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Sin comercio. Establecimientos comerciales del centro, cerrados y en alquiler, esta semana. DAMIÁN TORRES
Ciutat Vella, Valencia | Ciutat Vella, estrangulada

Ciutat Vella, estrangulada

Grito de ayuda. El centro histórico de Valencia se muere. Vecinos, comerciantes y hosteleros exigen actuaciones al Consistorio tras el cierre de casi 200 locales en un año

Álex Serrano

Valencia

Sábado, 11 de septiembre 2021

Deténganse en esta cifra. 186. Ciento ochenta y seis. Es el número de establecimientos comerciales de cualquier tipo que han cerrado en Ciutat Vella en el último año. El 57% de los comercios, restaurantes, hostelería y otros locales perdidos en dos años en Valencia capital se situaban en el distrito.

El número de actividades destinadas a estos sectores en 2021 se sitúa en 34.387, frente a los 34.573 que había en 2019. Este dato, ofrecido por el grupo municipal popular, habla a las claras de la situación en la que se encuentra Ciutat Vella.

Las obras de las plazas del centro, algunas de las cuales durarán más de lo previsto; los problemas de accesibilidad, sin las cámaras de control de accesos en marcha; la pandemia y la consiguiente reducción del turismo han llevado al barrio a una encrucijada de la que parece no haber salida clara. Vecinos, comerciantes y hosteleros analizan el estado del barrio y todos coinciden en el dictamen: es la última oportunidad de salvar un centro histórico único en Europa. «Nos morimos», dicen.

VECINOS

«El barrio está ahogado». Toni Casola es el presidente de la Associació de Veïns de Amics del Carme. «La calle es un escándalo por las noches: gritos, carreras, botellones, incidentes en los que interviene el SAMU...», dice Casola, que tilda la situación de «explosiva». «Es gente muy desbaratada que acaba deambulando hasta altas horas», lamenta. Los vecinos insisten también en el problema de las terrazas, «que ya no respetan el espacio de los peatones». «No se respetan las distancias de dos metros y hay una sobresaturación del espacio público, lo que se une a una cierta relajación: todo el mundo vende lo que quiere en la puerta de su casa», lamenta.

Casola también critica la circulación en el barrio, muy difícil «ya no sólo por las obras en las plazas», sino también porque el plan de movilidad está «a medio implantar». «El control de cámaras de tráfico lo han anunciado en abril y mayo, pero no está operativo y todo el mundo ha tomado nota y aparca en cualquier esquina: incluso camiones de gran tonelaje apostados en la parte trasera de la Lonja», dice.

El dirigente vecinal también lamenta la poca presencia policial. «No veo a la policía de barrio», señala Casola, que la alaba como «la policía que mejor sabe gestionar los conflictos del barrio». «Hay graves problemas de seguridad y espacio público», indica Casola, que desvincula estos problemas de las obras en las plazas del centro. «Para acabar con esto necesitamos normas de gestión claras. Pero ni la ocupación de espacio público ni la circulación están claras, ni los apartamentos turísticos», señala: «El Ayuntamiento no manda que cierren los apartamentos turísticos que están denunciados y de los que lo tenemos todo muy documentado». «Esto es la tormenta perfecta», remacha Casola, que recuerda la crisis de la heroína de los años 80 y 90. «Estamos mejor que entonces porque ya no existe eso, pero la problemática es distinta: estamos desgobernados con locales sin licencia o terrazas sin papeles en las que no interviene el Ayuntamiento».

Locales cerrados. María Dolores Boronat cerró su espardenyeria en la calle Derechos en diciembre de 2019 tras una dura crisis. IRENE MARSILLA

María Dolores Boronat, portavoz de Ciutat Vella i Viva, ha vivido en sus propias carnes este ahogo del que ella también habla. Tenía un local en la calle Derechos, llamado Espardenyeria Valenciana, y vendía sobre todo a turistas y vecinos. Sin embargo, en diciembre de 2019 cerró, dos meses antes de la pandemia. «Me dicen si tuve una visión», confiesa. Se salvó de lo peor de la pandemia, pero entonces, cuenta, la situación ya era mala.

