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Muertos. Clausura de la morgue instalada en el Palacio de Hielo de Madrid el 22 de abril de 2020 Eduardo Parra/EP

La peor tragedia desde la Guerra Civil

Más de 150.000 personas murieron en España en la pandemia, 30.000 de ellas en las residencias. El país se confinó y asistió incrédulo a una crisis sanitaria que casi hizo colapsar el sistema sanitario

Álvaro Soto

Madrid

Domingo, 16 de febrero 2025, 00:05

Si no fuera porque se vivió y se sufrió en cada hogar, los españoles no habrían podido creer lo que ocurrió en su país hace ... cinco años. Como en una película de terror, casi 50 millones de personas se encerraron durante un mes y medio en sus casas mientras un virus respiratorio muy contagioso se cebaba sobre todo con los más mayores, golpeaba la sanidad y mostraba la fragilidad de un sistema que estuvo al borde del colapso. Las imágenes de aquella primavera quedaron grabadas para siempre en la memoria colectiva y las cifras todavía estremecen: 45.000 personas murieron por covid-19 en España entre marzo, abril y mayo de 2020 y más de 150.000 fallecieron en total durante la pandemia en la peor tragedia humanitaria desde la Guerra Civil. Las metáforas bélicas, esta vez, no son una exageración.

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«Fue como si cayera una bomba», cuenta Verónica Casado, la consejera de Salud de Castilla y León que se convirtió en un símbolo de humanidad cuando no pudo evitar las lágrimas al recordar en una comparencia en el Parlamento de su comunidad a los sanitarios fallecidos. «Me di cuenta de la repercusión de la imagen cuando mi hija, que vive en Estados Unidos, me dijo que lo había visto allí en la tele», recuerda Casado, que ese día se permitió su único momento público de debilidad. «Yo lloraba todos los días en mi casa, pero cuando iba a trabajar quería mostrarme fuerte. Ahí, flaquezas, las justas», recuerda.

Elegida en 2018 por la Asociación Mundial de Médicos de Familia como la mejor doctora del mundo en esta especialidad, un año después fue designada consejera de Salud del Gobierno de Castilla y León. Llegó al cargo con mucha ilusión, pero todos sus planes saltaron por los aires cuando en marzo de 2020 se produjo «el estallido». Ella ya había advertido de lo que se venía encima, pero los españoles no percibieron del todo la gravedad de la covid-19 hasta un momento clave, la noche del domingo 8 de marzo, cuando pasaron de manifestarse el 8-M, asistir a partidos de fútbol o disfrutar de un fin de semana soleado, al lunes 9, en que se formaron inmensas colas en los supermercados ante el riesgo de que en un confinamiento dejara desabastecidas las tiendas.

Casado rememora aquellos primeros días «terribles» en que no había material sanitario y esas largas madrugadas buscando mascarillas y equipos de protección individual (EPI) hasta debajo de las piedras. «A las cinco de la mañana estábamos todos movilizados tratando de comprar. Una vez, teníamos apalabrado un avión en China cuando nos dijeron que habían llegado unos señores con maletines de dinero y se lo habían llevado a otro país», explica.

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La jungla del material sanitario obligó a los médicos y a las enfermeras a trabajar en condiciones precarias. Sobre todo en las primeras semanas, hasta las bolsas de basura sirvieron como improvisadas EPI. «La entrega y la templanza de los sanitarios y la capacidad de colaboración entre los profesionales salvaron al sistema en los días más duros. La elevada capacidad de autoorganización de los centros y la alta flexibilidad permitieron que la asistencia se pudiera seguir dando en casi todos los casos», cuenta el epidemiólogo Xurxo Hervada, director general de Salud Pública de Galicia durante la pandemia y uno de los cuatro autores del informe 'Evaluación del desempeño del Sistema Nacional de Salud Español frente a la pandemia de covid-19'.

Desabastecimiento. Un hombre pasa junto a las estanterías vacías de un supermercado en Madrid el 10 de marzo de 2020 Guillermo Navarro

No todos los centros sanitarios colapsaron, pero allí donde el golpe fue más fuerte, como la Comunidad de Madrid, los mayores ingresaban en las UCI pediátricas, los quirófanos se convertían en unidades de intensivos y los enfermos agudos llenaban los pasillos, mientras otros muchos pacientes tenían que permanecer en sus casas porque no había camas suficientes. Madrid habilitó un hospital improvisado en el parque ferial Ifema y construyó otro, el Isabel Zendal, en previsión de futuras pandemias. En total, los pacientes covid llegaron a ocupar el 40% de las de las 4.600 camas de intensivos de los centros españoles y hasta el 5% de los ingresados acababa falleciendo. «Era un colapso organizado», sintetiza Verónica Casado para alabar la labor de los sanitarios.

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Pero lo peor ocurrió en las residencias de mayores. Más de 30.000 ancianos murieron en los geriátricos, muchos de ellos solos, sin recibir ninguna atención y «sin dignidad», como denunciaron sus familias. Los militares entraron en los asilos para desinfectar y acabaron sacando bolsas de cadáveres mientras relataban que los supervivientes convivían con los muertos. Las cifras eran terribles: el 2 de abril fue el día con más víctimas, 950 personas, como si cinco aviones se hubieran estrellado en España.

Confinamiento. Soldados del Ejército desplegados en la Puerta del Sol el 17 de marzo de 2020 Ricardo Rubio /E.P.

Mientras, la población que no estaba directamente afectada por la covid-19 seguía con asombro los acontecimientos. Confinados en casa, teletrabajando o en ERTE, con los niños siguiendo las clases en sus pantallas y sin contacto físico con el resto de sus familias y sus amigos, los ciudadanos salían al balcón para aplaudir a los sanitarios a las ocho de la tarde, pero también para sentir que pese al aislamiento, seguían viviendo en sociedad. «Los españoles reaccionamos muy bien frente a una epidemia brutal», rememora la química, viróloga e inmunóloga Margarita del Val, que fue el rostro de la ciencia en los medios de comunicación y sobre todo, en la televisión. «Todavía hoy muchas personas me paran por la calle y me dan las gracias», cuenta.

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Terrible balance

Más de 150.000 personas murieron en España en la pandemia, 30.000 de ellas en las residencias

Experta en virus, en el sistema inmunitario y en vacunas en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), sus apariciones públicas eran didácticas, pero encerraban detrás muchas horas de conocimiento. «Desde que el virus se conoció en China, comencé a analizar todos los detalles. Lo leía todo y luego compartía documentos con mis compañeros», explica. Uno de esos artículos se publicó el 9 de marzo en el blog Ciencia con chocolate, comenzó a ser replicado en webs y redes sociales y recibió 100.000 visitas en la primera noche. «A partir de ahí comenzaron a llamarme y desde entonces la gente me percibe como alguien cercano», relata del Val, que valora la «conexión intergeneracional» de la sociedad durante la pandemia, con unos jóvenes «que se vacunaban por sus mayores», y resalta que aquella tragedia haya ayudado, por lo menos, «a que haya más información y se esté mejor preparado para otra futura crisis sanitaria».

El documento de evaluación de la covid-19 planteó una serie de recomendaciones (detección precoz, atención primaria fortalecida, mejora de la comunicación) que no buscan tanto evitar lo inevitable (los científicos no dudan de que habrá otra pandemia) como evitar una tragedia que dejó tantas heridas hace cinco años.

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