mi agencia de creación de contenido y comunicación, dirigido por Sofía Ostoic, tiene su sede allí, lo que me hace ir más a menudo».

Arriba, Eva Ripoll con su perro Nicolás en Altea. A la izquierda, Ana Joudi en Calpe y a la derecha, Nuel Puig, que veranea en Altea.

Nuel adora Altea. Le encanta el chiringuito El Cranc, con una terraza maravillosa al mar, y sobre todo el casco antiguo del pueblo. «En verano, la zona del casco antiguo siempre se llena de color con sus tiendas de artesanos y las tradicionales Balconades d'Altea, una exposición al aire libre en los balcones de la parte antigua. Mi padre, Manolo Puig, lleva más de 15 años participando y aportando color a esta zona tan emblemática».

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El chiringuito El Cranc, junto con L'Olleta, también forma parte del veraneo de Lola Narváez, antropóloga y directora de la Fundación Profesor Manuel Broseta, que veranea en Altea con su marido, el economista Luis Caruana. «En el caso antiguo me gusta la Forqueta, que lo lleva Mariano, el cocinero del mítico El Obrador en Altea. En esos sitios me siento como en casa y hay unas vistas maravillosas sobre la bahía de la Olleta».

Vista de una de las calles empinadas de Altea, con el mar al fondo. NUEL PUIG

Verano relajado

A diferencia de otros destinos de playa, Altea invita a llevar un estilo de vida relajado y sano, prácticamente no hay sitios de copas, lo que lleva disfrutar de la vida diurna. Sus veraneantes también son discretos y prefieren llevar una vida tranquila.

Altea no sólo es sitio de veraneo. Algunos se enamoraron tanto del entorno que se han quedado a vivir allí. Es lo que le sucedió al cantante Francisco y su mujer Paca Ribes. «Un verano -cuenta Paca- estábamos navegando y llegamos al puerto de Altea, nos gustó tanto que nos quedamos un mes. Acabamos comprándole la casa de Altea Hills a Bertín Osborne, nos enloqueció nada más verla, aquello parecía Mónaco. Ahora vivimos todo el año, inviernos incluidos, desde hace más de veinte años». También la presidenta de la Academia Valenciana de Gastronomía, Belén Arias, tiene casa en Altea, una preciosa villa con piscina donde recibe a sus amigos, les invita a comer y las sobremesas se alargan hasta la noche. «Aquí hay mucha gente de incógnito que prefiere veranear discretamente».

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Altea tampoco se entendería sin sus puertos. El Club Náutico de Campomanes, el de Altea, el Portet, un puerto pesquero donde puedes ver las subastas de pescado, y Porto Senso, con un restaurante al borde del mar. «Parece que estés en Mikonos, casi tocas el agua, y el pescado está buenísimo», cuenta Paca. Allí es fácil encontrarse cenando a políticos valencianos en modo incógnito, casi irreconocibles con bermudas y polo.

Arriba, Enrique Llobell, a la izquierda Pedro Toledano y a su lado Mª Ángeles Peña y Javier Miranda. LP

Moraira comparte con Altea ese carácter de oasis entre tanto bullicio y también es destino de muchas familias conocidas valencianas. El prestigioso odontólogo Enrique Llobell veranea en el Portet desde hace cuarenta años. «Mi apellido es de la zona y tenemos registradas nueve generaciones en Teulada». Enrique ha sido presidente del club de tenis El Portet durante veinte años, hasta la semana pasada. «Mis prioridades son hacer deporte -tenis, pádel o deportes náuticos-, cultivar las amistades y leer». Llobell tiene una de esas furgonetas Volkswagen de los sesenta de color azul que no pasa desapercibida cuando pasea por el pueblo. «Aunque mis hijos me la cogen constantemente».

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Hacer deporte, descansar y leer es lo mismo que busca Laura Gallego en sus veranos en la zona. «Es un pueblito tranquilo y pequeño -cuenta Laura Gallego- lo que lo hace encantador, con no demasiada marcha nocturna pero con muy bonitas calas». A Laura le encanta levantarse temprano y salir a correr bordeando el mar. «Al terminar, me doy un buen baño como premio. El resto del día transcurre tranquilo entre la playa y la sombra de los pinos, leyendo y por la tarde tomando una copa donde se tercie, pero siempre mirando al mar». Otro plan obligado es ir los sábados por la mañana al rastro de Xaló y tomar un vermut por allí.

