![#44 La casa de tus padres](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202204/17/media/foto44.jpg)
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Hola capturadores
La semana pasada volví unos días a mi casa de Cuenca. Al entrar por la puerta, casi sin esperar a que me quitara el abrigo, la Celia me preguntó si traía ropa sucia para lavar y si había cogido los tuppers en los que me había llevado mi peso en albóndigas la última vez que pasé por su cocina. Que ya se sabe, luego nos los quedamos todos en casa y ella tiene que seguir comprando fiambreras de plástico para que nos las podamos volver a llevar llenas. Todo un recibimiento de los que te devuelven a la realidad que sólo se vive en casa. En la tuya. Y es que da igual los años que haga que te fuiste de casa de tus padres (o de mis tíos, en este caso), que siempre, siempre, siempre se produce un regreso al pasado. Cada vez que pongo la maleta en Cuenca vuelvo a cumplir 18 años. Los que tenía cuando me largué a Valencia para empezar mi vida de estudiante. Al menos, para La Celia, que se vuelve a poner la capa de gallina clueca para incubar a su polluela, por mucho que este pollito amarillo sea ya ave vieja, de las que por lo menos hacen buen caldo.
Volver a casa te devuelve de un plumazo a tu particular 'Al salir de clase' (diría Élite, para que me entiendan los más jóvenes, pero en mi casa no somos tan libertinos) en el que La Celia quiere saber tus movimientos casi en todo momento. Y no por cotilleo, que yo ya llevo casi diez años casada y me gusta poco la noche, sino por que no la pille en un renuncio, le dé una vuelta a la cerradura de la puerta y la pille en bragas, sin una tortilla de patatas hecha, dos kilos de boquerones en vinagre y medio kilo de rosquillas de la Marisol sin comprar. Así que cada vez que cojo el bolso no puede evitar preguntar dónde voy, con quién he quedado o si voy a volver a cenar. Deformación profesional de toda madre, aunque haga veinte años que cenas cada noche un sandwich mixto o una crema de calabacín, en días alternos, fuera de la mesa de su cocina. El ritual se repite con la maleta. «Saca lo que tengas y te lo lavo, que en media hora está tendido y hoy hace bueno. Te lo llevas limpio y planchado», te suelta a la mínima de cambio, en una especie de papel permanente de Gracita Morales del siglo XXI que hace las cosas por devoción y no por obligación. Un regalo precioso el de dar amor a través de tu tiempo, por otro lado. Pero volvamos al asunto. La Celia siempre tiene que poner la lavadora. Aunque llegues de madrugada sin haberla avisado para que no te prepare un banquete. Ella en ese momento, en bata y gafas, estaba a punto de poner la lavadora y cuajar dos tortillas. «Porque traeréis hambre, que venís de largo», te espeta.
Sin embargo, aunque para ellos nada ha cambiado, tú llegas a una casa que siempre ha sido la tuya, pero que ya no lo es. En la que ya hay otras costumbres. O quizá las mismas pero la que las has cambiado eres tú. Un piso en el que todavía está tu cuarto de adolescente, ahora reconvertido en habitación de la nieta. Una habitación en la que se mezclan tus últimos peluches, tus carpetas forradas con fotos de la Superpop y los colgantes con el signo de la paz que luciste como nadie a los 16, con unas muñecas Monster High, rotuladres de lettering y latas vacías de Monster de la nueva inquilina En la que duermes en tu cama de la infancia, en la que ahora te duele todo el cuerpo porque no es tu colchón.
Y entonces, de repente, al abrir un cajón de la mesita para dejar el móvil (porque a una edad las luces de noche ya molestan) apareces de un plumazo en 2003. Como si hubieras tocado un traslador. Con un giro de muñeca rápido vuelves al mismo año en que te fuiste a la universidad y a la ciudad por la que cambiaste tu Cuenca del alma. El pasadizo a mi adolescencia lo crucé en apenas un segundo. Lo que tardé en sacar de ese cajón el CD de Britney Spears de Baby one more time, el primero de las Spice Girls, una entrada a un concierto de Dover en la plaza de toros de Cuenca del año 1999, la púa morada con el dibujo de una tortuga con la que la guitarrista de la banda, Amparo Llanos, se cascó todo un concierto de la gira de Devil came to me y que cariñosamente me lanzó a la primera fila desde la que yo me desgañité esa noche. Ah, y una cajita con muestras de colonia en sobrecito sin abrir que iba coleccionando de la revista Ragazza primero y de la Elle, después. Todos esos tesoros forman parte del alijo adolescente que fui abandonando por las distintas habitaciones de la casa que habité a lo largo de mis años de pavera y que dejé de considerar importantes para viajar conmigo a una vida adulta. Esos que ahora venero.
Pero, en casa de La Celia, todo o casi todo está como cuando lo dejé, hace ya 19 años. Incluido el salón, en el que ha cambiado varias veces los sofás, las cortinas y la posición de la mesa, pero no las ocho fotos y los dos cuadros desde los que presido la estancia principal de la casa, y en los que he evolucionado más de estilo que Sergio Ramos con su pelo. Porque esa es otra. Las Celias del mundo se resisten a poner una foto actual, porque ellas se quedaron en las imágenes en las que aún tenías pelusilla encima del labio y te paseabas por la piscina sin la parte de arriba del bikini. Si por ella fuera, aún me perfumaría con las colonias de melocotón y de vainilla de Yves Rocher, que aún me guarda en la repisa del baño, por si un día me da por volver, cumplir de nuevo 16 años, ponerme los pantalones de campana y pintarme la raya blanca, para irme a comer una ración de patatas fritas con ketchup al bar Cachitos.
