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Azahara Santoro, Sergio Mendoza y Mery Gil, en sus comercios. Ivan Arlandis y Jesús Signes

Los nuevos tenderos de Valencia

Azahara, Sergio, Mili y Mery están detrás de algunos de los mostradores más auténticos de la capital del Túria, poniendo en valor el comercio de barrio desde los suyos propios

M. Hortelano

Valencia

Sábado, 17 de julio 2021, 00:19

Comprar se ha convertido en una actividad casi exótica si pretendemos hacerlo como se ha hecho toda la vida. Bajando a la tienda, hablando con el tendero de turno, preguntando el precio y pidiendo consejo antes de pagar. Incluso no comprando. Pocas cosas más satisfactorias ... y menos extendidas hoy en día que entrar a un comercio o a un bar y que el personal se sepa tu nombre y recuerde algunas de las cosas que te gustan. Un plus de cercanía en peligro de extinción con el arrase de las compras online, que todo lo abarcan. Y en ese mundo de clicks, paypal y escaparates digitales, tres familias de valientes han decidido colgarse el delantal y ponerse delante del mostrador en el que han colocado buena parte de sus proyectos vitales. Sergio Mendoza, metido de lleno en El Almacén de Patraix, la floristería De Fulanito y Menganita y dos restaurantes (El Observatorio y El Astrónomo), Azahara Santoro, cuerpo y alma de Antevasins, y Mery y Mili, las hermanas Gil al frente de Hinojo Bazar. Son los nuevos tenderos de Valencia y todos ellos gestionan con menos de 40 años comercios de barrio que, como dice Sergio, uno de nuestros protagonistas, lo son «porque solo hay uno y está aquí».

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Azahara Santoro (Antevasins Store)

Cuando uno entra en Antevasins, en pleno barrio de Velluters, no sabe que al cruzar la puerta que separa el interior del comercio de la peatonal calle Palomar está a punto de dar un salto a otro mundo; al mundo de la magia. Porque eso es lo que se esconde en el negocio regentado por Azahara Santoro y su pareja, Santi. Un universo paralelo al bullicio del barrio, en pleno centro histórico de Valencia, junto a la concurrida plaza de Viriato, en la que emergen algunos de los nuevos creadores de la Valencia que será. Y ahí, sobre un precioso suelo de piedra verde está Antevasins Store, con sus libros, sus piedras, sus velas, jabones y piezas de joyería artesana. Aunque, una vez dentro, ya en las manos de Azahara y Santi, aún hay puertas a más mundos que cruzar. Así que el nombre que eligieron para el negocio (aquel que se muda a la frontera, en sánscrito) ha terminado cuadrando el círculo en un local dividido en tres espacios delimitados por una frontera inalterable, representada en un muro estructural. «Antevasins representa la frontera entre el bosque y la ciudad. El bosque es lo mágico, los espíritus, lo onírico y linda con la ciudad, donde está la gente, el comercio, los viajeros… Cuando alquilé el local, viendo el plano, había incluso un muro de carga que separaba esos dos mundos. Era la frontera entre la tienda y la parte mágica de la tienda, la sala de meditación y el taller creativo de cerámica y joyería», nos cuenta Azahara en su estudio.

Azahara Santoro, arriba. Abajo, imágenes de su tienda Ivan Arlandis

  • Antevasins C/ Palomar, 9. Valencia.

