La muerte y el misterio se dieron la mano una noche del frío invierno de 1989 en Macastre. Tres décadas después de las extrañas muertes de Rosario, Valeriano y Pilar, tres menores que solían pasar los fines de semana en una ... casa de Catadau, el triple crimen ya ha prescrito sin ningún culpable conocido.
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Dos de los cadáveres no presentaban señales de violencia y fueron hallados en diferentes fechas en una caseta de labranza y un terraplén con arbustos en la partida de la Cuerna en Macastre, y al tercer cuerpo le cortaron un pie y una mano con una sierra mecánica para abandonar luego los restos humanos en la calle Alcácer de Valencia y un canal de riego en el término de Turís.
El 15 de enero de 1989 fue la última vez que vieron con vida a los menores en Catadau. Francisco Valeriano Flores Sánchez, de 14 años de edad, Rosario Gayete Moedra, de 15 años, y Pilar Ruiz Barriga, también de 15 años, llegaron al pueblo en un autobús procedente de Valencia, y tres testigos vieron a Rosario en un bar en compañía de Miguel V. E., un jornalero y pastor que conocía al padre de Pilar.
Este vecino de Catadau se convirtió en el primer sospechoso tras ser interrogado en dos ocasiones por la Guardia Civil y el juez de Valencia que investigaba el hallazgo del pie. El hombre negó haber estado con la menor en el bar, aunque reconoció que conocía a los tres jóvenes porque vivían cerca de su domicilio en una casa abandonada.
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También declaró que los menores solían ir a Carlet de noche y que regresaban a Catadau sobre las dos o las tres de la madrugada. A Pilar la conocía porque había vivido en el pueblo hasta que sus padres se separaron, y afirmó que le había dado cigarrillos en alguna ocasión.
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Días antes de la desaparición de los jóvenes, alguien entró en la casa de 'Miguelo', como conocían al pastor en el pueblo, y le quitó una bolsa con comida. En su declaración ante el juez en diciembre de 1989, el sospechoso admitió que tenía intención de pedir explicaciones a Pilar y sus amigos. Creía que uno de ellos había sido el autor del hurto, pero ya no los vio nunca más. Sin pruebas que lo vinculasen a los escenarios de las muertes ni ningún otro indicio criminal, 'Miguelo' nunca fue detenido y siguió con su vida sin preocuparle los chismorreos de sus vecinos.
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Cuatro días después de que los adolescentes fueran vistos en Catadau, un vecino de Macastre descubrió el primer cadáver y comenzó un rompecabezas macabro con piezas que no encajan. El agricultor entró en su caseta y encontró en una cama el cuerpo sin vida de Rosario. Era el 19 de enero de 1989.
La víctima estaba boca arriba y no presentaba señales de violencia, aunque el forense halló un líquido sanguinolento en la boca, nariz, vagina y ano. El botón de su pantalón se encontraba desabrochado y la cremallera estaba medio bajada.
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La autopsia no desveló las causas de la muerte y la Guardia Civil tardó varios días en identificar el cadáver –porque Rosario no llevaba ningún documento de identidad cuando el agricultor encontró el cuerpo–, dos inconvenientes que retrasaron la búsqueda de los otros dos menores.
Los forenses calcularon que la joven llevaba muerta en la caseta entre 48 y 72 horas, es decir que habría fallecido el 16 o 17 de enero, uno o dos días después de ser vista con vida en Catadau.
El 27 de enero de ese mismo año, otro macabro hallazgo conmocionó a los vecinos de la calle Alcácer de Valencia. Una mujer encontró un pie en la puerta del almacén de una empresa de transportes. Los forenses determinaron que la extremidad había sido cortada con una sierra mecánica, pero no descubrieron que el pie era de Pilar hasta cuatro meses después.
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El macabro hallazgo causó una gran alarma en la ciudad de Valencia al aparecer también una mano, pocos días antes, en un banco de la Gran Vía Fernando el Católico, aunque esta extremidad había estado mucho tiempo en formol.
