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Vista de la calle de La Paz, con la torre de Santa Catalina al fondo. iván arlandis

Quién vive en la calle La Paz de Valencia

Residen o tienen oficinas los Trenor, los Gómez-Torres o los Casanova. Saben que los edificios que han heredado son un patrimonio que deben cuidar y pasan de padres a hijos como un legado familiar

Lunes, 1 de noviembre 2021

Los espíritus de la burguesía del XIX, prohombres valencianos y también escritores y anarquistas de la Valencia republicana habitan en las paredes de muchos edificios de la calle la Paz. «Yo tengo a todos los fantasmas en paz, ya los he domesticado», dice el ... joyero Vicente Gracia. El edificio donde se ubica su tienda, con una fachada morisca, fue durante años sede de la Real Sociedad del Tiro al Pichón, un tipo de club inglés donde se reunían los caballeros para tomar una copa y fumar un puro, participar en una tertulia o incluso ver un espectáculo de señoritas. «Un representante catalán vino una vez a mi joyería y me dijo: 'el primer estriptis de mi vida lo vi aquí, en el tirito pichón' -así lo llamaban coloquialmente- y eso que era en la época de Franco. Siempre hemos sido una ciudad golfa», dice Gracia.

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La calle la Paz nació a finales del XIX como un proyecto que buscaba tener un paseo similar al Paseig de Gracia de Barcelona. Hasta esos años, la calle Caballeros concentraba la mayor parte de palacios y casas nobles. Con la revolución industrial, la nueva burguesía valenciana, que había viajado a París y había visto sus bulevares, quiso tener algo parecido aquí. Así nació la calle la Paz. Los Trenor, los Gómez-Torres, los Bolinches, los Moroder o los Casanova siguen residiendo en estos edificios manteniendo sus elegantes fachadas, cada una con su estilo. «Las grandes familias les pidieron a los arquitectos que creasen una calle con un estilo coordinado, no edificios iguales, sino que tuviesen una coherencia. Fue un proyecto múltiple, no como en Barcelona, que se lo encargan todo a Gaudí», cuenta Vicente Gracia.

En el fondo subyacía esa idea filantrópica de devolver algo a la sociedad valenciana. «Ellos pensaban que tenían la responsabilidad de embellecer la ciudad. Por eso aquí se instalaron todas las joyerías de Valencia y también los cafés de nivel como Ideal Room, El Siglo en la plaza de la Reina o el Gran Café Continental y la confitería la Rosa de Jericó; la gente venía a pasear, era el sitio elegante de la ciudad», cuenta Vicente Gracia.

Embellecer la ciudad

Los arquitectos modernistas, coordinados por las familias burguesas, proyectaron abrir una nueva calle, que no existía, para asentarla en la Torre de Santa Catalina.

Esas familias regalaron a la ciudad magníficas obras de arquitectura, como los Gómez-Trenor, con su monumental mirador en la esquina; los Trenor y Trenor, las de sus primos en donde se ubica ahora el Hotel Vincci, Antiguo Hotel Metropol, y donde se estableció el gobierno de la República durante el final de la Guerra Civil. También es pintoresco el edificio modernista pintado de verde de los Gómez-Torres, con su enorme mirador asomado a la calle Comedias; o la propia joyería Gracia, un capricho morisco del que fue su dueño Manuel Monforte.

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La calle sufrió los avatares de la Guerra Civil; el edificio del tiro de pichón fue la sede de la Federación Anarquista Ibérica durante unos años. Milagrosamente, los edificios quedaron intactos y han sobrevivido hasta hoy, excepto la pensión Munich, que se derribó para construir otro edificio.

En los años 70, la zona entró en decadencia. «La gente se empezó a trasladar a Jaume Roig porque veía estas casas muy antiguas; hubo dejadez por parte del Ayuntamiento, acabó siendo la calle de las prostitutas y se fue vaciando de gente. Las casas se quedaron sucias y feas, pero afortunadamente se empezaron a rehabilitar en la democracia y pintar. La gente se dio cuenta que detrás de ese velo había una gran calle», cuenta Gracia.

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En los ochenta nace ese espíritu de recuperar antes que derribar. La historiadora Trini Simó comenzó a rescatar el modernismo valenciano con libros ilustrados por las fotos de Francesc Jarque y los ciudadanos se dieron cuenta del valor que tenía la calle la Paz. «Hoy viven familias que valoran esa tradición y la cuidan; el que se queda una casa allí sabe que es un legado que tiene que proteger y mimar. En la calle la Paz se mantienen hoy los edificios de oficinas de los Gómez-Trenor, de los Casanova, de grandes sagas familiares cultas como los Caruana o los Font de Mora, los Trenor, los Bolinches, los Báguena, los Casanova o los Manglano».

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