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JAVIER MARTÍNEZ
Miércoles, 17 de octubre 2018, 13:00
La viuda de Patraix y su amante son imputables. Maje M. C. y Salvador R. L. se enfrentarán en el juicio a una larga condena de prisión por el asesinato del ingeniero de Novelda Antonio Navarro. Los dos forenses expertos en psiquiatría que reconocieron a la pareja en los calabozos de la Ciudad de la Justicia de Valencia han concluido en sus informes que ninguno de ellos sufre alteraciones psíquicas que pudieran afectar a su voluntad o comprensión.
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Tras realizar seis entrevistas clínicas, tres a ella y otras tres a él, y valorar el historial médico de ambos y sus declaraciones ante la policía y el juez, los médicos de la Sección de Psiquiatría Forense del Instituto de Medicina Legal de Valencia elaboraron los correspondientes informes solicitados por el fiscal.
Antes de comenzar las entrevistas, los forenses informaron a los presos de que sus manifestaciones constarían por escrito en un informe pericial que remitirían al juez instructor, tal y como establece el protocolo para estos casos. Cuando le preguntaron la primera vez a Salvador sobre los hechos investigados, el asesino confeso del ingeniero insistió en que no hubo una gestación del crimen y explicó al forense cómo había transcurrido su relación con Maje desde el primer flirteo en el hospital privado donde ambos trabajaban, hasta las relaciones sexuales que mantuvo con su amante en un motel y en casa de ella.
Sin embargo, Salvador se negó a comentar con el psiquiatra en sucesivas entrevistas los hechos criminales que le atribuye la policía. El recluso dijo que su abogada le había aconsejado que no hablara sobre el asesinato que cometió el 16 de agosto de 2017. Además de descartar trastornos psíquicos en el preso, el informe de los forenses constató que no sufre adicción a ninguna sustancia estupefaciente.
En el caso de Maje, las conclusiones fueron idénticas en cuanto al consumo de drogas y la ausencia de alteraciones psíquicas y de posibles desajustes de personalidad, pero los psiquiatras precisaron que la joven «no valora las relaciones estrechas y de larga duración» y tiene una escasez de experiencias emocionales positivas.
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Aunque la implicación de la reclusa con el entorno que le rodea es baja, los psiquiatras consideran que lleva «una vida ajustada a prisión» y no precisa tratamiento psicofarmacológico. Cada dos semanas, los padres de Maje acuden a la cárcel de Picassent para ver a su hija. También escribe cartas a varias amigas y a otros presos. Según informaron fuentes de Instituciones Penitenciarias, la reclusa solo autorizó en un principio las visitas de sus progenitores y de dos de sus cuatro hermanos.
Sobre el asesinato de su marido y su responsabilidad penal, la joven aseveró: «Asumo parte de la culpa por el encubrimiento de lo que pasó, pero no tengo nada que ver con lo que pasó». Según Maje, «lo que hizo Salvador (el asesinato a cuchilladas de Antonio Navarro) no fue por amor», porque su amante sabía que no estarían juntos como pareja. Él estaba enamorado de Maje, pero ella insiste en que lo veía «como una figura paternalista».
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También manifestó que Salvador fue el único amante al que le contó que su marido le «había puesto la mano encima» en dos ocasiones, aunque el maltrato físico que asegura haber sufrido nunca ha quedado probado. De hecho, la policía cree que fue ella la que golpeó a su esposo en una ocasión tras una discusión. Un mensaje de WhatsApp de Antonio Navarro así lo indica.
«Cuando me detuvieron pensé que se me iba la vida y no controlaba lo que me estaba pasando», señaló la reclusa en una de las entrevistas clínicas. Sobre su actuación actual, Maje explicó que se sentía muy vigilada y presionada por su cambio de vida y por el sufrimiento de sus padres. Sabe que los periodistas están pendientes de su comportamiento en la cárcel, y que algunos acosaron con preguntas y llamadas a su familia en Novelda y a su amiga Rocío.
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Sus compañeras de prisión le cuentan que cuando salen de la cárcel para acudir a un juicio, los policías y guardias civiles le preguntan por ella. Quieren saber detalles sobre la vida de Maje entre rejas. La relación personal con Salvador la valora «como la que ha mantenido con una persona que ha querido mucho» y le ha importado. «Es un hombre normal y noble. Lo que ha pasado le ha sobrepasado», comentó la joven sobre su amante encarcelado en la misma prisión.
