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El acusado cabizbajo (en el centro) entre dos policías y sus abogados. JAVIER MARTÍNEZ

El acusado de asfixiar a una anciana en Valencia confiesa que la mató para robarle joyas y pagar una deuda

La Policía Científica encontró restos de ADN del acusado en las uñas de ambas manos de la víctima | El fiscal pide prisión permanente revisable para el presunto asesino

Javier Martínez

Valencia

Lunes, 24 de mayo 2021, 18:47

Un hombre acusado de asfixiar hasta la muerte a una anciana se enfrenta a una condena de prisión permanente revisable en el juicio con ... jurado popular que ha comenzado hoy en Valencia. El procesado admitió que había matado a Teresa M., de 82 años, al taparle la boca con sus manos, aunque manifestó una decena de veces que no era su intención quitarle la vida.

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Los hechos ocurrieron sobre las diez de la noche del 19 de agosto de 2018 en la vivienda de la anciana en la avenida de Baleares en Valencia. El jurado tendrá que determinar si Yunior O. G. asesinó a la víctima al asfixiarla con una almohada, sin posibilidad de defensa por su edad y la poliartrosis que padecía, para robarle dinero y joyas, como sostiene el fiscal Antonio Gastaldi, o causó de forma accidental la muerte de la mujer, la versión que ha dado esta mañana el acusado en el juicio.

Según el escrito de la acusación pública, el procesado llamó a la anciana, a la que conocía por haber realizado reformas en su casa, y le dijo que tenía que hablar con ella sobre una factura. Con este argumento, Yunior acudió al domicilio de la mujer, que abrió la puerta y le dejó entrar, y el procesado atacó por sorpresa a la víctima, la tumbó en la cama y le tapó la cara con una almohada hasta que la mujer falleció.

Tras el crimen, el acusado ordenó la casa, dejó a la víctima en la cama como si estuviera dormida y se llevó dinero y joyas, que vendió tres días después en un comercio de compraventa de oro en Llíria, según averiguó el Grupo de Homicidios de la Policía Nacional tras una rápida investigación.

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Yunior está acusado de asesinato, robo con violencia y receptación. La acusación particular reclama 30 años de prisión, mientras que la defensa solicitaba solo una condena por el delito menos grave, pero solicitará también una pena por el delito de homicidio por imprudencia después de que el procesado admitiera parte de los hechos que se juzgan.

«Me arrepiento mucho. Llevo dos años en la cárcel y todos los día me acuerdo de Teresa. Mi intención no era quitarle la vida. Merezco ser condenado pero yo no soy una asesino», declaró Yunior. Con respecto al momento de la asfixia, el acusado afirmó que le tapó la boca porque iba a gritar y no quería que acudieran los vecinos y la Policía. «Ella se desmayó sobre mis brazos y la dejé en la cama pero aún respiraba. Me asusté, cogí las joyas y me fui», declaró.

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El homicida estaba drogado la noche del crimen tras consumir cuatro gramos de cocaína y varias cazallas, según su versión. Después de la muerte de la anciana, Yunior acudió a un pub de la Pobla de Vallbona para entregar las joyas a un traficante como pago de parte del dinero que le debía por un asunto de drogas. Este segundo individuo rechazó las alhajas, y por este motivo, el acusado las vendió días después en un establecimiento de compraventa de oro para obtener el dinero que necesitaba. «Si no pagaba los 3.000 euros le iban a cortar el cuello a mi mujer», adujo el presunto asesino.

La abogada Nuria Quilis, que representa a las dos hijas de la víctima, explicó a los miembros del jurado que la Policía Científica encontró restos de ADN del acusado en las uñas de ambas manos de la anciana. Esta prueba irrefutable parece haber cambiado la estrategia de la defensa, ya que el homicida negó en su primera declaración ante la Policía haber estado la noche del crimen en el domicilio de la víctima.

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Según la acusación particular, Yunior también robó 8.000 euros que la anciana guardaba en una caja fuerte en el armario de su dormitorio, además de las joyas. El procesado negó haberse llevado el dinero y dijo que solo se apoderó de las joyas que luego vendió.

También manifestó que creía que la víctima no había fallecido y que por eso regresó a España tras un viaje a Cuba, su país natal, y también mostró su documentación en la tienda de compraventa de oro. "Yo no quería hacerle daño ni sabía que había muerto. Si fuera un asesino me hubiese quedado en Cuba y no hubiese dado mi nombre cuando vendí las joyas", aseveró en el juicio.

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