Estudiar una oposición es una carrera de fondo. Aprobar las pruebas que dan acceso a un empleo público cambian por completo la rutina de quienes ... deciden emplear una gran parte de su tiempo o de su tiempo libre en conseguir su objetivo de ser funcionarios o mejorar su posición dentro de la Administración. Y en esos meses, o incluso años, en el lugar de estudio, da tiempo para darle muchas vueltas a la cabeza, dudar de si el esfuerzo merece la pena o si se está haciendo lo correcto. Pero también para fantasear con tirar la toalla, tener crisis de fe sobre lo estudiado o, simplemente, sentir cansancio y aburrimiento con la vida que los exámenes han moldeado.
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Y es que las rutinas de los opositores pasan por la jornada completa, con tiradas de estudio de entre 12 y 14 horas diarias, a compaginarlo con un trabajo o con la conciliación. En estos últimos casos, el tiempo para preparar la prueba se reduce drásticamente o se ve interrumpido por contratiempos. Pero lo cierto es que quienes entran en el mundo opositor tienen claro que supone renuncias a muchas cosas: al ocio, al tiempo libre, al descanso, a la familia y hasta económicas, por la merma de ingresos que supone destinar el tiempo a estudiar. Incluso cambiar los ritmos vitales, porque algunos empiezan a estudiar al acabar la universidad, con apenas veintitantos años, mientras sus amigos empiezan la vida laboral, se independizan y comienzan a formar una familia. Es como vivir a los 20 años una vida de 30 y a los 30, cuando apruebas y tienes sueldo fijo y tiempo, vives la euforia de los 20.
Lo veremos mejor con dos ejemplos distintos. Antonio Gimeno fue opositor a notaría desde 2018 a 2022, año en que logró sacar la plaza. Por aquel entonces, entre los 24 y los 27 vivía con sus padres, que se hicieron cargo de todos los gastos de su manutención. Estudiaba de 7:30 a 14:00 horas y de 15:30 a 21:15, parando para comer y descansar. Después, por la noche, se iba a correr para despejar la mente. Como único día libre, los sábados. Y ese descanso, para él, era sagrado. Ese horario lo pudo llevar a rajatabla porque vivía con sus padres y no tenía que solventar tareas diarias como hacer la comida, ir a la compra, ir a trabajar o cuidar de unos hijos que, de momento, no tiene. Pero, para conocer mejor su historia, habrá que esperar unos días…a uno de los siguientes episodios de esta serie.
Malu Gil Opositora
Una situación totalmente distinta a la de Malu Gil, funcionaria de la Generalitat y opositora para un puesto de promoción interna mientras trabaja y cuida de sus dos hijos, que han nacido en pleno proceso de estudio. «La verdad es que la oposición forma parte ya de mi ADN y se puede afirmar que la he vivido (y vivo) desde perspectivas muy diferentes con el paso del tiempo», nos cuenta. En 2016 aprobó su actual plaza y ha seguido estudiando (con mayor o menor intensidad, eso sí) para acceder por promoción interna a un cuerpo superior. «Nada que ver ambas experiencias. Hasta que aprobé aquel año, la oposición sólo me requería lo propio: organización, fuerza de voluntad, compromiso y algunas renuncias. Yo vivía en casa de mis padres y la oposición era como un trabajo al que acudir cada día, solo que sin salir de casa. Sin más preocupaciones que estudiar», explica.
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El escenario se volvió radicalmente diferente cuando, tras aprobar, empezó a trabajar, se casó, se mudó y tuvo dos hijos. El tiempo pasó a ser un recurso aún más escaso, las prioridades se reorganizaron y el modo de estudio cambió por uno mucho más práctico y realista, nos cuenta esta joven valenciana. «La flexibilidad y la capacidad de improvisación son absolutamente necesarias, pero la planificación también. Y encontrar el equilibrio entre eso y la vida familiar, es muy difícil. Sobre todo, por las renuncias que hay que hacer a muchos momentos con mis hijos que se graban a fuego en la memoria (y en el corazón)». En su caso, por suerte, puede contar con la ayuda de los abuelos y el apoyo de su marido.
