El término ictus, más conocido como infarto cerebral, se utiliza para describir las consecuencias de la interrupción del flujo sanguíneo en una parte del cerebro, o de la rotura de una arteria o vena cerebral. Esto es, cuando la sangre no llega de forma adecuada, la función de esa parte del cerebro que ha quedado afectada puede alterarse de forma transitoria o permanente. Es lo que también conocemos como embolia, trombosis o apoplejía.
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Según datos de a Sociedad Española de Neurología (SEN), el ictus es una enfermedad que afecta anualmente en España a más de 100.000 personas. En este sentido, es una de las causas más importantes de incapacidad permanente en adultos y la segunda causa de muerte.
Según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), los síntomas del ictus suelen aparecer de forma brusca y dependerán de la región cerebral afectada. Las cinco señales más frecuentes incluyen:
- Pérdida de fuerza o parálisis. Debilidad repentina, entumecimiento o parálisis en una parte del cuerpo, generalmente en un lado, ya sea brazo, pierna o rostro.
- Dificultades para hablar o comprender. Problemas para articular palabras, balbuceos o incapacidad para entender conversaciones simples.
- Pérdida de visión. Ceguera súbita parcial o total, visión doble o dificultad para enfocar.
- Problemas de equilibrio. Mareos, vértigo o falta de coordinación que pueden dificultar incluso mantenerse de pie.
- Dolor de cabeza intenso. Cefalea súbita y severa sin causa aparente, que puede estar acompañada de vómitos o pérdida de consciencia.
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En ocasiones, estos síntomas desaparecen en poco tiempo sin dejar secuelas visibles. Esto se conoce como accidente isquémico transitorio (AIT) y es un fuerte indicador de que un ictus más grave podría ocurrir en el futuro.
Existen una serie de factores de riesgo que aumentan la posibilidad de sufrir un ictus. El primero de ellos es la hipertensión, ya que que el 67% de los pacientes que ha sufrido un ictus tiene elevadas las cifras de presión arterial, multiplicando por cinco el riesgo de padecerlo. El segundo es la hipirlipidemia ya que los altos niveles de colesterol constituyen un riesgo elevado.
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Otro es la fibrilación muscular que es la arritmia más frecuente, presente en un 1% de la población general y hasta en un 10% en las personas de más de 75 años. El riesgo de accidente cerebro vascular secundario a tromboembolismo por fibrilación auricular es aproximadamente del 3% al 5% por año. El tabaquismo también multiplica hasta por cuatro el riesgo de sufrir un ictus. Por último, la diabéticos suelen presentar otros factores de riesgo aterogénicos, en concreto hipertensión, hiperlipidemia y obesidad.
Existe tratamiento para algunas formas de ictus pero su eficacia disminuye con el paso del tiempo desde el inicio de los síntomas. El tratamiento en las fases precoces reduce las lesiones cerebrales, la muerte y la incapacidad. Es muy importante contactar inmediatamente con los sistemas de emergencias sanitarios.
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