A medida que los mayores alcanzan la última etapa de sus vidas, parece que se olvida todo lo que un día fueron y que, consecuentemente, ... les hace ser quien son. Recordar su historia, sus andaduras, sus errores, aprendizajes y las locuras de la juventud es tan necesario como reconfortante. Y eso es lo que hace la residencia Domus Vi, volver a poner el foco en los más grandes y sobre todo, en lo que tienen que contar. Así nace la iniciativa 'Vidas con Historia', un proyecto que se materializa en la edición de un libro de vida de cada residente. Como comenta la directora del centro, Lorena Villanueva, «esta iniciativa no es solo importante para el residente y su familia, si no también para nosotros como profesionales».
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El proceso dura un año durante el cual cinco de los trabajadores de la residencia se encargan de plasmar la vida de cinco residentes en un libro. Después de todo el esfuerzo y un año entero de acompañamiento, se imprimen los libros físicos y se lleva a cabo el acto final con la presentación oficial de los mismos. Lorena Villanueva, la directora, señala que «es un acto muy emotivo, vienen todas las familias y a veces se nos ha dado la circunstancia, como por ejemplo este año, que de los cinco libros que entregamos, una de las señoras, justamente, a los 99 años falleció». Y prosigue: «La verdad es que ese libro fue especialmente emotivo y su entrega... porque ella ya no estaba aquí».
Para los residentes, este acto es fundamental. Cuando acaba van con sus libros a todos lados, para ellos es un orgullo y una satisfacción el verse reflejados. Amparo Ubeda, la psicóloga de la residencia y la coordinadora de esta edición, explica el por qué detrás del proyecto: «El objetivo fundamental es conocerlos mejor, para poder cuidarlos mejor». El trato cercano es imprescindible y para ello, hay que conocer al otro. Esta iniciativa le ha ayudado a conocer un poco más a todos los residentes, especialmente, a Jaime Viche cuyo bisabuelo, curiosamente, fundó este periódico.
A sus 85 años, Jaime Viche lo tiene claro: su misión en la vida es ayudar a la gente. Este residente que estudió química en la Universitat de Valencia no lo ha tenido nada fácil. Su historia es una narrativa de superación, de aprender a sobrellevar los baches de la vida y a confiar en que siempre algo bueno está por llegar. Su familia se arruinó cuando él tan solo tenía 21 años y se enfrentó a una difícil situación: o se casaba o se iba a Madrid. Con el dolor de despedirse de su familia, decidió quedarse en la Valencia que ya le había conquistado el corazón. Poco a poco, volvió a rehacer su vida, a empezar de cero y a construir su futuro como profesor en el Colegio Nuestra Señora del Pilar. Recuerda esos tiempos como uno de los más complicados de su vida: «Terminar la carrera fue muy difícil». Y añade: «Cuando me casé me quedé en blanco, no sé… Me costó concentrarme y eso me produjo una crisis».
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Su gran apoyo siempre fue y es Maribel, su mujer y la madre de sus tres hijos. Se conocieron con 15 años y desde entonces no se han separado. Ahora que Jaime vive en la residencia, Maribel le visita cada mañana para charlar, jugar al dominó y pasar tiempo juntos. Cuando se casaron y Jaime estaba conciliando el trabajo con sacarse una carrera y educar a sus hijos, ella siempre le repetía «Jaime estudia, Jaime estudia», rememora entre risas. Gracias a ella y a su incansable esfuerzo, Jaime consiguió acabar la carrera con 26 años. Más de cincuenta años después y con un legado de siete nietos, relata a LAS PROVINCIAS que lo que más alegría le da en el mundo es «mi mujer, mis hijos y hacer a las personas felices».
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Todo iba viento en popa hasta que llegó la tormenta de nuevo. Una operación de próstata, cáncer de colon y una bacteria que se metió en su corazón. «Estuve a punto de morirme», confiesa Jaime emocionado. Con la dedicación de los médicos, la confianza en Dios y el apoyo de su familia entró en la residencia. «El médico vio mi historial clínico y me dijo: 'Te vamos a curar'«. Y así fue: «Cuando entré aquí estaba hecho una piltrafa y ahora estoy muy bien», explica. En la residencia es todo un protagonista y más después de haber escrito un libro. No solo va al gimnasio y hasta hace pesas, sino que también pinta y está involucrado en varias actividades religiosas. «Siempre he confiado en Dios, siempre, siempre», cuenta Jaime. Su fe le ayudó a encontrar su misión y a recordarle que en la residencia «en lugar de estar triste y descontento, tenía que estar alegre para de esa manera conseguir que la gente también lo esté».
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