«Mi día a día varía aunque siempre tiene algo de rutina: trabajar por las mañanas y estudiar tres tardes a la semana, la otra para el 'cante' y la que resta he decidido dedicarla plenamente a mis hijos. Esta planificación siempre tiene alguna variación como por ejemplo, cuando toca ir al pediatra. Eso sí, los ratitos en el autobús o en la sala de espera de un medico, siempre los amenizo con la lectura de un tema, ya que suelo llevar siempre los apuntes encima o los temas grabados en el móvil». Los fines de semana, estudia por la mañana un ratito pero el resto del día es para su familia. «Todo cambiará cuando sean los exámenes puesto que esa es una época de aproximadamente 12 horas diarias de estudio», señala.
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Evidentemente, en su día a día, combina toda esta rutina con actividades que le permitan desconectar como el yoga, o las redes sociales (principalmente Instagram) donde comparte su experiencia como mamá opositora con otras personas que se encuentran en su misma situación desde su cuenta @malugil_ e intenta mostrar que con organización y constancia «es posible conseguir pequeños logros diarios» que la acercan a su meta.
Para estudiar oposiciones hay que tener la cabeza muy bien amueblada. Y no sólo para poder retener todo el contenido que se almacena durante todo el proceso de estudio, sino para no dejar las pruebas por el camino, ante la gran cantidad de incertidumbres que se van planteando a cada paso. De hecho, hay síndromes asociados a su figura, como el de la soledad del opositor, o numerosas incertidumbres ante un éxito que se mide con una palabra: aprobado.
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Myriam Oliver, psicóloga valenciana especializada en procesos de estudio, tiene perfectamente categorizados muchos de los problemas a los que se enfrentan los que estudian para lograr una plaza de funcionario. «Sufren varios síndromes, antes y durante el proceso. Se enfrentan a una gran incertidumbre por si aprueban o no, pero también porque tienden a pensar que su valor como personas depende del aprobado». De hecho, muchos de ellos se autoimponen una presión social basada en que sus amigos o familiares van a querer saber cómo les va, si han aprobado… y eso les hace esconder su situación para no sentirse observados». La doctora Oliver recuerda que muchos opositores han paralizdo su vida, mientras el resto de su entorno sigue adelante con ella. «Salen, tienen pareja, hijos, una buena posición económica…y ellos aún no han podido hacer demasiado en esos campos», explica. De ahí que no poder hacer vida social y esa sensación de que están solos en un proceso que sólo entienden quienes están viviendo los lleve a desarrollar el famoso síndrome de la soledad del opositor.
Esa falta de contacto con el exterior, ese aislamiento, y esas jornadas intensivas pueden acarrear problemas psicológicos como tristeza, apatía, baja motivación y ansiedad. Pero también físicos como caída de pelo, canas, dolores de espalda, abandono de hábitos saludables como hacer deporte que creen que les quita tiempo de estudio. «Llegan a somatizar síntomas intestinales, insomnio o ataques de pánico», explica la psicóloga, que cuenta que a veces, en situaciones más complejas, la historia se puede complicar por un añadido: no acudir a terapia o buscar ayuda de un psicólogo por miedo a que les reste tiempo de estudio. «Ahí la bola se hace más grande y puede empezar a afectar al rendimiento».
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Así que incluso opositando se puede sacar un rato para ir a terapia, sostiene la doctora Oliver. «Se puede ir sin perder tiempo. Tenemos cursos online para opositores que sólo duran 10 minutos una vez a la semana, se puede ir una vez cada dos semanas...Hay muchas posibilidades». Pero, sin duda, los beneficios de buscar ayuda son mayores que el tiempo que se puede 'perder'. El 40% del estudio depende de factores emocionales. Cuando nuestro cerebro se concentra, reciben sangre para regar las partes implicadas: la corteza frontal y el hipocampo. Pero si hay estrés, la sangre deja de ir tanto a esas zonas y se centra en las extremidades. Si hay menos sangre que pueda regar al cerebro, rindes menos, explica la psicóloga. Y es así donde se puede empezar a olvidar cosas, dormir peor o, en definitiva, rendir menos.
