Bicicletas El Belga. Damián Torres

El Belga cierra después de 72 años en Valencia

El tercero de los Vicente Martínez, asfixiado, se ve obligado a cerrar la mítica tienda de bicicletas

Jueves, 21 de noviembre 2019

Para aclararnos: hay tres Vicente Martínez. El padre, el hijo y el nieto. El cuarto, Vicent, aún un niño, no podrá seguir la saga familiar, ligada a las bicicletas desde que el padre, en 1947, abriera un taller en la calle Liria, en el barrio del Carmen. Un modesto negocio en la entrada de la vivienda donde reparaba las bicis de la época después de haber aprendido el oficio, mirando, probando, de un mecánico vecino. El hijo no quería estudiar y con 16 años ya estaba metiéndole mano a cambios y piñones. Juntos, en 1981, se trasladaron a la tienda de Llano de Zaidía, 'vora riu', y ahora, 72 años después de aquel tallercito incipiente, el nieto, superado por la coyuntura, el comercio electrónico, anuncia que Bicicletas El Belga dejará de rodar a finales de año.

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El Belga es el apodo del padre. «Cuando era joven decía que los mejores ciclistas eran los belgas, y los amigos le respondían que en vez de valenciano parecía belga. Cada vez que le veían, por hacerle la broma, le hacían la misma pregunta: '¿Quiénes son los mejores ciclistas?' Y mi padre siempre decía que los belgas. Así que »los belgas, los belgas«, se le quedó lo del Belga», explica el hijo, que ahora tiene 70 años y le cuesta ir a la tienda porque se echa a llorar.

El padre murió en 2011 con 92 años. «Y hasta los 85 estuvo trabajando», recuerda el hijo, quien rememora que tenía tan buenas manos que en los 40 y los 50 pasaban todos los ciclistas de la época por el taller: Salvador Botella, Angelino Soler... Hasta que un equipo vasco en el que corría Jesús Loroño vino a correr a la Comunitat Valenciana, necesitaba a un mecánico y contrató a Vicente. Aunque su primer equipo oficial fue el Faema de Federico Martín Bahamontes.

El 'Aguila de Toledo' le cogió cariño y le pidió que se fuera con él a trabajar a Francia, que necesitaba un mecánico de garantías. Vicente Martínez hizo el petate y se fue con él en el 63. El hijo, en realidad un aprendiz, tomó las riendas del negocio familiar. «Me las veía y me las deseaba para salir adelante». Mientras, su padre, llegaba a Francia, donde habían anunciado que habían contratado a un gran mecánico. Alguien no debió entender el sentido de «gran mecánico» y cuando Vicente, que medía 1,65, llegó, el banco le venía por la nariz. «Tuvieron que hacerle una banqueta para que pudiera trabajar».

Bahamontes y Vicente Martínez, a quien le decía que se quería casar con cualquiera de sus dos hijas gemelas, se hicieron muy amigos, aunque la relación que marcó la vida de este orfebre de las bicicletas fue Luis Puig. El famoso dirigente valenciano, que llegó a dirigir la UCI, lo contrató cuando se convirtió en el presidente de la federación española. Se guardaban tanto respeto y admiración que Vicente le soltó a Luis Puig: «El día que usted termine como presidente, yo dejaré de ser el mecánico de la federación».

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D. Torres

El taller se les quedó pequeño y el 23 de febrero de 1981 se mudaron a la planta baja de Llano de Zaidía. «Recuerdo la fecha exacta porque fue el día del golpe de Estado. Estábamos montándolo todo y mi padre me dijo: 'No descargues nada más que nos vamos para casa'. Vivíamos en Burjassot y, al llegar, vimos pasar los tanques camino de Valencia».

Después vino la jubilación del padre. Aunque relativa. «Cada mañana iba a abrir el taller y me lo encontraba en la puerta», se ríe el hijo, quien, tiempo después, acabó haciendo lo mismo. Ahora intenta no ir. «Me entra congoja ver que se va a cerrar después de tantos años. Yo no he llorado en mi vida, pero ahora me cuesta contener las lágrimas».

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Lo que no pudo hundir la crisis, lo hizo el 'ecommerce'. El Black Friday, por ejemplo, arrasó con la clásica campaña de Navidad. «Nosotros la crisis ni la notamos. Al contrario, aumentamos las ventas, en 2010 ampliamos el negocio y en 2011 alcanzamos nuestro récord de ingresos. Pero entonces llegó la caída», analiza el nieto, el tercer Vicente Martínez, el que se ha tenido que comer el 'sapo' de cerrar un negocio familiar con 72 años de antigüedad. Aguantará hasta final de año y, en cuanto agoten el stock, cerrará para siempre.

El nieto cree que la caída es la consecuencia de una serie de factores: «Una competencia muy agresiva, pero no solo 'on line' sino también física, por las grandes superficies; por supuesto que errores internos de empresa que asumo, y la globalización, que ya no busca la excelencia sino únicamente los precios bajos. El nieto del Belga tiene 45 años y una familia que sacar adelante. »Es una decisión muy dura, es el final de una saga, pero no le veo salida ni punto de retorno y tengo que cerrar. No somos la tienda más antigua, que es Rafael Abad, pero sí la más antigua de bicicletas de alta gama y ya no hay espacio para nosotros«.

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Sorprende que esta tienda mítica, que llegó a tener nueve trabajadores y que ahora va a cerrar con dos, se desplome en pleno auge de la Valencia de los carriles bicis y el fomento de los medios de transporte no contaminantes. «Es engañoso. Por los carriles, en realidad, solo ves circular patinetes y Valenbisi. El otro día vino una mujer asustada porque le habían dicho que tenía que llevar una luz potente, pero, en cambio, no imponen el uso obligatorio del casco. Porque, claro, entonces se les caería el negocio del Valenbisi. A nosotros nos han hundido poniendo el carril bici pasando por delante, donde antes paraba un momento el cliente para cargar su compra, y encima el Ayuntamiento nos coloca una estación de Valenbisi en la puerta, que ya tiene guasa...».

Otro comercio histórico que, como Deportes Arnau hace unos meses, tiene que bajar la persiana. Son días de miradas tristes y reconocimiento a una tienda con personalidad. «Los últimos maillots se los está llevando la gente aunque no les vengan, como una especie de homenaje. Y hay clientes que me han pedido hasta las pegatinas. Esos son los clientes de verdad, los que he llamado para informarles y los que han venido a darnos un abrazo de despedida o a decirnos que aquí compraron su primera bicicleta o que quedaban en la puerta para hacer las salidas...». Otra porción de Valencia que se diluye entre los nuevos tiempos.

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