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Asentamientos chabolistas en el antiguo circuito de Fórmula 1.

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Asentamientos chabolistas en el antiguo circuito de Fórmula 1. JESÚS SÁNCHEZ SIGNES
VALENCIA

La ciudad en la que nadie quiere vivir

Decenas de personas malviven en casuchas en el antiguo circuito de Fórmula 1, a espaldas de Valencia y sus administraciones

Álex Serrano y SARA BONILLO NAVARRO

Valencia

Miércoles, 20 de julio 2022, 00:29

El olvido llama al olvido. Los sueños truncados llaman a las vidas truncadas. El delirio de la Fórmula 1, esa Valencia anterior a la crisis de banquetes en el Mercado Central y monoplazas que rugen junto a tinglados modernistas, ha dado paso a un circuito abandonado, una inmensa explanada diáfana donde este martes por la mañana sólo se escucha el ruido de una obra cercana y los gritos aislados de quienes habitan una ciudad llena de vidas rotas. Donde derrapaban los monoplaza derrapan ahora las trayectorias vitales de aquellos que caen por las grietas del sistema. Terminan aquí, en la ciudad que nadie quiere ver, un inmenso asentamiento chabolista donde decenas de personas, en su mayoría nacidos en otros países, malviven siempre con un ojo por encima del hombro, en continuo estado de ansiedad, olvidados por (casi) todos.

No se engañen: nadie quiere que se vayan de allí tanto como ellos mismos. Oksana Almarcha es joven. Tiene apenas 22 años, pero el relato estremece. «Hace tres semanas hubo aquí una violación», cuenta. Sus pequeños ojos azules ni se inmutan cuando cuenta que ella fue la víctima. «No me siento segura aquí», explica Almarcha, que tiene nombre ucraniano pero padres españoles. No da más detalles de su inseguridad, pero en realidad, tampoco son del todo necesarios. «Volví a casa después... pero mi familia volvió a echarme», relata. Malvive en una casa hecha con colchones, un sofá viejo, telas, plásticos... acompañada de dos hombres tras salir huyendo de la casa, en el mismo poblado, donde vivía con un joven ruso. La joven no da más detalles de la violación, pero tampoco son importantes.

Oksana asegura haber sufrido una violación en el poblado hace tres semanas: «No me siento segura aquí»

Tampoco da detalles sobre por qué ha pasado por la cárcel en dos ocasiones Baboudi Abid, nacido en Palestina, que ansía desesperadamente una prestación por desempleo que le toca al ser exinterno de la cárcel de Albocàsser. «Cuando voy al Ayuntamiento me dicen que me tengo que ir a otro sitio y nadie me ayuda», lamenta Abid, que como documento de identidad, dado que no dispone de NIE, presenta un auto por el cual ha de ser extraditado. «Llevo ya 18 años en España», explica. Ciertamente, no parece un tipo peligroso. Oksana vive con él.

Pero en el poblado chabolista del circuito de Fórmula 1, las apariencias engañan. Dos chavales que salen de las casas en dirección a la avenida de Francia se acercan al periodista para preguntarle qué hace ahí, y sonríen con bocas melladas. «Tranquilo, hombre, no tengas miedo», dice uno de ellos. No quieren identificarse, pero, de nuevo, no son peligrosos. Claro que son las 11 de la mañana de un martes y a escasos metros un grupo de albañiles levantan un edificio de dos plantas. «Por la noche, la historia es otra», comenta uno de los jóvenes.

Explican que, como ellos, decenas de personas han llegado en últimas fechas a la ciudad que nadie quiere ver, empujados, comentan, por la actuación municipal en una de las viejas naves de Juan Verdeguer que queda por rehabilitar. «Lo tapiaron y nos echaron a todos a la calle», lamentan. Ciertamente, la nave tiene una nueva pared, todavía limpia de pintadas, lo que evidencia que lleva poco tiempo levantada. Es esa actuación, según los distintos «vecinos» de esta particular ciudad, la que ha elevado, en mucho, la 'población residente'.