En los dos primeros reconocimientos, Maje dijo que compartía celda con una chica que tiene estudios y que se lleva muy bien con ella, mientras que en la última entrevista manifestó que estaba sola en la celda. Durante los primeros meses de prisión, la joven empleó la mayor parte de su tiempo en hacer deporte, concretamente circuitos de cardio para reducir grasa corporal y mantenerse en forma, y en preparar la oferta pública de empleo (OPE) de Enfermería en la Comunitat Valenciana.
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Cuando terminó su última entrevista con el jefe de la Sección de Psiquiatría Forense del Instituto de Medicinal Legal de Valencia, Maje confesó que ahora ya está asumiendo lo que va a suponer su procesamiento. «Lloro, no siento, no padezco, no veo normal la distancia que tomo con la gente», afirmó entre lágrimas. Según el informe, la joven también dijo que ya no compartía nada con nadie.
La reclusa colaboró en todo momento «con el buen resultado de las entrevistas», habló de forma cordial con los psiquiatras y «estableció una relación armoniosa con los entrevistadores», según reflejaron textualmente por escrito los peritos. Las exploraciones que realizaron los forenses en los calabozos de la Ciudad de la Justicia se interrumpieron en varios momentos por «episodios de labilidad (lágrimas) de la joven», sobre todo cuando hablaba acerca de su familia y los hechos investigados. Su lenguaje era apropiado, fluido y coherente con un ritmo normal y un vocabulario propio de sus conocimientos socioculturales.
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Maje mostró un estado de ánimo sereno, aunque lloró en pocos momentos y los psiquiatras apreciaron «una leve incongruencia afectiva» durante los reconocimientos. Respecto a su memoria, el informe asevera que es buena tanto la inmediata como la reciente y la remota, ya que la reclusa aportó con seguridad datos biográficos.
Manifestó que su familia «es muy trabajadora y está unida. De su padre aseguró que es «honesto con sentido del honor y cariñoso», pero también lo definió como un hombre rígido, y de su madre señaló que es luchadora y protectora y se refirió también a ella como una amiga a la que le cuenta todo.
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Según Maje, sus padres son muy religiosos y están integrados en una comunidad cristiana que es muy estricta con la separación de los niños y las niñas en los colegios, por lo que ella tuvo problemas para relacionarse con algunos chicos en su adolescencia. La joven explicó que su familia no le dejaba acudir a fiestas de cumpleaños o de fin de curso de amigas que no pertenecían a su orden religiosa.
Su juventud estuvo marcada por «el sentimiento de que no estaba viviendo la vida», porque «no podía tener una aventura con un chico» ni tenía buenas amigas para contarle sus intimidades, como hacían otras jóvenes de su edad. Como ejemplo de lo estricto que era su padre, la reclusa recordó que un día le hizo borrar con el dedo un corazón que había pintado en un libro. Ella tenía entonces 15 años y su padre le dijo que tenía que centrarse en sus estudios. Su educación y las circunstancias convirtieron a Maje en una persona muy insegura, según su propio testimonio.
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SALVADOR, EL AMANTE
El hombre detenido por el asesinato del ingeniero Antonio Navarro se describe como un individuo «empático, leal y muy amigo de sus amigos». Tras ser encarcelado como presunto autor material del crimen, Salvador R. L., de 48 años, mantuvo tres entrevistas con los psiquiatras entre el 5 de abril y el 28 de mayo de 2018, y en una de ellas se mostró molesto porque le impiden hablar con Maje en prisión.
Salvador explicó al forense que el psicólogo del centro penitenciario de Picassent tiene la culpa de que no le dejen tener un contacto personal con la que fue su amante, que se encuentra en la misma cárcel. El recluso afirmó que carece de antecedentes psiquiátricos y que mantiene una buena relación con sus siete hermanos, aunque solo le había visitado en la cárcel uno de ellos cuando habló con el psiquiatra en mayo de este año.
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El preso permaneció seis semanas en el programa de prevención de suicidios y luego realizó labores de ordenanza en la enfermería de la cárcel. Salvador está divorciado y recibe las visitas de su hija de 20 años. Durante las entrevistas clínicas, el recluso estuvo atento y cordial con los forenses, pero mostró «una distante frialdad» en sus referencias a los hechos criminales que cometió, según el informe psiquiátrico.
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