El miedo vacía el barrio del Xenillet de Torrent

Es más seguro quedarse en casa a pesar de que se sabe que los 'Bocanegra' ya no están en la barriada. La calma tensa sigue reinando en las calles en espera de que la policía resuelva el crimen y detenga a los culpables para que las aguas vuelvan a su cauce y poder salir a comprar o pasear sin tener que mirar a todas partes.

A pesar de que la presencia policial que ha cercado el barrio y sus calles adyacentes estos días debería ser un síntoma de seguridad, muchos de los residentes prefieren pasar desapercibidos ante tanta policía, y se quedan dentro sus pisos mirando desde las ventanas quizás por las actividades delictivas que se cuecen en esta zona de la ciudad. Un alivio para el resto de habitantes ajenos a estas prácticas ilegales porque en el Xenillet hay todo tipo de personas, gente buena y gente mala, aunque la cruz la llevan todos.

Vuelta a casa

El que volvió ayer a su casa fue Pedro G. C, el hijo de Antonio, uno de los dos fallecidos, que se recuperaba en el hospital por el balazo recibido en el camposanto. Volvió curado físicamente pero con una herida en el corazón difícil de sanar. «El niño no está bien, ha sido muy duro», comentaban fuentes cercanas.

Un respiro para la familia tenerlo en casa y un descanso cuando puedan dar sepultura a su padre, Antonio G. G., una persona muy conocida y querida en el barrio que ha muerto «por una discusión de hace años o, a saber por qué...», como cuentan sus allegados, agradecidos por las muestras de condolencia recibidas estos días.

Los familiares guardan silencio respecto al entierro. Todavía no tienen claro cómo ni dónde será el sepelio del difunto porque para la familia resulta muy duro tener que regresar a visitar su tumba al mismo lugar donde fue asesinado a sangre fría y por una disputa «sin sentido».

El Ayuntamiento torrentino también ha estado al lado de las familias de las dos víctimas mortales dándoles su apoyo. Tanto de Antonio, como de José Luis, que murió por una bala perdida en el tiroteo. Casualmente, el alcalde, Jesús Ros, se encontraba en el momento de los disparos en el camposanto y fue uno de los primeros en acompañar a los afectados, a quienes conocía personalmente.

De hecho, el padre de Antonio, fue conserje de uno de los colegios de la ciudad durante más de tres décadas. En cuanto a José Luis, pertenecía a la comunidad del Buen Consejo. Ros estuvo junto a sus familiares hasta el levantamiento de los cadáveres, viviendo en primera línea el drama.

Ante la tensión entre los grupos rivales, la Policía prevé establecer un importante dispositivo de seguridad para que el entierro de Antonio se desarrolle con normalidad y no se produzca ningún nuevo incidente.

Según ha podido saber este diario, habrá presencia de policías uniformados pero también podrían activarse vigilancias discretas con agentes de paisano pendientes ante cualquier actitud sospechosa. Todavía no está claro si intervendrán unidades de mayor peso especializado en la disolución de disturbios, como son las unidades de intervención policial, los agentes de la UIP.

La colaboración entre agentes de varias provincias está resultando clave para la investigación. También la vigilancia a los miembros más conflictivos y con antecedentes violentos en los dos clanes enfrentados.