«Vivo por y para el deporte». Esta frase es como una carta de presentación para Pepe García Pedret, vecino de Utiel que regenta una tienda de bicicletas en la localidad donde es muy conocido. Mientras atiende a los clientes que acuden para que les ponga la 'burra' a punto, narra su subida al Everest sin haber viajado a Nepal. Es más, subió los 8.849 metros que emulan el punto de la Tierra más elevado respecto al nivel del mar sin salir del municipio. Y otro dato que puede servir a todo aquel que piense hoy en quedarse en casa por pereza o una pequeña molestia: su reto nació de una lesión mientras se entrenaba en bicicleta.
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«Me caí y no tenía nada roto, pero me dolía. En las pruebas todo salía normal, pero debía tener una bursitis o algo», comenta: «No podía perder la forma porque estaba preparando el Ultratrail del Aneto, que es dentro de nada (23 a 25 de julio). Decidí seguir adelante con lo único que era capaz de hacer, caminar con los bastones de senderismo...». Lo que son las redes sociales en la actualidad, Pepe se topó con una práctica que se ha puesto muy de moda, sobre todo durante la pandemia: el everesting. «Se trata de completar en una sola pendiente, subiéndola las veces que sea necesario, el desnivel positivo de la montaña. Sobre todo se hace en bicicleta, pero también se puede llevar a cabo corriendo».
Como reglas, sólo se puede llevar a cabo en una pendiente. Y luego, hay dos modalidades: una que permite ser transportado al 'campo base' en el descenso y otra, más compleja y de desgaste, subiendo y bajando. «En el descenso las piernas sufren más a nivel muscular, de articulaciones...», explica Pepe. ¿Cuál eligió él? Cómo no, la segunda.
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«En Utiel tenemos la Sierra del Negrete y hay una pendiente en la zona de la ermita del Remedio. En la cima hay un observatorio, con antenas de telefonía y todo eso... es una zona muy conocida y la llamamos el Pico del Remedio», precisa. Se trata de una subida de dos kilómetros en los que se alcanzan 240 metros de desnivel positivo. «Lo tenía todo calculado: tenía que ascender 37 veces para completar el reto», indica Pepe. Cuando llevaba días caminando, su cadera empezó a mejorar ostensiblemente, se puso a la faena.
«Empecé el 12 de junio a las 16.30 horas. ¡Con toda la calina!», comenta. Tenía una furgoneta: «Cada vez que bajaba, me obligaba a sentarme y tomar algo y a beber». Y colgó un cartel, con la intención de que el puñado de amigos que se acercasen a apoyarle, firmaran. Pero para su sorpresa, ese respaldo se desbordó: «No sé cuánta gente vino, pero en algunos momentos, las escaleras de la ermita estaban llenas. Y en ciertas horas, hubo quienes me acompañaron. Hasta llegó alguien con un megáfono para animar. Se presentó en la zona la Guardia Civil, a ver qué pasaba. Cuando les expliqué el reto, que era algo personal y que no había nada organizado y que era totalmente espontáneo, me respondieron: '¡Eso se avisa!'».
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Pepe García Pedret siguió a lo suyo. Sube y baja. Anocheció y bajaron las temperaturas, pero con la oscuridad el descenso es más exigente. Pasó todo el 13 de junio y por fin, a las 1.30 horas del 14, descendió por última vez del Pico del Remedio. Había recorrido 155 kilómetros, había invertido 32 horas y 45 minutos y, sobre todo, había acumulado 8.850 metros de desnivel positivo. Había quemado 18.000 kilocalorías y había perdido 6 kilos: «Todo eso queda registrado a través de Strava en la página oficial del reto. Luego lo investigan, te piden alguna foto y entonces te lo homologan. Cuando yo pasé mis datos había poca gente que lo había hecho caminando o corriendo, creo que unos 150«.
El desafío de Pepe García Pedret queda en la red como testigo de que la primera etapa para conseguir algo es siempre desterrar el 'no'. «Mi primer desafío fue a los 19, cuando tuve una hernia discal y un médico me dijo que no volvería a correr. Empecé a ir en bici», subraya. Y hasta la fecha. Años después, sufrió una caída en la que se partió una clavícula. «Me puse a nadar, a darle movilidad al brazo. Creo que si me hubiera quedado parado, hubiese perdido mucha de la que tengo en la actualidad», señala: «En esta ocasión, ha sido igual. ¿No podía entrenar como yo quería? Algo tenía que hacer porque quería llegar fuerte a la carrera del Aneto. Empecé a caminar y he terminando haciendo esta aventura andando y corriendo».
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Ha trabajado como electricista muchos años y ahora se dedica a su pasión, ya que regenta la tienda de deportes. Esto después de tiempo practicando ciclismo, carrera a pie, natación, triatlón... «De esta experiencia lo que me llevo es el cariño de la gente. Ese cartel firmado es más premio que cualquier medalla que me hubieran dado», afirma. Y de paso, caminando y corriendo pendiente arriba y pendiente abajo, ha terminado de superar sus dolencias y se ha puesto fuerte de cara a los siguientes desafíos.
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