Diseñadora de joyas de profesión, se curtió detrás de un mostrador en una tienda multimarca poco después de acabar los estudios. Pero ahí descubrió lo que no quería ser en un negocio. «Hubo un momento en que noté distanciadas las prácticas en la empresa con ser una buena líder», asume. Y poco a poco, poniendo en marcha lo que ya iba introduciendo en su rutina de crecimiento personal, llegó al punto en el que se encuentra hoy en su proyecto. Un local que abrió en agosto de 2020, en plena pandemia, aunque lo había alquilado en diciembre, cuando apenas habíamos oír hablar del coronavirus. «Quería hacer algo con lo que estuviera alineada. Soy honesta con mis clientes porque no les tengo que vender algo que no me compraría. Implantar ese valor me hizo saber que no quería volver a pasar por un trabajo en el que tener que dar explicaciones de mi estilo de vida», cuenta. «Es anárquico y difícil pero muy guay. He establecido un sistema de crecimiento muy poquito a poquito, porque de otro modo tendría que malpagar a alguien». Pero, como su tienda es mágica, cuando la cosa se va de madre, siempre aparecen los ayudadores y los proyectos fluyen. «Mi tienda es de magia. La gente a veces pasa por la puerta y mira. Yo los observo. Todo empieza por el suelo y cuando levantan la vista creen que es de jabones, de velas o de joyas. Van entrando poco a poco. Se enamoran y pasan a querer hacer talleres. De ahí a cerámica. Esta empresa es como una persona. Yo soy simpática, pero también puedo ser una cabrona. Es algo muy orgánico», explica. «Nos pasamos la vida buscando estabilidad en lugar de aceptar que somos seres cambiantes. Por eso la tienda es orgánica». Aunque con los pies en la tierra. «Es necesaria una estructura, porque el agua sin una vasija se va».

Antevasins ha logrado integrarse en el barrio con un negocio poco común en España, pero muy extendido en Estados Unidos, de donde Azahara ha bebido con ilusión ese orgullo por exhibir la parte espiritual. «Aquí lo esotérico tiene un rollo hierbas con el que hay mucho cliché. Allí hay neones anunciando lecturas de manos o purificaciones de aura. Me alucinó su transparencia. Aquí, les pido a mis amigos que quemen salvia, no un gato. No hago rituales raros. Como mucho, escribo intenciones, limpio mis piedras...hago rituales de luna. Y la gente que viene dura muchísimo como clienta», explica. Y entre los vecinos y negocios cercanos ya son una tienda más del barrio. «Después de ocho años viviendo aquí, abrir en el barrio nos ha permitido conocer a nuestros vecinos de nuestra finca. He tenido que abrir para que me digan, tú vives en mi escalera». «Cuando necesito algo voy a los comercios de mi barrio. Imprimo aquí, compro en la panadería de aquí». Activismo de barrio para el barrio.

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Sergio Mendoza (El Almacén de Patraix)

Forma parte de la generación de treintañeros que ha pasado por el vacunódromo esta semana y a pesar de eso, está al frente de dos restaurantes, una tienda de estraperlo y una floristería con cuatro locales físicos y cuatro cuentas de instagram que completan el relato online del universo Sergio Mendoza. Diseñador en otra vida, ahora tendero y cabeza pensante de todo lo que pasa en sus negocios, es una de las cabezas mejor amuebladas de la ciudad para combinar sentido común y creatividad sin disparar la factura. Su tienda, dice, «aunque suene cursi, es una colección de proyectos de gente». A la mayoría los conoce, otros se han presentado y todos ellos le interesan. Todo lo que hay en los estantes de 'El Almacén de Patraix', su tienda colmado de estraperlo, lo ha elegido él personalmente en sus visitas a numerosos municipios de la Comunitat y, en otros casos, la gente ha aparecido por la tienda con cosas que le acaban gustando. Aunque lo normal es hacer de rastreador de productos que «si no son de kilómetro cero, sean de cerca». Son productos que, en algunos casos, no caben en sus restaurantes porque el precio en carta sería inviable para el tipo de negocio, pero quiere tenerlos en tienda porque su precio es asumible para la compra. «Creo que no tenemos nada hecho fuera de España». Aunque al instante se rectifica a sí mismo en un alarde de honestidad. «Las infusiones y las especias, pero se las compro a un proveedor nacional». Su filosofía llega hasta el punto de que sabe hasta de dónde salen los botes donde guarda los productos a granel, el papel con el que envuelve o la cuerda con la que ata. Además, premia al cliente que recicla y le devuelve el casco del vermú y la mistela a granel y de uno de los productos estrella del negocio: la mezcla para preparar el cremaet d'estraperlo (creada al alimón con Esmorzaret).

Sergio Mendoza, arriba. Abajo, interior de El Almacén de Patraix Jesús Signes

  • El Almacén de Patraix C/ Jerónimo Muñoz, 15. Valencia.

