![Quién veranea en Xàbia, el paraíso mediterráneo](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2023/07/11/Cala%20Blanca-k8FF-U200739087940drB-1200x840@Las%20Provincias.jpg)
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Hay quien asegura que el movimiento del 'flower power' entró en España por Xàbia y no por Ibiza. De hecho, la costa norte alicantina, desde Dénia hasta Altea, mantiene ese toque hippy y relajado, donde se relajan las normas y se vuelve a los ... orígenes, a la vida al aire libre, a la ausencia de horarios y a esa estética bohemia con kaftanes estampados, pareos indios, sandalias, bolsos de rafia y collares de cuentas artesanales. Quizá sea ese uno de los grandes atractivos que tiene Xàbia para la burguesía valenciana.
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Pasar allí los meses de verano y, sin llegar nunca a desmelenarse, sacar su corazón hippy y sentir por unos días que se saltan los convencionalismos, eso sí, sin dejar de rodearse de la élite política y empresarial valenciana. Es como el ejecutivo que va con traje chaqueta impecable y luego se pone varias pulseras hippies, transmitiendo el mensaje de que sí, que está socialmente posicionado, pero que tiene un alma libre que pugna por salir en cuanto le dejan. Y es en verano y en Xàbia cuando uno se siente en libertad al navegar por las calas de aguas transparentes sin mirar el reloj, dejando pasar el día bajo el sol, comiendo cocas de pimiento y tomate y dejándose mecer por las olas hasta la hora del gintonic.
Lo del pasado hippy de Xàbia es más que una anécdota. El fundador de la mítica discoteca La Hacienda, Harris Sportes, que falleció hace unos años, me contó cómo vivió ese fenómeno en los sesenta: «Los americanos habían descubierto Xàbia y La Plana cuando atracaban sus skippers en el puerto. Buscaban la tranquilidad y la encontraron en el Cabo de San Antonio. Venían con dólares y compraban terrenos en La Plana -entre el Montgó y el Cabo de San Antonio- cuando el metro cuadrado costaba una peseta».
Relataba además anécdotas como el hecho de que trajeron consigo «muchas sectas hindúes, como los 'hare krishna', buscando un oasis donde nadie les molestase y sus casas eran sencillas. Pero cuando empezó a llegar el turismo, se marcharon a Ibiza en busca de tranquilidad y cuando la isla se masificó, se largaron a Oriente Medio».
Ese espíritu hippy es el que buscan y encuentran muchos veraneantes. «Xàbia es un estado de ánimo», confiesa Elena Gutiérrez. «Dejó de convertirse en un lugar cuando descubrí que allí lograba encontrar la paz, la tranquilidad y la felicidad que no tenía en la ciudad. Sólo escuchar su nombre ya me surge una sonrisa. Perderme en el pueblo, el puerto, las calas, la gastronomía, las excursiones… da igual donde vayas, al final del camino siempre está el mar, que enamora como ningún otro».
La mayoría de sus veraneantes se declara enamorado de Xàbia a pesar de la masificación del mes de agosto. Al empresario Carlos Llobet le encanta pasear desde el puerto a Cala Blanca, bordeando el mar; a Carolina Merino y José María Ricart subir al Montgó y practicar paddle surf y buceo. A la galerista Sara Joudí desayunar en La Siesta -uno de los sitios de copas más concurridos, en la playa del primer Montañar-, disfrutando de sus vistas y después ir a la Cala del Portixol. «Es una de mis favoritas, con sus casas de pescadores con paredes encaladas y ventanas azules; las playas y calas de Xàbia son muy especiales y su ambiente te hace sentir muy bien».
