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Médicos, profesores, empresarios. Mayores, jóvenes… Da igual la dedicación, edad o creencias religiosas. Son muchos los valencianos que guardan en su memoria vivencias personales para las que el paso de los años no trae una explicación razonable. Sean o no paranormales (no habrá manera de saberlo), sean o no proyecciones de su mente, son percepciones que les han marcado.
Esos relatos suelen reservarse o se comparten sólo con personas íntimas, con el convencimiento de que otros no les van a creer. Los testigos temen, a menudo, que duden de su veracidad y se cuestione su razonamiento o estado mental.
Por eso hemos buceado entre familias valencianas rescatando vivencias desde el respeto, la honestidad y el anonimato (quien lo prefiere). Eso sí, poniendo el filtro en personas completamente cabales que llevan una vida normal y, sencillamente, no pueden encajar lo que vivieron.
Algunas de las experiencias de nuestra serie de relatos se producen en los momentos próximos al sueño. Como la que nos cuenta Marcos, convencido de que una presencia inexplicable se manifestó en su habitación cuando acababa de despertar y, de algún modo, lo atravesó. Aquella desagradable vivencia está anclada en su recuerdo.
Sucedió hace siete u ocho años, en mi casa. Era un sábado, sobre las ocho o nueve de la mañana. Mi mujer se había levantado pero yo seguía en el dormitorio, aprovechando el día de descanso, sumido en un agradable duermevela y extendido a mis anchas en toda la superficie de la cama. Disfrutaba que, por un rato, era su único ocupante.
De repente, y sólo por espacio de uno o dos segundos, experimenté la sensación más extraña y terrorífica que he tenido en mi vida. Sólo sé que noté algo, una presencia, una fuerza, una energía −no puedo definirlo con palabras más precisas−, que me atravesó de derecha a izquierda, desde la pared de la ventana hacia la del armario empotrado.
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También recuerdo como si esta fuerza hubiera producido un fuerte ruido en el momento de pasar a través de mí, como si un viento huracanado o un vehículo de enorme potencia hubiera pasado a gran velocidad a sólo unos centímetros de mí y casi pudiera arrastrarme con él.
Fuera lo que fuera aquello era algo muy poderoso y no precisamente positivo, por lo que me asusté muchísimo. Durante diez minutos no me atreví a abrir los ojos ni a hacer el más mínimo movimiento por miedo a lo que pudiera encontrar o suceder.
Con la punta de mis dedos palpaba la sábana sobre el colchón y el cabezal de la cama, simplemente para asegurarme de que seguía vivo y me encontraba en un lugar conocido.
Con el tiempo, he intentado racionalizar la experiencia, pensando que pudo ser producto del cansancio o del sueño, pero no estoy seguro de que fuera así. Era una hora ya luminosa de la mañana y recuerdo que estaba más consciente que dormido, por lo que sigo pensando que aquello que sentí fue realmente una fuerza de origen desconocido.
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