Un informe pericial criminológico concluye que Jorge Ignacio P. J., el presunto asesino de Marta Calvo, Arliene Ramos y Lady Marcela, es un «depredador letal» de mujeres vulnerables, un sádico sexual que siente placer al contemplar la agonía de sus víctimas y un criminal ... que seguirá matando «si tiene libertad para hacerlo».
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El estudio criminológico, que ha sido encargado por la acusación particular que ejerce el abogado Juan Carlos Navarro, determina la motivación homicida en los crímenes atribuidos al narcotraficante colombiano y elabora una hipótesis razonada acerca de las circunstancias que rodearon la muerte de Marta Calvo.
El informe ha sido realizado por el doctor en Psicología Vicente Garrido y el detective y criminólogo Juan de Dios Vargas tras analizar el sumario y entrevistar a seis mujeres con las que el acusado mantuvo relaciones sexuales mediante el pago de una cantidad de dinero.
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Los peritos afirman que hay suficientes pruebas que indican la presencia del móvil homicida, como la selección de mujeres vulnerables por la práctica de la prostitución y que cuentan con menos apoyo social en caso de fallecimiento o desaparición. También destacan la manipulación ejercida por el acusado «para que las mujeres le cedan el control total de la situación mediante su exigencia de que acepten la 'fiesta blanca', al tiempo que él no consume, así como el uso que hace en determinadas situaciones de sustancias para dejar inermes a las mujeres».
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La intoxicación que sufren las víctimas es «inesperada y a traición, introduciendo una gran dosis de droga de gran pureza en zonas de rápida absorción, con una letalidad que difícilmente puede ser ajena a una persona familiarizada con la manipulación de cocaína», afirma el estudio criminológico.
Incluso cuando las mujeres estaban en situación de inconsciencia por la intoxicación, Jorge Ignacio introducía droga en los órganos genitales de las víctimas, «lo que no tiene sentido ni fin sexual a menos que el propósito sea causar la muerte», señala el informe.
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Según los especialistas, «lo que define al asesino en serie sexual o depredador letal es la compulsión por matar, y los eventos investigados adquieren la finalidad de homicidios sexuales, donde el fin último es obtener una satisfacción sádica de naturaleza sexual: contemplar la agonía de la víctima causada por la intoxicación de la droga».
Garrido y Vargas precisan que la agonía «no tiene por qué manifestarse de forma espectacular, porque lo fundamental en el homicidio sexual sádico es la obtención total del dominio y control sobre la otra persona, el hecho de saber que él ha causado la muerte que se está desarrollando ante sus propios ojos».
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Los autores del informe citan al profesor de la Universidad de Michigan Frank Ochberg y al especialista en psicopatía Robert Hare, quienes definieron a los depredadores letales como «hombres (casi siempre) que han matado al menos una vez y que probablemente seguirán matando si tienen libertad para hacerlo». También aseguran que estos delincuentes «planifican sus actos, son sádicos y con frecuencia inteligentes».
El crimen de Marta encaja con el 'modus operandi' mostrado por Jorge Ignacio en los otros casos anteriores, y los peritos recuerdan que otra víctima le echa con cajas destempladas de su casa la misma noche que se cita con Marta, y esto «pudo acentuar su deseo homicida».
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Los especialistas concluyen que es altamente improbable que el autor de un descuartizamiento previamente no haya sido el autor de la muerte de la víctima, porque implica un gran costo psicológico, sobre todo en una persona que no posee antecedentes que destaquen por su violencia, y es muy complicado que alguien se disponga a realizar esa tarea si no tiene «una muy poderosa razón que le facilite la superación de la angustia psicológica» que conlleva descuartizar un cuerpo.
El estudio criminológico recuerda que Jorge Ignacio declaró que Marta murió de forma accidental tras consumir cocaína, acostarse y sentirse mal, «y como el acusado tenía miedo (se entiende de que le acusaran de homicidio) asegura que procedió a descuartizarla».
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Pero los especialistas rebaten que la profanación del cuerpo es tan violenta e intolerable que es difícil imaginar que alguien poco dado a la violencia pueda proceder de ese modo, y si el acusado ha causado la muerte de Marta, «descuartizar el cadáver se tiñe de una acción necesaria como acto de precaución para salir impune».
La conclusión más lógica para los autores del informe es «considerar que el acusado asesinó a Marta Calvo, y si él no descuartizó el cuerpo y simplemente lo enterró, el hecho de que mintiera al respecto es un claro indicador de su propósito criminal».
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