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Ese espíritu hippy ha atraído a muchos valencianos. En Xàbia tienen casa políticos como el ex ministro García Margallo y el expresidente de la Generalitat, Paco Camps, el astronauta Pedro Duque, el jurista Vicente Garrido y Begoña Mortes, el presidente de la Fundación Cañada Blanch, Juan Viña, y su mujer, la traumatóloga Teresa Bas, el empresario Francisco Corell, Rafael Gómez Insaustegui y Teresa Noguera, Begoña Casanova y Borja Trénor, la cirujana plástica Isabel Moreno y su marido, el doctor José Luis Zaragosí, los hermanos De Miguel -Alicia, Carmen, Paloma y Jose-, Sela Falcó y José Boix, el presidente de Stadler, Íñigo Parra y la periodista Henar Molinero, los diseñadores Adrián Salvador y Lucas Zaragosí, el interiorista Carlos Serra con su pareja, Víctor Nebot o la influencer Marta Lozano y su marido, Lorenzo Remohí.
La lista de veraneantes de la burguesía valenciana es interminable: las hermanas Bea y Julia Pechuán, la interiorista Ana Serratosa y Javier Vela, Pablo Serratosa y Silvia Escolá, Begoña y Cuchita Lluch -que pasa el verano con Juan Echanove-, Sergio Adelantado y Sara López, Teresa Badía, Espe Vila, el abogado José Pérez-Manglano, Desampa Gil Moret, Sonsoles Gómez Torres, las hermanas Gómez Lechón, Silvia Lafuente, María José Tatay, Mudi Almansa, Silvia Suay, Cristina Bellido, Amparo López, Amparo Barrachina, Elena Safránez, Jaime Pastor Ghelfi, Vicente Sales, Ricardo Montllor, Eva y Merche Mengot, Teresa Badía, Isabel Aliño y Alberto Clérigues, María Alacreu, Pilar Ruiz, Natacha Hervás, Cristina de Salazar, Esther Sanz, Antonio Pérez-Manglano y Mabel Orts, Pascual Segura y Paula Canet, Rocío Robles y Jose Luis Latorre, Isabel Cuesta, Carmen García Puertas y Alfonso Pascual, Maida Roig, Bienvenido Asensi, Luis Bodes y su mujer, Marta Aznar, Carlos Jericó y Mónica Sales…
Xàbia imprime tanta huella en sus veraneantes que algunos la convierten en su propia marca personal. Maribel Cosme, que tiene una casa con vistas a la bahía y a la isla del Portixol, bautizó a la firma de ropa de hombre que lanzó con su marido, Fernando Rodríguez, con el nombre de Black Cape, por el mirador de Cap Negre. Ellos pasan los veranos allí desde hace treinta años. «Me encanta leer bajo un pino o navegar. No frecuento la vida nocturna, pero salgo a cenar con amigos junto al mar o en el pueblo».
Uno de los primeros en llegar a Xàbia como veraneante fue el abuelo de Cristina Pérez Sahuquillo, que incluso pasó allí los años de la Guerra Civil porque le pilló el conflicto estudiando notarías en lo que ahora es La Sal.
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Los que sí frecuentan la vida nocturna son los que van a las numerosas fiestas que se celebran en la zona. La más famosa es la del cumpleaños de Rosa Castellví, fundadora del IVI. En su casa diseñada por el arquitecto Ramón Esteve, sobre la Cala Sardinera, organiza una fiesta temática a la que acude todo el quién es quién valenciano. Castellví, que sí tiene un espíritu auténticamente hippy, sugiere un 'dresscode' distinto cada año. El del año pasado fue verde y blanco «porque el verde es esperanza y el blanco es la paz». Era la primera fiesta tras la pandemia y en la invitación decía: «me gustaría que volviéramos a ocupar las sillas que quedaron vacías». Fue así y será igual este año, donde la anfitriona ha preparado para el 12 de agosto una fiesta con mucho brillo. «Para los que estáis ahí siempre, los que brilláis con luz propia incluso en las noches más oscuras, os invito a que brilléis en Casa Sardinera, porque la luz y el brillo no se pueden apagar nunca».
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