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«Lo mejor que se puede hacer en Moraira es dedicarse al dolce far niente», recomienda la interiorista Zdenka Lara, que pasa los veranos con su marido, Pepe Rubert, en una casa rodeada de pinos con vistas al Portet, la joya de la corona. «Desayunar con vistas al mar, hacer pádel surf en el Portet, comer en alguno de los restaurantes con terraza, dar un paseo por la tarde hasta el pueblo, tomar un vinito por la noche en el náutico, ese es el plan ideal».

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Moraira también es un refugio familiar para el empresario Josep Viosques. «Compramos la casa en El Portet hace unos diez años y es la casa familiar de los Viosques Sanjuan, allí nos reunimos con mis padres y mi hermana y celebramos comidas y cenas con amigos debajo de una higuera. Es una desconexión total y mi pequeño paraíso en Alicante, me encanta pasear por el Portet, tomar el aperitivo en cualquiera de sus chiringuitos o disfrutar de la cocina internacional de Moraira, en especial del restaurante hindú The Katmandu».

El Portet de Moraira. JOSEP VIOSQUES

Apellidos de Moraira

En el Portet de Moraira casi todas las familias se conocen. Los primeros en descubrir sus aguas transparentes y la tranquilidad que se respiraba fueron los Duato, abuelos del bailarín Nacho Duato y la actriz Ana Duato, y la familia Buigues. Entonces, en los años cuarenta, unas pocas familias valencianas, diez, quince como mucho, empezaron a comprar casitas de pescadores: los Dávalos, los Carbonell, los Cafarena, Casanova, los Forcada, los Muñoz y los Zaragosí. Luego, en los setenta y ochenta, empezaron a veranear familias de Santa Bárbara como los Asensi, Ugarte, los Carbonell o los Casanova.

A pesar del exceso de construcción, común en toda la costa, Moraira sigue conservando ese carácter familiar donde veranean hijos y nietos de familias valencianas que conviven con turistas extranjeros. Allí tienen casa los hijos del desaparecido Manel Casanova, que fundó el Club Náutico con otros socios como los Zaragosí y Guillermo Dávalos, abuelo de Camino Bañón. También veranean allí el magistrado José María Vázquez Honrubia, el empresario Lluis Lluch, Pedro Toledano, el periodista Lluís Bertomeu, Asun Martínez Marco, Chelo Cotanda, o el cirujano de la plaza de toros de Valencia, Fernando Carbonell. Su hermano, Jose Carbonell, vive allí todo el año.

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El doctor Javier Miranda y su mujer, Mª Ángeles Peña, veranean en la zona desde hace quince años. «Conforme los niños se hacen mayores, el verano incluye los fines de semana de junio a octubre», explican. Lo que más les gusta de Moraira es la paz que transmite el mar. «La vista del Cap d'Or desde la terraza del Chamizo degustando un arroz o desde Algas tomando un cocktail cuando atardece, no tiene precio; y si miras hacia el otro lado, desde las terrazas de la playa del Portet, tienes enfrente el Peñón de Ifach, que también que resulta impresionante». Al matrimonio también les encanta pasear por la noche por el pueblo, bajando hasta el Club Náutico, tomando el típico helado en alguna de las terrazas. Y es que la poca vida social que hay en Moraira gira en torno al Náutico.

Calpe es otro de los destinos de verano de familias valencianas. Ana Joudí e Ismael Zahrawi veranean allí desde los años noventa. «Hay muchos lugares maravillosos, como las pequeñas cala; mi preferida es Calalga. Además, me encanta la libertad que se respira en su ámbito social, es muy abierta, muy europea, con mucho turismo internacional. Nosotros tenemos un grupo de amigos notarios y médicos que viven en Calpe todo el año, tienen casas con unas vistas fabulosas». El atractivo de Calpe va más allá de sus calas, famosas por sus aguas cristalinas. Puede presumir de tener tres restaurantes con estrella Michelin: Audrey's, Orobianco y Beat, en The Cook Hotel.

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