El Grupo de Homicidios de la Policía Nacional se hizo cargo del caso ante la sospecha de que un asesino y descuartizador estuviera dejando trozos del cuerpo de su víctima en las calles de Valencia, pero pronto descartó esta posibilidad al averiguar que la mano y dos cráneos -uno de ellos encontrado en la calle del Marqués de Caro- procedían de hospitales y la Facultad de Medicina.
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El 8 de abril de 1989, un hombre que buscaba espárragos en Macastre descubrió el cadáver de Valeriano en estado de descomposición entre los arbustos de un terraplén, a unos 400 metros de la caseta donde fue hallada muerta Rosario, con varias ramas secas colocadas encima, al parecer, para ocultar el cuerpo. La víctima estaba sobre un plástico grueso y cerca había una vela cilíndrica de idéntico tamaño y color que otras encontradas en la casa del agricultor.
Tras conseguir el sumario y leer las diligencias de investigación, los criminólogos Félix Ríos y Amós Vanacloig, autores de libro '¿Qué pasó en Macastre?', creen que Valeriano pudo ser estrangulado cuando vigilaba desde el terraplén un posible encuentro sexual de su novia, Rosario, con un individuo que luego también habría asesinado a la tercera niña. Los criminólogos que revisaron el caso suponen que el chico salió de la casa de noche con una vela para alumbrarse y por eso el cirio apareció junto al cadáver.
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Otra hipótesis que barajó la Guardia Civil es que Valeriano y su novia podrían haber fallecido tras consumir un cóctel de drogas, pero los análisis realizados en el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses de Madrid no detectaron sustancias estupefacientes en la sangre de Rosario ni en sus vísceras.
El cadáver de Pilar fue descubierto el 24 de mayo de 1989 por cuatro niños de Godelleta cuando jugaban en un canal de riego en el término de Turís. El autor del crimen cortó un pie y una mano de la víctima cuando ya estaba muerta, según la autopsia, y le desfiguró la cara, al parecer, para dificultar su identificación.
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Los crímenes de Macastre, 30 años sin culpable
La Guardia Civil encontró la funda de un machete junto al cuerpo tras inspeccionar la acequia, pero no halló ninguna huella ni vestigio que arrojara luz sobre el caso. Una vez que los forenses constataron que el pie encontrado en la calle Alcácer de Valencia pertenecía al cadáver encontrado en Turís, los investigadores encajaron otra de las piezas del rompecabezas macabro.
Pilar murió la misma noche que Rosario y Valeriano, al parecer, o pocos días después, aunque la fecha exacta no se pudo determinar. La amputación de sus extremidades sembró más dudas sobre las extrañas circunstancias en las que fallecieron los tres adolescentes. ¿Por qué dos las víctimas no tenían signos de violencia y la tercera apareció con el rostro desfigurado? Los investigadores nunca pudieron responder a esta pregunta.
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Días antes del hallazgo del cuerpo mutilado de Pilar, el Teléfono de la Droga (un servicio de atención a toxicómanos y sus familias) recibió una llamada de una persona anónima que alertó sobre el lugar donde estaba el cadáver de una de las víctimas de los crímenes de Macastre, un canal junto a la carretera que une Godelleta y Turís, e implicó también a un traficante de drogas apodado 'Wichita'. Este hombre se convirtió en el segundo sospechoso del caso y fue interrogado por los investigadores.
Tras descartar la participación de este individuo en los crímenes, la Guardia Civil y la Policía Nacional ya no obtuvieron ninguna otra pista. Los días pasaron sin ninguna novedad en la investigación y el caso apenas tuvo cobertura informativa, todo lo contrario a lo que sucedió cuatro años después con el asesinato de las niñas de Alcàsser.
Los dos casos criminales tienen algunas coincidencias casuales, como el número de víctimas, la fecha del hallazgo del pie de Pilar (un 27 de enero pero de 1993 encuentran los cadáveres de Míriam, Toñi y Desirée), el nombre de la calle donde fue hallada la extremidad (Alcácer) y el lugar donde vieron con vida a Rosario y Pilar por última vez. El bar de Catadau es el mismo donde Antonio Anglés y Miguel Ricart compraron bocadillos la noche que cometieron los asesinatos.
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