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El aeropuerto de Castellón, un ave fénix que coge altura
Modelo mixto ·
Once rutas y 300.000 pasajeros al año reactivan una infraestructura que fue atacada desde Madrid como símbolo del despilfarro en la ComunitatSecciones
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Once rutas y 300.000 pasajeros al año reactivan una infraestructura que fue atacada desde Madrid como símbolo del despilfarro en la ComunitatEl vuelo de Ryanair procedente de Londres aterriza en la pista del aeropuerto de Castellón a las 9:55 horas del pasado martes. La escalerilla automática se despliega, toca suelo y por ella desciende el pasaje del Boeing, que ha llegado sin una ... plaza libre. En fila india esperan en la zona de embarque los pasajeros que subirán a la misma aeronave para ir a la capital británica. Muchos de ellos en manga corta, vuelven a su país y el fresco de la mañana no es más que una brisa mediterránea. El vuelo de la compañía irlandesa despega a las 10:42 horas con el pasaje lleno. Los aviones ya son una rutina en Vilanova d'Alcolea. La Generalitat ha aplicado un modelo mixto en el que el tráfico comercial es la base del negocio, pero se ha completado con un una gestión empresarial, que ha dado un excelente resultado con el asentamiento de varios negocios vinculados directamente con la aeronáutica.
El aeropuerto de Castellón se convirtió en un arma arrojadiza contra el Partido Popular de los Fabra y Camps, en un estilete político para dinamitar las mayorías populares. Fue carne de meme y de los Wyomings de turno, un recurso informativo cuando había poco que contar. Razón no faltaba; exageración, tampoco. Un símbolo en Madrid del despilfarro de la Generalitat Valenciana, sin que nadie atendiera la posibilidad de darle el uso que el tiempo ha demostrado que sí que tenía. Sólo había que dejar a un lado la política y ponerse a gestionar.
Hasta que eso llegó, el logo del avión lució en la camiseta del Villarreal y en el carenado de la moto de Álex Debón, mientras el piloto Roberto 'Teto' Merhi, que llegó a la Fórmula 1, se hartaba de hacer trompos en la pista con su turismo del campeonato alemán. Vilanova d'Alcolea era un lugar de peregrinaje, sobre todo para aquellos políticos de la oposición que quemaban todos los cartuchos que podían para echar al PP de la Generalitat.
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Héctor Esteban
Héctor Esteban
El aeropuerto del abuelo –celebre frase de Carlos Fabra a su nieto el día que el virrey de la Diputación inauguró la instalación con la escultura de Ripollés como testigo– se ha transformado hoy en una instalación fundamental para la Comunitat. No sólo porque vuelan los aviones sino porque hay mucho más. ¿De Castellón a la luna? Al paso que van, quizá. Las cadenas nacionales ya no se acercan a Vilanova d'Alcolea. Las buenas noticias no interesan.
El machacado aeropuerto sin aviones, inaugurado sin actividad el 25 de marzo de 2011, alzó el vuelo con un chárter del Villarreal rumbo a San Sebastián para jugar ante la Real Sociedad el 14 de enero de 2015. Aquello fue un espejismo hasta que el anterior Consell del Botánico, con Ximo Puig y Francesc Colomer al frente –sin olvidar a Blanca Marín, al frente de Aerocas–, reactivó una instalación que hoy el PP de Carlos Mazón ha heredado para darle una continuidad y subir pies de altura para marcar el mejor cuatrimestre de su existencia. En 2023, registró su récord de pasajeros con más de 283.000 –un 90% más que en el ejercicio anterior– y casi 10.000 operaciones. El perfil técnico de Justo Vellón en la dirección general parece ajustado a la hoja de ruta. Sólo había que darle sentido a la instalación.
El año va bien, con máximo histórico en los primeros cuatro meses y un abril sobresaliente con más de 24.500 pasajeros y más de un millar de operaciones. La curva es ascendente y si el verano es bueno, la idea es marcar un nuevo récord. El objetivo es llegar a medio plazo al medio millón de pasajeros.
El aeropuerto ha pasado de no tener aviones a 11 rutas regulares en 2024. La más importante a Londres (Stansted), con cuatro vuelos semanales operados por Ryanair. La compañia irlandesa copa los destinos europeos desde Castellón con conexiones con Berlín, Bruselas, Düsseldorf (Weeze), Milán y Oporto (a partir del 1 de junio).
Los vuelos internacionales los completa la húngara W!ZZ, que aterrizó el martes desde Bucarest veinte minutos antes que Ryanair de Londres. Aerocas ha entendido que la amplia comunidad rumana que habita en Castellón, casi 32.000 personas, son clientes potenciales para volar a su país de origen. Esta ruta también tiene cuatro conexiones semanales. La idea es que los húngaros, una vez superen unos pequeños problemas que tienen con algunos de sus aviones, puedan ampliar la oferta con rutas a Budapest (Hungría) y Katowice (Polonia).
La oferta nacional va de la mano de Air Nostrum-Iberia, con cinco vuelos semanales a Madrid, mientras que Volotea va a empezar a partir de junio con un vuelo a Bilbao y está firmada a partir de diciembre uno más a Asturias. Los 62.193 pasajeros en el primer cuatrimestre de 2024 es fruto del trabajo, de duplicar las conexiones con Londres y el refuerzo de la ruta con Bucarest.
La operación de lograr nuevas rutas sigue. Para 2026 habrá conexión con París y Stuttgart y el reto es sumar oferta para el año que viene.
El despegue del Ryanair hacia Londres devuelve la calma a la terminal. Castellón no es un aeropuerto al uso. No hay trasiego. Hay vuelos, pero no hay prisas. En el exterior de la terminal, un turista, o por lo menos tiene esa pinta, toma el sol a pecho descubierto tumbado en un banco. Nunca le dijeron que Vilanova d'Alcola no está en primera línea de playa. Nadie sabe si va o viene, o si espera uno de los autobuses lanzadera que van a Castellón o Torreblanca.
El parking está lleno, porque no hay tarifa, es gratis, por lo que a veces sale a cuenta dejar el coche para recogerlo a la vuelta.
Dentro, en la terminal, una trabajadora de una casa de alquiler de vehículos pasa el tiempo hasta el próximo vuelo. Si ha tenido trabajo, ha sido a primera hora. Ahora mira al infinito. No hay casi nadie porque quizá ya no se espera a nadie. En los paneles de salidas y llegadas hay oscuridad. Alguien entra al cuarto de baño y la sala 30 del museo de Vilafamés tiene las paredes blancas porque no hay nada que colgar.
Al fondo, la cafetería. Las mesas están llenas. Un café solo, un cortado con la leche caliente y un donut de chocolate sale por 6,60 euros, un precio que hace recordar que sin duda estás en un aeropuerto con aviones.
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