La cuarta jornada del juicio por el asesinato de los niños de Godella en 2019 ha continuado esta mañana con la declaración de más ... personas vinculadas a los padres de los menores y agentes de Policía y Guardia Civil relacionados con el caso.
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Lucía, una amiga de la pareja, ha asegurado que en los meses previos al crimen, «Gabriel estaba especialmente irritado». Le asombró «las cosas extrañas que rodeaban a su conducta, como que hacían guardia por las noches porque decían que alguien había atacado a María». El sospechoso «decía que todos los gobernantes nos controlan, que las mujeres eran hombres y que los helicópteros nos vigilaban, también con los móviles». Y otra preocupación en aquellos días: «Cuando el niño lloraba Gabriel decía que tenía el demonio dentro, María insistía en que estaba cansado y no tenía nada dentro». Además, «trataba a Amiel con brusquedad, de manera inapropiada».
En una ocasión, cuando María estaba desaparecida con su bebé, «Gabriel estaba cantando y tocando la guitarra, absolutamente tranquilo. Lo noté frío, distante, no entendía nada de su conducta».
Otra joven convivió con la pareja en un piso de Godella, antes de que ocuparan el chalé del campo. Gabriel «tenía actitudes egoístas con el niño y mostraba celos. María aparecía con moraduras. Le ponía nervioso todo lo del niño, era muy brusco con Amiel, desde gritos a empujones y zarandeos. A María no le gustaba cómo le trataba. Cuando él estaba solo con el chiquillo, ella tenía miedo».
Tras esta testigo han arrancado las comparecencias de policías que intervinieron en el caso. Un policía local de Godella actuó el 11 de marzo, dos días antes del doble crimen, cuando la madre de María juzgó que su hija se quería suicidar tras recibir el mensaje «Adiós, me voy con el Creador». Un hombre, ha descrito, «pedía a gritos auxilio». Encontraron a María con el bebé en brazos. «Se negó a identificarse y nos recriminó que no teníamos orden judicial». Gabriel dijo que había pedido socorro «porque su mujer y la madre de María se están chinchando siempre». El mensaje de María «sin duda era preocupante y Gabriel dijo que eran habituales estos mensajes por los enfrentamientos entre madre e hija». Después, «como todo el mundo estaba bien y parecía un problema de disputa familiar los agentes nos marchamos». Ha recordado que, en 2016, acompañó a la trabajadora social con una intervención en la anterior vivienda de la pareja en Godella.
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A continuación ha testificado el Guardia Civil instructor del caso. El responsable de Homicidios de la Benemérita ha descrito lo primero que encontraron los agentes al llegar: «Gabriel llevaba en la mano una libreta de tapa roja y nos explican que María había deambulado desnuda por la zona al amanecer y, según testigos, había un hombre que la quería matar».
El padre de los niños «decía que su mujer se los había llevado» y «lo preocupante es que habían manchas de sangre en el borde de la piscina y al preguntar un agente a Gabriel dijo que no se preocupe, que están muertos». Los agentes vaciaron la piscina por si Amiel e Ixchel estaban allí. Comenzó entonces el enorme despliegue para buscar por los campos a los menores y a María, que apareció dos horas después oculta en un bidón de plástico. La sangre estaba en el borde de la piscina, en la pared interior, y en una arqueta de hormigón próxima. Este rastro era de Amiel.
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Los padres fueron trasladados e interrogados en el cuartel de la Guardia Civil de Moncada. «Lo primero que dijo María es que había una secta que entra por la noche en su casa y se llevan a los niños», ha explicado. Gabriel, al ser preguntado por lo que ha podido ocurrir, «contó lo sucedido el día anterior, que escuchó caer el cuerpo de Amiel al aljibe y pensó que había sido María. A otras amigas contó que se había caído solo». Gabriel «decía que María había oído voces de niños muertos». El responsable de Homicidios ha descrito pormenorizadamente la versión de los hechos que le mencionó Gabriel, coincidente con lo que el acusado declaró durante el interrogatorio. Esencialmente, «Gabriel decía que María le había dicho que los niños estaban con Dios».
A los agentes les llamó la atención que Gabriel «para nada estaba nervioso, excesivamente tranquilo para semejante situación» y «lo atribuyó a técnicas de relajación mayas». Lo contaba todo «sin tristeza a pesar de que daba por hecho que los niños estaban muertos». Al final, el hombre «dio una referencia para buscar a los menores en un campo junto a un algarrobo en particular en una zona con tierra revuelta, donde, decía él, pensaba que María podría haber dejado a los niños». A sólo siete metros estaban enterrados los hermanos. Gabriel ha comenzado a llorar a la vista de las imágenes.
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El padre bajo sospecha hablaba «de sectas malignas que secuestran niños y que se llevaban por las noche a Amiel, mencionó que los padres hacían guardias para protegerlos y los sometían a baños purificadores en la piscina para protegerlos de las sectas». En ese momento, el padre «no mencionó ni una palabra de los supuestos abusos al niño que siempre estaba contando a los amigos de la pareja». Gabriel en los interrogatorios «hablaba de los mayas, de los extraterrestres, de las sectas...». María coincidía «con el temor a las sectas, los baños purificadores». La madre «dijo que se había encontrado a los niños muertos, uno con golpes y otro sin respiración, y por miedo a ser culpados, los había enterrado». Antes ella había dicho a las preguntas: «Ah, él sabrá».
Finalmente, María accedió a llevar a los guardias hasta el punto del enterramiento. «Había puesto un palo para acordarse y bastó remover un poco para encontrar al niño Amiel». Los padres acusados han abandonado la sala durante la exhibición de imágenes de los levantamientos. «El cuerpo estaba desnudo y con sangre en la cabeza, con fractura craneal», ha descrito el instructor. Después encontraron a Ixchel «envuelta con una toalla mojada, también con una evidente fractura craneal».
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Los dos padres fueron detenidos de inmediato como sospechosos de la muerte de los menores. María fue trasladada a Psiquiatría de La Fe por su estado mental. Gabriel «se negó a la toma de muestras de ADN, ya no quiso hablar más y dejó de colaborar» con la investigación.
Se analizaron después las comunicaciones de los padres poco antes del crimen. El móvil de Gabriel se apagó en la tarde del 13 de marzo a las 21.07. El de María también estaba apagado. «Gabriel mencionaba en chats los abusos que él pensaba que se producían por parte de la familia de María hacía Amiel». Por internet buscaba «sectas pedófilas, el principio activo del jarabe del Atarax, el desplazamiento astral o la solemnidad de la asunción de la virgen María, tanto en español como en francés». Para la Guardia Civil, «tenemos dudas sobre Gabriel». Cree el instructor que acabaron «los cuatro durmiendo en la misma cama», en los momentos previos. Y es «complejo que él no se diese cuenta de que María hubiera salido sola a acabar con la vida de los niños. En cualquier caso se hubiera despertado». Además, «su perra ladraba mucho y es contradictorio lo que dice Gabriel de que no se enteró de nada». El postulado final de los investigadores «es que ambos padres dieron a los niños un baño de purificación», según sus creencias, «y ambos fueron conscientes de lo que estaba pasando en el momento del crimen», lo que lleva al fiscal a acusarlos a ambos del asesinato, sólo que María con sus facultades mentales alteradas y por tanto no imputable.
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