Borrar
Urgente Un incendio en un bingo desata la alarma en el centro de Valencia y deja 18 atendidos por humo
Yo, en los próximos Juegos Olímpicos de invierno M. H.
Adicta a los Juegos

Adicta a los Juegos

M. Hortelano

Valencia

Viernes, 2 de agosto 2024, 07:00

Hola capturadores

Captura de pantalla ha entrado en el verano, como todos los mortales. Ya sabéis que en esta época siempre trae alguna novedad, porque soy consciente de que tus ritmos cambian en estos meses. Pero este año quiero mantener la esencia de las cartas, que es con lo que más disfruto. Así que las podrás seguir leyendo, cada viernes, hasta la semana que viene, que es la última carta. Pero como sé que estarás viviendo en el mundo del ocio, he decidido ponértelo un poco más fácil. Así que hasta que me vaya de vacaciones, yo misma te leeré las cartas, para que sólo tengas que escucharlas mientras conduces con destino a la playa, o estás en la hamaca con una piña colada en la mano. Eso sí, si prefieres seguir leyéndola, podrás hacerlo. Tú eliges. Yo, por si acaso te dejo la carta leída por mí misma en este enlace para que sólo tengas que escucharla.

Mi televisión echa humo. El fin de semana me llegó a saltar un mensaje de esos que avisa de que llevas tanto tiempo en el mismo canal, sin tocar el mando, que o pulsas un botón o te la apaga. Pero yo en ese momento estaba metidísima en un combate de judo, mientras una atleta que no conocía de nada, en medio de un combate del que no me sé ni las reglas, le hacía un ippon a otra en el minuto de oro. Casi me da un jari de pensar en que se me apagaba la tele en el mejor momento. Y ahí, gritándole al aparato, me dí cuenta de que estoy enganchada a los Juegos Olímpicos. Quizá debí haberlo notado cuando mi marido y yo lamentamos, de manera muy sonora, que una piragüista llamada Ricarda, tocara el palo de la puerta 20 del descenso de aguas bravas y se quedara fuera del podio. La atleta, para más inri, era alemana. Que ni nos va ni nos viene. Pero ahí estábamos, vestidos con el chándal de seleccionadores de canoas. Poco antes habíamos sido jueces de judo, especialistas en voley playa y entrenadores de gimnasia artística. De tenis somos ya directamente catedráticos, porque nos sabemos las normas, los golpes y sabemos pronunciar con fluidez el nombre de la pista central de París, que para eso hemos visto a Nadal ganar Roland Garros tantas veces antes de verlo caer.

Las lágrimas desgarradas de la judoca japonesa Uta Abe, que se quedó fuera de las opciones de medalla en menos de 52 kilos (¿quién puede pesar menos de 52 kilos?) son ya las mías, aunque no hubiera escuchado su nombre hasta ese momento. Reconozco que tuve que buscar en un mapa Kiribatu para saber de dónde venía la atleta que recorrió 14.000 kilómetros para llegar a París y caer eliminada en cinco segundos. Y la ovación a Simon Biles es también un poco para mí, que también tengo la ansiedad a raya este verano, después de una etapa complicada.

La realidad es que estoy 'livin' con los Juegos Olímpicos. Lo estoy cada cuatro años, aunque en el interín en el que no se disputan no consuma ni un minuto de bádminton, tiro con arco o doma clásica y ahora me levante por las mañanas con ansia por encender la tele y chuparme lo que sea. Me da igual el surf desde Tahití, que la reposición de la final de hockey sobre hierba. Entiendo lo mismo de ambas disciplinas: absolutamente nada. Pero con un cuarto de hora de partido, o de regata, me aprendo las principales acciones y me siento preparada para comentar los próximos juegos, en Los Angeles 2028. Aunque no será lo mismo, porque con los de París nos va a favor el mismo huso horario. Venimos de Río y Tokio, y nos vamos a meter en Estados Unidos y Australia en los dos próximos ciclos.

La movida es que hasta me canso. Como si hubiera competido yo, aunque tenga el culo carpeta de no moverlo del sofá. Reconozco que cuando me meto mucho en el asunto me acabó poniendo de pie, o cambiándome a una silla, como si el silló estuviera maldito. Por mera superstición. Como cuando los entrenadores salen del banquillo. Y le pego a todo. Es que no tengo remilgos. Me da igual que me eches los saltos de trampolín, que el golf. No sé de nada, pero sé de todo. Y de repente me veo a mí misma siendo mi abuela. Hablándole a la tele. Como cuando lo hacía ella y el resto nos reíamos repreguntándole si la tele le contestaba. Yo ahora doy instrucciones a los atletas desde mi salón. Aunque no haya hecho deporte en mi vida.