El Almacén de Patraix es un proyecto de cuarentena, surgido como respuesta a la cantidad de género que tenían los restaurantes en la nevera, pero que sin embargo no se podía vender porque tuvieron que cerrarlos y no disponían de licencia para vender esos productos sueltos. «Habríamos vendido vino, huevos, papas…hasta croquetas para que te las hicieras en casa». Así que pensaron abrir tienda en un local que se quedó vacío entre El Observatorio y El Astrónomo para que si los volvían a cerrar pudieran tener una vía de ingresos. «Intentamos que los tres negocios trabajen y se organicen parecido. Si tenemos que gastar un vermú, gastamos el mismo en los tres sitios», explica.

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En su comercio de barrio, porque claro que es un comercio de barrio, Sergio vende legumbres, huevos, papas y pastrami. Pero también cerámica, juguetes tradicionales, cuchillos y barajas del tarot ilustradas por Belén Segarra. Por supuesto vinos y cavas valencianos, hidromiel de Patraix y chocolate de Ruzafa. Y mantequilla, mucha mantequilla ahumada para la que en diciembre, cuando quitó la cortina que cubre la puerta, llegó a tener lista de espera. Droga láctea. «Somos un comercio de barrio porque Almacén de Patraix solo hay uno y está aquí», me responde cuando le pregunto si se considera una tienda de las de toda la vida.

«He conseguido que la mitad de la clientela sea del barrio. Gente online y offline». La online le llega de cualquier sitio, la offline es la que pasa por la puerta. «Una cosa que me apena un poco es que echo de menos que entren señoras a comprar lentejas», dice, aunque reconoce que su vecina Fina baja con Luna, su perra, compra garbanzos y además cuando los cocina le lleva un tupper. «Es la prueba de fuego. Que vengan los modernos a comprar lentejas es una cosa, pero que vengan las señoras y me digan que los garbanzos están buenos es otro nivel», reconoce.

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Mili y Mery Gil (Hinojo Bazar)

Mili y Mery Gil (y sus padres Adriana y Carlos, los históricos dueños del Che Baires) hicieron de la necesidad virtud durante los primeros meses de la pandemia y aprovecharon el confinamiento para diseñar y poner en marcha el proyecto familiar en el que le han declarado la guerra al plástico de un solo uso. En Hinojo Bazar, en pleno barrio de Ruzafa, han levantado un oasis verde en todos los sentidos. No sólo porque son sostenibles, sino porque entre los productos que dan vida al local hay todo un universo de plantas y semillas. Así, en abril, tras varias charlas familiares por zoom, buscando cómo reinventarse, decidieron emprender un proyecto los cuatro.

«Ya hace unos años habíamos empezado poco a poco a cambiar ciertos hábitos de consumo intentando usar cada vez menos plástico y productos que no sean nocivos para el medio ambiente, pero eran muy complicados de conseguir en tiendas y había que comprarlo todo online un poco a ciegas», nos cuentan en un cruce de mails. Así surgió Hinojo Bazar, «para que todo el que quiera iniciarse en el zero waste pueda acercarse y ver de qué se trata y cómo son los productos», en la calle Buenos Aires. Un enclave casi poético para una familia de argentinos afincados en Valencia.

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Mery Gil, arriba. Abajo, interior y exterior de Hinojo Bazar Ivan Arlandis

  • Hinojo Bazar C/ Buenos Aires, 5. Valencia

Describir su tienda no es sencillo, porque tiene numerosas referencias de todo tipo, pero estas nuevas tenderas millenial lo tienen claro. «Hinojo es un bazar sin residuos, donde puedes encontrar todo tipo de productos tanto cosmética, limpieza del hogar, fiambreras, botellas reutilizables...Todo lo que puedes necesitar para tu día a día, pero sin plásticos ni ingredientes tóxicos. Y también tenemos un millón de plantas y todo lo que puedes necesitar para cuidarlas», describen. Su local no es una tienda más de las tropecientas que pueblan Ruzafa. Es ya un comercio de barrio y del barrio, porque es el vecindario en el que viven, trabajan y pasan su ocio. «Cuando decidimos abrir la tienda intentamos cubrir una necesidad que nosotras teníamos en el barrio y sabíamos que la mayoría de clientes serían nuestros propios vecinos. Además intentamos trabajar con artesanos del barrio y de Valencia en general, dándoles un espacio donde poder darse a conocer», dice. «Además hacemos mucha piña con los comercios de alrededor y entre todos nos recomendamos y ayudamos a dar a conocer».

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