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¿Nos estamos quedando sin tíos?

En España ya sólo se tienen 1,19 hijos por familia, lo que deja al hijo único como figura predominante y amenaza con extinguir al miembro más querido de la familia

M. Hortelano

Valencia

Jueves, 5 de octubre 2023

Si hay algún miembro de la familia querido (con permiso de los abuelos) esos son los tíos y las tías. El parentesco favorito de quienes ... lo son y de quienes los tienen. Ejercer de tío es una especie de paternidad con borrador mágico: si cometes algún error o exceso, siempre puedes pasarlo por alto y devolver a los sobrinos a la disciplina de su hogar. Y aunque ser tío o tía es una condición que se adquiere por el mero hecho de ser el hermano o la hermana de alguno de nuestros padres, los tiempos han extendido este título a algunos amigos muy cercanos. Esa familia que se elige, que se dice ahora.

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Pero, la situación demográfica amenaza con extinguir, o reducir drásticamente, el número de tíos, la figura más popular de las familias. Y es que el predominio del hijo único está poniendo en peligro la relación más estrecha entre parientes. Los números así lo alertan. Así que aprovechando que el segundo fin de semana de octubre se celebra a nivel mundial el día de los tíos y las tías, para homenajear a esta figura, vamos a analizar el futuro de esta relación, ahora amenazada por la baja natalidad.

En el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra 'tío' tiene nada más y nada menos que 14 acepciones distintas. Proviene del latín 'thius' y este, a su vez, del griego 'theîos', para referirse a los hermanos del padre o de la madre de una persona. Pero lo es también la pareja de ese familiar y algunos grados más de parentesco como los tíos segundos o los tío abuelos. En España, un tío o una tía, es además la manera coloquial de llamar a nuestros amigos o el modo de describir a alguien de quien no conocemos el nombre. Ya en desuso, hay incluso una expresión que se utilizaba para hablar de las mujeres que no se casaban, de las que se decía que se 'quedaban para tías'. Es decir, que no formaban su propia familia. La antesala de la situación demográfica que pintan las pirámides de población.

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España es el noveno país del mundo con menos nacimientos, con una tasa de natalidad de 6,9 bebés por cada 1.000 personas. En la Comunitat Valenciana, la gráfica es igual de alarmante, ya que en el último medio siglo, el número de nacimientos ha caído casi a la mitad. En concreto, de los 67.000 niños y niñas que nacían al año en 1975, hemos pasado a apenas 35.000 en 2021, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). La tasa de natalidad valenciana está por debajo de la media de la nacional. A eso le unimos que en la Comunitat, las valencianas dan cada vez a luz más tarde a su primer hijo. En 2021 la cifra quedó en 32,5 años, casi cuatro años más que la edad con la que se recibía al primer bebé hace 48 años. Con ese cóctel no es de extrañar que la media de hijos por mujer en España esté en mínimos históricos (1,19 hijos por familia). El hijo único, por tanto, se está imponiendo. Una verdadera amenaza no sólo para la sostenibilidad económica y demográfica, sino un peligro para los tíos, las tías y los sobrinos.

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El drama es sencillo. Sin hermanos, no habrá tíos. Y sin tíos, tampoco existirán los primos, esos cómplices con los que planificar las trastadas y repartir las estrenas en Navidad. Las estadísticas lo avalan. De los 18 millones de familias de nuestro país, cinco millones están formadas por un sólo hijo. Más de un 18%. Según un informe de la Fundación La Caixa sobre natalidad, el porcentaje de hijos únicos es ahora cuatro veces superior al de la generación nacida en 1940. Durante gran parte del siglo XX, España mantuvo un nivel de fecundidad de los más elevados de Europa, pero desde mediados de los 70, ha experimentado una drástica caída. A comienzos de esa década, la cifra rondaba los tres hijos por mujer, en 1981 cayó por debajo del umbral de reemplazo, y siguió disminuyendo hasta llegar al histórico 1,15 de 1995. A partir de 2008 llegó a 1,45 con una leve recuperación que volvió a truncar la crisis económica. En 2011, el índice pasó a 1,35 hijos y ahora, según el último dato, está en 1,19 hijos por familia. Ninguna proyección oficial prevé la posibilidad de que en las próximas décadas dicho índice pueda volver al nivel de reemplazo generacional. Es decir, al necesario para asegurar que las sucesivas generaciones de nacidos sean sustituidas por otras de igual tamaño. En concreto, esa cifra está fijada en 2,1 hijos por mujer. De hecho, las proyecciones de Eurostat para 2050 en España están en 1,55 hijos por mujer. El descenso del número medio de hijos puede deberse a una proporción creciente de mujeres que no tienen hijos o a una disminución del número de hijos por mujer.

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Con todos estos números, ¿por qué rebajar el número de tíos y tías o quedarnos sin ellos es una mala noticia? Pues porque el vínculo afectivo que se genera entre quienes lo son y sobre quienes lo ejercen, es decir, los sobrinos, es insustituible. «Ser tía es lo más. Es la relación ideal porque disfrutas a los niños y no te cansan. Para ellos eres guay, te idolatran y además de eso, te entrenan para decidir si quieres ser madre», explica Laura, tía de ocho sobrinos, que resalta también la relación que se teje entre primos. «La primera pandilla de tu vida».

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La escritora Melanie Notkin, fundó en 2007 Savvy Auntie, una web especializada en tías y madrinas, creó este espacio para aglutinar a la figura de las PANK (Professional Aunts No Kids), un término que inventó para reunir a la creciente tendencia de mujeres que no son madres (por circunstancias, elección o desafío) y quieren tener niños cerca. En el blog da consejos, genera contenidos y aborda temas relacionados con las relaciones tía-sobrino que pueden ser provechosas para quienes ejercen. Y es que el vínculo ha pasado a no ser meramente familiar. El carnet de tío o tía se recibe con el nacimiento del hijo de uno de nuestros hermanos o cuñados, pero con el descenso de nacimientos ha acabado por extenderse a otros ámbitos.

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Los amigos son los nuevos tíos

Con cada vez menos hermanos, e incluso ninguno, conseguimos mantener esa relación especial de nuestros hijos e hijas con sus tíos y tías recurriendo a una figura cada vez más habitual: nuestros amigos. El antropólogo de la Universidad de Oxford Robin Dunbar llegó incluso a teorizar sobre el número de amigos que una persona puede tener a lo largo de su vida. Así, desarrolló la Teoría del Cerebro Social que delimitaba el número de amistades que nuestro cerebro es capaz de manejar. Así, y en función de la capacidad de nuestro cerebro, cada uno de nosotros tendríamos de tres a cinco amigos muy cercanos. La cifra se completa con una decena de amigos y hasta un centenar de conocidos que consideramos amistades. Del primer grupo, el de tres y cinco, salen los nuevos tíos. Figuras que sustituye o, en algunos casos, completan la de los carnales. Lo hacen porque los de sangre viven en otra ciudad, porque no los vemos con frecuencia o porque se añaden a una familia dada desde otra elegida. «Desde siempre, en casa ha habido una tía Maricarmen, que siempre he considerado miembro de la familia. De hecho, de pequeña llegué a pensar que era una hermana más de los tres que tenía mi madre. Pero no, era una compañera de trabajo sin pareja ni hijos que pasaba con nosotros todas las celebraciones en las que se junta una familia», explica María. Esos tíos amigos llegan a ejercer las mismas funciones, con la misma complicidad. Son cuidadores, consentidores y comparten aficiones o inquietudes con los más pequeños. Así que si los tíos reales están en peligro de extinción, siempre nos quedará cultivar mejor nuestras amistades.

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