Porque esa es otra. Es que nunca he jugado a nada. Ni he tenido destreza para ninguna disciplina de grupo. He sido vaga y torpe. Lo mío siempre ha sido el ballet, que es una actividad igual de dura que un deporte, pero menos reconocida como esfuerzo. Es algo más pijo, más de niñas repipis. Aunque en su día Tamara Rojo, una de las mejores bailarinas de la historia, dejara callado a un entonces señor futbolista como Cesc Fábregas, cuando ambos compartieron rutinas de sus respectivas disciplinas. Pero eso es otra cosa.

El caso es que el fin de semana me pegué un atracón de Juegos. Una especie de vigorexia televisiva. Pero luego ya he tenido que trabajar esta semana y he sentido algo de mono. El partido de Nadal con Djokovic me pilló a la hora de comer y parte del desenlace, a la hora de coger el coche para llegar al periódico. Casi me estampo por querer llegar cuanto antes. ¿No habría que tener horas libres para ver el tenis de mesa o la vela cada cuatro años? Pero vamos, a los Juegos les debo algunos de los mejores momentos de este verano. Y una distracción sin igual en la previa de mi cumpleaños y de mis vacaciones. Una especie de viaje en volandas hacia momentos felices, todavía sin gastar, que me esperan como cada día cualquier disciplina, con sólo pulsar el botón de Teledeporte. Entre ver desgracias, playas abarrotadas y serpientes de verano, me quedo con el espíritu Olímpico. Que encima acabará casi a la vez que yo recoja mis cosas. Mientras, disfrutemos de lo que viene. Yo volveré la semana que viene para despedirme y hacer recuento. De medallas y de años.

El escaparate

Esta semana se ha ido julio y yo apenas me he movido de delante de la tele, como ya te he dicho. Pero el fin de semana tuve libre y me dio tiempo a hacer el ocio fuera del hogar y pescar alguna cosa interesante.

- El sábado fui con mi amiga Paloma (y consortes) a ahogar nuestras penas en Aperol Spritz. Y habíamos encontrado un sitio unos días antes que tenía todos los ingredientes para darnos el gusto. Así que reservamos (porque siempre hay que reservar para no llevarse disgustos) y nos plantamos en È Pazzo, un local en pleno barrio de Ruzafa, especializado en foccacias. El local es pequeñito, pero se está muy fresquito y muy cómodo. La camarera que nos atendió, de Naápoles, era encantadora. Y la carta de spritz era tan larga como si estuvieras en un bar de la mismísima Italia. Además, buenísimos y a precios no turísticos. Yo me bebí un Campari Spritz, que junto con con el Americano, es mi bebida fetiche. Y de cenar, pedimos una tabla de fiambres y quesos italianos buenísima y tres focaccias rellenas, a compartir. Un detalle de los que te ablandan el corazón es que te parten el plato en los trozos de los comensales que vayáis. Así sólo hay que preocuparse de zampárselo, sin hacer particiones. Probamos tres, y las tres estaban de escándalo. Una de porchetta, otra de pastrami y otra de burrata. De postre, una de nutella, obviamente. Con bebidas y cafés, salimos a 25 euros por cabeza. Está todo super bueno y es un plan de cena muy apañado. Está en la calle Sueca, 51.

Gat-checking: periodismo de gatos

El equipo olímpico michi, en la prueba de gimnasia M. H.

Ayúdame: Esta carta sólo llega por correo, no la encontrarás en ningún sitio más. Comparte si quieres algo de esta newsletter en tus redes y etiquétame o usa el hashtag #capturadepantalla para ayudarme a llegar también a tus amigos.Tienes todas las cartas ya enviadas aquí guardadas por si quieres ver el género antes...

Suscríbete: Si has llegado aquí porque alguien te ha hecho llegar esta newsletter, puedes apuntarte para que te llegue la semana que viene a ti. Lo puedes hacer gratis aquí.

Escríbeme: si quieres contarme algo, estoy en marta.hortelano@lasprovincias.es y no sabes la ilusión que me hace recibir vuestros mensajes.

Gracias por leerme

Marta

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lasprovincias Adicta a los Juegos