«Se está formando un gueto aislado por obras y falta de accesibilidad de vehículos, de la EMT, sin paradas de taxi, la C-1 es un fiasco desde que se creó...», lamenta Boronat, que hace hincapié en los problemas de Fallas, con locales que tenían que cerrar antes de hora por la Ofrenda. No sabe si muchos comercios aguantarán. «Se crean hábitos de que la gente no venga al centro porque ahora no pueden venir y no creemos que puedan volver. Se están desviando hacia otros barrios y zonas comerciales», dice.

La portavoz del colectivo vecinal apunta que los residentes quieren «un turismo de calidad, no de mochileros». Hay ayudas económicas, sí (1,8 millones sólo en Ciutat Vella, según datos del Consistorio, que asegura que ha entregado subvenciones a casi 800 locales o autónomos), pero apunta que son «pan para hoy y hambre para mañana. «Hay que seguir pagando sueldos y alquileres, e impuestos», dice.

Solares. Terreno ubicado en Ciutat Vella, rodeado de grafitis, en el centro de Valencia la pasada semana. DAMIÁN TORRES

Boronat no cree que cuando terminen las obras en la plaza de la Reina, que podrían retrasarse más allá del abril de 2022 en que se esperaba terminar, la situación vaya a mejorar. «Son tres plazas las que están en obras. Empezaron a quitar paradas de autobuses... empezó el declive de la situación actual. La gente ha dejado de venir porque es inaccesible, los de los pueblos ya no vienen», lamenta Boronat, que critica que el Consistorio «destruya el centro en pro de los barrios». Tanto Casola como Boronat hablan de un importante problema de seguridad: «El barrio es muy inseguro, y lo vemos todos».

HOSTELEROS

La Coordinadora de Hostelería de los Barrios de Valencia tiene muchos asociados en el centro de la ciudad y coincide con el análisis que hacen los vecinos. «Si queremos que nuestro centro histórico continúe siendo singular, necesitamos que se tomen medidas. Y ya», dice Gema Piqué, vicepresidenta de la coordinadora. Su portavoz, Jesús Ortega, se muestra de acuerdo y añade un detalle: la iluminación.

«Cuando la gente sale de cenar, se encuentra las calles con muy poca luz. La atenúan muy pronto», lamenta. Piqué, por su parte, apunta que el centro de la ciudad es «un laberinto, donde es fácil perderse si no lo conoces. Y si las calles están a oscuras, más aún, lo que abunda en el problema de seguridad que tenemos, con gente a la que le han entrado a robar».

«La gente de los pueblos que solía aparcar en la plaza de la Reina no puede porque el parking está cerrado. Pero no tienen alternativa: cuando llegan sin saber esto se salen del centro y ya no vuelven. Deberían informar de cómo llegar al siguiente parking», exige Ortega, que incide en el detalle de la suciedad. «Hay calles muy cerca de la catedral, como la del Santo Cáliz, que huelen mucho a orines. También hay muchos grafitis: la brigada especial que limpiaba las pintadas malintencionadas y que existía con Rita Barberá ya no existe», critica Ortega.

Las obras. Influencia de la remodelación de la plaza de la Reina, una zona muy transitada de la ciudad. #damián torres DAMIÁN TORRES

COMERCIANTES

En sus propias carnes ha vivido la Asociación de Comerciantes del Centro Histórico y el Ensanche la reducción de locales. «Hemos sufrido 10 o 12 bajas, pero hemos crecido porque la gente ha visto que si se une a la asociación tiene más fácil pedir ayudas», explica Rafa Torres, presidente de la entidad. «Es un entorno muy deprimido. El turismo está muy lejos de lo que era: un directivo de una cadena hotelera muy potente me dijo que en julio el 80% de la ocupación era nacional», indica.

«Una parte importantísima de nuestros clientes que vienen no sólo del resto de barrios de la ciudad y del área metropolitana la hemos perdido por las restricciones a la movilidad y porque la utilización de EMT y Cercanías sigue por debajo de la media», lamenta Torres. «Si todo está cortado al tráfico privado por obras y además la accesibilidad en transporte público se ha reducido drásticamente se crea una situación caótica», dijo el presidente de los comerciantes.

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