Así es volver a casa. Volver a sentirte adolescente, pero darte cuenta de que en un par de años cumples los 40 y en el neceser ya llevas retinol y no un parche para secarte un grano. Y que te vuelvan a ver adolescente, incluso cuando atracas la nevera en busca de una cerveza fresquita o una coca cola (a ver si no vas a dormir luego). Comentar el rosco de Pasapalabra y tenerte que poner unas zapatillas de estar por casa para que La Celia no te repita sin parar que no vayas descalza, que padeces mucho de las anginas y por el suelo entra el frío al cuerpo. O estar haciendo pis en el baño y que te abran la puerta sin inmutarse para avisar de que la comida está en la mesa y hoy hay cuchara, que a saber si comeréis caliente en vuestras casas. Y que de postre, después de la fruta siempre haya algo que esté duz.
Y entonces de vas de casa y vuelves a la que ahora es la tuya, como quien vuelve de un campamento. Y de un plumazo te das cuenta de que el Alejandro Sanz que presidía tu habitación en un póster tenía razón y estamos viviendo deprisa. Tanto, que me metí en la cama de casa de La Celia con 18 y me levanté en la de Valencia con 37, en caída libre hacia los 38. Casi como si viviera en la peli de Big, pero si haberle echado ni un euro a Zoltar.
Culturismo
Según la RAE, sinónimo de dulce. Y para mi tío Julián la palabra que lo sustituye. Porque total, es más corta y se dice antes. Durante años pensé que era una palabra suya, hasta que un día descrubrimos que está en el diccionario y se dice correctamente en mi casa y en la de mi amiga Rocío Briones, que para algo tiene raíces manchegas.
Pantallazos
Ahora que el buen tiempo va a comenzar a ser algo regular, que los días son mucho más largos y todavía no hace 40 grados en la calle, te traigo un par de recomendaciones al aire libre para que vayas empezando a coger color. Eso sí, con preotección 50.
-La mejor terraza de Valencia: En pleno barrio de Ruzafa, en la esquina de Pedro III El Grande está desde hace un par de años la casa gastronómica de Begoña Rodrigo. De lunes viernes, la propuesta corre a cargo de La Salita (1 estrella Michelin y menú cerrado) y los fines de semana, el espacio se convierte en L'Hort al nú, con un viaje a casa en toda regla. Casi como del que te hablo más arriba. Con una propuesta más informal y con carta, el equipo de Begoña apuesta todo al producto en un impresionante patio en el que, además de comer fenomenal, te podrás tomar un cóctel buenísimo. Ah, y por si aún no te he convencido, en el menú de fin de semana, los postres son ilimitados. Puedes elegir todos los que quieras. Eso sí, reserva con antelación, que hay tortas por pillar moreno en esa terraza.
-Cosas de libros: Mañana se celebra el Día del libro. Seguro que te regalan uno o, de lo contrario, te puedes hacer a ti mismo el regalo que seguro que no fallas con la elección. Si no, también puedes participar en la iniciativa impulsada por las librerías de Valencia 'Sentim els llibres' para jugar a una especie de amigo invisible y dejar comprado un libro para otro de los participantes, en la librería que prefieras de las que participan en la acción. Te dejo aquí las instrucciones y te animo a apuntarte, porque deja sorpresas maravillosas. Hay de plazo hasta el día 25 y los libros se empiezan a recoger el 7 de junio. Justo a tiempo para verano!. Entretanto, yo para este Día del libro he pedido el libro de 'La vida secreta de las palabras', @etimosdirectos en Twitter, que además de que me encanta conocer el origen de las palabras, seguro que me sirve para la sección culturismos. Eso sí, me esperaré a comprarlo al día 28 de abril, porque el próximo viernes vuelve la Feria del libro de Valencia a Viveros.
-Eurovisión: Hemos llegado al momento. Queda menos de un mes para la final del Festival de Eurovisión 2022, que este año se celebrará en Turin. Ya os di los trucos para tratar de ganar la porra, pero ahora tenéis que hacer algo de trabajo por vosotros mismos. Así que os dejo aquí la playlist de las canciones que aspiran a estar en la final para que te vayas quedando con ellas. La semana pasada tuvimos por Madrid a algunos de los favoritos, en la preparty que RTVE organizó como parte de la promoción del certamen. Qué nervios!!!
Gat-checking: periodismo de gatos
Ah, y recuerda una cosa. Esta carta sólo llega por correo, no la encontrarás en ningún sitio más. Comparte si quieres algo de esta newsletter en tus redes (si aún no te las has cerrado) y etiquétame o usa el hashtag #capturadepantalla para ayudarme a llegar también a tus amigos. Compartir es vivir. Y si eres nuevo aquí y quieres leer algunas de las últimas cartas de amor a las tonterías, puedes leerlas aquí abajo. Te dejo las cuatro anteriores.
40. Las manualidades
42. Idiomas, querida
43. Las torrijas
Esta semana quiero que me cuentes qué hay en tu caja de tesoros de casa de tus padres. Y las frases que aún te suelta tu madre cuando vas. Venga, cuéntamelo, no tengas vergüenza. Te leo en marta.hortelano@lasprovincias.es
Prometo no contar nada. O sí.
Como cortesía, y por haber llegado hasta el final, te dejo tres enlaces de cosas que sí o sí debes saber y que sí o sí no sabes.
Marta
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