Boticaria García desmiente un conocido método para perder peso: «Existen ideas más saludables»
La farmacéutica y divulgadora ha puesto los puntos sobre las íes en este tema
El pan ha sido durante décadas un alimento omnipresente en la mesa, por lo que no es de extrañar que cualquier consejo relacionado con su consumo despierte interés general. De hecho, cada pequeño cambio en la forma de comerlo —ya sea integral, sin corteza o congelado— acaba convertido en una tendencia, especialmente si las redes sociales lo respaldan. La última moda, popularizada entre quienes buscan perder peso sin renunciar al pan, consiste en congelarlo previamente para alterar su estructura nutricional. Sin embargo, la farmacéutica y divulgadora Boticaria García ha puesto los puntos sobre las íes.
En los últimos tiempos, el consumo de pan en España ha disminuido notablemente. Si en los años 80 cada persona ingería una media de 50 kg al año, en 2022 esa cifra bajó a 31,77 kg. El cambio se debe, entre otros factores, a las advertencias de numerosos expertos sobre el alto contenido en carbohidratos refinados y el escaso aporte de nutrientes del pan blanco. Así, no es raro que surjan alternativas que prometen hacerlo más sano, como la congelación previa.
¿Es bueno congelar el pan para adelgazar?
La teoría viral de congelar el pan para adelgazar se basa en un proceso llamado retrogradación del almidón. Cuando el pan se congela y después se recalienta, parte de su almidón se transforma en almidón resistente, una sustancia que el intestino delgado no digiere fácilmente y que, al llegar casi intacta al colon, puede actuar como prebiótico alimentando a la microbiota intestinal. Además, este tipo de almidón aporta menos calorías (2,5 kcal por gramo frente a las 4 kcal del almidón digerible). A simple vista, parece una ventaja.
No obstante, Boticaria García aclara que los efectos reales sobre la pérdida de peso son mínimos. «En un primer momento, puede parecer que eso es más del 30% menos de calorías», señala. Sin embargo, «no todo el pan es almidón (puede ser la mitad) ni todo el almidón se convierte en resistente, solo una parte», añade. Así, en términos prácticos, una rebanada de pan de 80 kilocalorías apenas reduciría unas 8 kcal, una cifra poco significativa para impactar en el peso corporal.
Otro argumento habitual a favor del pan congelado es su capacidad para atenuar los picos de glucosa. Algunos estudios avalan esta idea, como uno publicado en 'Novelty in Clinical Medicine', que probó en 32 personas cómo se comportaba el azúcar en sangre tras consumir pan blanco congelado y recalentado. Los resultados mostraron una menor respuesta glucémica en comparación con el pan fresco. Algo similar ocurrió en una investigación de 2007 de la 'European Journal of Clinical Nutrition', que cifraba la reducción del índice glucémico en hasta un 31% (y un 40% si se tuesta tras congelarlo).
Sin embargo, estos resultados hay que interpretarlos con cautela. Ambos estudios se centraron en pan blanco, un producto con alto índice glucémico. En el caso del pan integral, que ya contiene fibra y produce una respuesta más moderada, el efecto del congelado sería mucho menos relevante.
¿Y la microbiota intestinal?
El beneficio más citado del almidón resistente es su efecto positivo sobre la flora intestinal, ya que actúa como prebiótico. Aun así, la cantidad generada por la congelación del pan no es tan elevada como para marcar una diferencia destacable en la salud intestinal. «El error está en pensar que congelar el pan es la bomba y que está haciendo algo importante», resume la experta.
Así, ante la duda de si vale la pena congelar el pan como método para adelgazar o mejorar la salud, la divulgadora lo deja claro: no hay soluciones mágicas. «Existen ideas más saludables», apunta, como escoger panes integrales ricos en fibra, mantener una dieta variada y priorizar alimentos naturalmente prebióticos como las legumbres, el plátano o la avena. La clave, como casi siempre en nutrición, está en la moderación, la variedad y el sentido común.
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