No todo a la hora de estudiar oposiciones es negativo, por supuesto. Pero hay recursos para tratar de mantener la mente activa sin tener que llegar a un 'burnout'. Nada que no se pueda trabajar con un poco de ayuda. «No sólo trabajamos la oposición, sino también su vida, porque la vida no es sólo preparar el examen. Hay que gestionar que sigue y no hacerlo tiene consecuencias vitales para su entorno», alerta la psicóloga. Por ejemplo, una de las cosas que más ayudan a los opositores es visualizarse en el día y el escenario del examen. Intentar estar ahí metalmente para no bloquearse, porque es sencillo que los nervios jueguen una mala pasada. Para ello, Myriam Oliver propone varios trucos
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Centrarse en cosas externas al examen. Por ejemplo, buscar tres cosas de color rojo en la sala y describirlas en voz baja o mentalmente. Con este truco, tu cabeza se concentra en lo que es real.
Ir al baño antes de comenzar la prueba y darse un autoabrazo para apoyarte a ti mismo. Si necesitas hacerlo dentro del examen, puedes hacer que te estiras para sentir protección.
Pero, opositar, por supuesto, también tiene una parte muy positiva en lo que a aprendizajes se refiere. «Tú estás estudiando y en algún momento dices: lo quiero dejar, porque he gastado tiempo y ahora no sé hacer otra cosa», señala la psicóloga. Eso sucede, pero ella siempre les explica a sus pacientes que opositar te da cualidades. «Eres muy perseverante, ganas paciencia, constancia, te sabes marcar objetivos, seguir una rutina, ser disciplinado…Y eso se puede extrapolar a muchas cosas. No es tiempo perdido», dice.
Estudiar una oposición no tiene un coste definido. Sin embargo, a simple vista podemos hacer un cálculo aproximado del precio inicial más básico de iniciarse en este proceso .
COSTE OPOSICIÓN ANUAL
- Academia mensual: aprox. 90 euros x12 meses= 1.110 euros
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-Material de papelería: Entre 10 y 40 euros al mes x 12 meses= 360 euros
-Libros aprox 100 euros
-Coste de oportunidad de no trabajar: Al menos el SMI 1.080 euros x14 pagas= 15.120 euros
-Tasas de convocatoria: 20 euros aprox.
-Silla: sin coste definido
-Mesa: depende del modelo
-Flexo: depende del modelo
-Cascos de cancelación de sonido o tapones
TOTAL aproximado: 16.690 euros
Las administraciones tienen un gran problema con el relevo generacional de sus empleados públicos. En la Generalitat, sin ir más lejos, según un informe del grupo de trabajo de estudio de medidas para la innovación en los procesos de selección, se detalla que sólo 976 de los 18.972 empleados del personal público tienen entre 18 y 29 años. Por contra, los de más de 54 años ascienden a casi 9.000 personas. Un desequilibrio que evidencia que el funcionariado vive su propia pirámide poblacional, con una cúspide ensanchada y una base muy estrecha. Uno de los principales hándicaps es el económico. No sólo el coste que supone empezar a estudiar, sino también no ingresar nada por tener que dedicar todo el tiempo al estudio.
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Por eso, en el caso de la Comunitat, la Conselleria de Justicia, la que tiene las competencias en función pública, ideó unas becas salario para estudiantes de oposiciones. Y lo hizo con el objetivo de asegurar la igualdad de condiciones en el acceso a la función pública para evitar que sólo tengan ese privilegio quienes puedan permitírselo. Es decir, las familias más acomodadas. Para ello, puso en marcha el programa 700: 700 euros al mes durante un año, y prorrogable otros tres, para 350 becas en los puestos de la Administración del Consell dirigido a jóvenes (menores de 30 años) opositores a los grupos A1 y A2.
Este reportaje forma parte de una serie sobre los procesos de oposición y su influencia directa sobre la vida de miles de personas. En LAS PROVINCIAS estamos analizando cómo se vive la preparación de los exámenes, la elección de los puestos, los métodos de estudio o los cambios en la vida de quienes se deciden embarcar en un proceso tan complicado como alentador.
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