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Las tripas no sólo suenan por hambre

Las tripas no sólo suenan por hambre

El estómago y los intestinos tienen la importante misión de descomponer los alimentos en elementos más simples

Viernes, 20 de diciembre 2024, 00:03

El proceso digestivo es una de las funciones más fascinantes y esenciales de nuestro cuerpo. Todo empieza desde el momento en que ingerimos los alimentos, que pasan por un largo y meticuloso recorrido hasta convertirse en nutrientes que nuestro organismo utiliza para funcionar. Pero, inevitablemente, este proceso también genera sonidos y produce un residuo final que todos conocemos: las deposiciones.

El estómago y los intestinos tienen la importante misión de descomponer los alimentos en elementos más simples como proteínas, grasas, hidratos de carbono y vitaminas. Estas sustancias son absorbidas y distribuidas por el cuerpo para proporcionarnos energía y mantener nuestras funciones vitales. Sin embargo, algo curioso sucede en el camino: el rugir de las tripas, conocido como 'borborigmos'.

Contrario a la creencia popular, estos ruidos no siempre son un síntoma de hambre. Tal y como explican los expertos, los borborigmos son causados por los movimientos peristálticos de los intestinos, es decir, las contracciones que empujan los alimentos y los gases a través del tubo digestivo. Algunas personas los experimentan con mayor intensidad que otras, pero, en realidad, nos suceden a todos.

Un indicador clave

Aunque sea un tema poco glamuroso, las heces son un indicador clave de nuestra salud. Su color, forma, consistencia e incluso su frecuencia pueden alertarnos sobre problemas en nuestro sistema digestivo o sobre desequilibrios en nuestra dieta. De hecho, la famosa escala de Bristol clasifica las heces en diferentes tipos para ayudar a identificar trastornos digestivos.

Más allá de su función primaria como desecho, las heces son un indicador claro de cómo está funcionando nuestro sistema digestivo. Una alimentación equilibrada y una buena hidratación suelen reflejarse en deposiciones saludables. Por el contrario, cambios repentinos en su aspecto o frecuencia podrían señalar problemas como intolerancias alimentarias, infecciones, estrés o incluso condiciones más serias como enfermedades inflamatorias del intestino.

En este sentido, prestar atención a estos signos no debería ser motivo de vergüenza, sino un paso natural hacia el autocuidado. Nuestro cuerpo comunica constantemente su estado, y saber interpretarlo puede marcar la diferencia entre prevenir o lidiar con problemas mayores.

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