Quienes malviven en este mar de plásticos y telas bajo el sol y pasean entre litronas destrozadas y tétricas muñecas a las que les faltan una (o varias) extremidades, no quieren estar aquí. De hecho, a las 11 horas apenas queda nadie. «Se han ido a hacer de aparcacoches o a vender chatarra», indica una mujer con un fuerte acento difícil de discernir. Llama la atención esta pobreza, estos colchones amarillentos o esos platos de papel sucios y acumulados en un vertedero improvisado, en el corazón de la ciudad que a principios del siglo XXI parecía dispuesta a arrancar montada en los monoplazas de la Fórmula 1. El oropel, por los motivos que fueran, desapareció, y tras de sí han quedado los restos de un naufragio.

«Lo que quiero es una ayuda, pero nadie piensa en nosotros», dice Baboudi, un joven palestino

Como el Cuc de Llum, esa pasarela peatonal que une Nazaret y el circuito y que fue desvalijada de la cara madera de teca con que estaba construida cuando la zona cayó en el olvido y la ciudad le dio la espalda. El puente, habilitado para el cruce de vecinos, es una de las vías de salida del poblado, porque ya me dirán ustedes qué residente de la zona nueva de Nazaret va a cruzarlo para ir a... en realidad, a ninguna parte. La sensación de final de camino, de apéndice de la Valencia moderna, esa de la que tanto presumen Compromís y PSPV, pega con más fuerza en el antiguo circuito que el sol que cae inclemente sobre las casuchas.

La oposición denuncia el aumento de chabolismo

Fernando Giner, portavoz de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Valencia, recuerda que desde que gobierna en Valencia Ribó y el PSOE se ha disparado el número de personas que viven en asentamientos de chabolas en los barrios de la ciudad. Del mismo modo, la concejala del PP Marta Torrado cree necesario que desde el gobierno del Rialto «se tomen medidas para atajar esta situación que se vive en los barrios y distritos de la ciudad». «Sólo con recorrer las calles se puede comprobar la situación de cientos de personas viviendo en la intemperie cada día», asegura la concejala. Tanto PP como Ciudadanos reclaman al Ayuntamiento medidas urgentes para que estas personas vivan en condiciones dignas y salgan de la calle.

Al final, donde están no parecen molestar a nadie. Como ocurre con las personas en situación de indigencia que viven en la ciudad, cada vez más, según los datos ofrecidos por el propio Ayuntamiento, los habitantes de esta ciudad no son un problema mientras no se les vea. «Aquí no vienen ni las ONG», lamenta Abid. Pero lo cierto es que casi prefieren que les dejen en paz: no tienen buenas palabras para la Policía Local. «Vienen aquí a molestar», critica.

Algunos vecinos critican las molestias que causa el asentamiento, pero otros son más comprensivos: «No sé cómo viven así»

Los vecinos de la zona nueva de Nazaret o del final de la avenida de Francia son los únicos que ven, todos los días, el poblado chabolista. Y también, por cierto, quienes más esperan el desarrollo del PAI del Grao, que había de ocupar parte del circuito. Hay de todo, como en botica. Por una parte, están los que como Juan Carlos protestan por los ruidos, sobre todo por las noches. «Se montan unos líos tremendos por la noche, y llamas a la Policía y no vienen. Además, entran con los coches y hacen carreras y la gente de los conciertos de la Marina entra al circuito a hacer botellón», lamenta. Por otra, los hay más comprensivos. «No hacen demasiado ruido. De vez en cuando, pero lo peor es verlos ahí todo el día, en camiseta... Da mucho apuro», explica María Romero, que vive en la zona de Nazaret. «No sé ni cómo pueden vivir ahí», termina Romero.

«¿Que como podemos vivir aquí?». Oksana se encoge de hombros y se queda en silencio. De fondo, las obras de un edificio cercano y los fantasmas del gran premio de Europa.

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