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El crespón negro a la entrada de la Escuela Infantil de Sant Pau. JESÚS SIGNES
Dolor en la guardería de Sant Pau por la muerte del niño de dos años en el incendio de Campanar

Dolor en la guardería de Sant Pau por la muerte del niño de dos años en el incendio de Campanar

La Escuela Infantil de Sant Pau luce un crespón negro a su entrada y algunas de sus maestras han necesitado atención psicológica tras confirmarse el fallecimiento

Pablo Alcaraz

Valencia

Viernes, 23 de febrero 2024, 18:40

Dolor en forma de llanto ahogado en la Escuela Infantil de Sant Pau en Campanar. La conmoción y el sentimiento de consternación imperaban a media mañana en la entrada de la guardería. Sólo la virulencia del viento rompía el silencio del centro situado a escasos trescientos metros de las dos torres carbonizadas por el azote de llamas del mayor incendio de la historia de Valencia. La procesión a cuentagotas de padres, madres, abuelos y maestras que se han pasado por las puertas de la escuela, cariacontecidos todos ellos, reflejaban las consecuencias y la magnitud de la tragedia. Sin embargo, todavía no se había confirmado el desastre: uno de sus alumnos de dos años había sido víctima mortal de las llamas junto a su familia. A esa hora, la desesperanza todavía se había apoderado de los corazones, a pesar de que todos los indicios conducían al peor de los desenlaces posible.

Carmen reside en una de las urbanizaciones que componen el barrio de Sant Pau dentro del distrito de Campanar. Se ha acercado un momento al centro con una bolsa repleta de unas pocas prendas de ropa, un chándal concretamente, para entregárselas al hijo de unos amigos suyos porque sino «no tendría con qué vestirse esta semana». El pequeño pertenece a una de las cinco familias que lo han perdido todo y que tienen a sus hijos matriculados en esa misma guardería de Campanar. Carmen argumenta que las familias no dicen nada «porque hay afectados, no tienen toda la información disponible, pero los padres están destrozados».

«Psicológicamente no estamos preparados para esto», comentan dos maestras a la entrada cuando se acerca el mediodía. Esas palabras eran un mal presagio que pronto se convertía en un drama fatal. Las llamadas telefónicas incrementan su frecuencia y las conversaciones cambiaban de manera repentina la faz de las docentes. Algo va mal. A las 12:30 las dos docentes salen con los ojos vidriosos y sitúan un crespón negro y una rosa blanca en señal de luto en las puertas del recinto. Se les pregunta por si se ha confirmado la muerte de su alumno de dos años, pero el estado de shock en el que se encuentran les impide articular palabra. Ambas regresan al interior del centro escolar.

Ayuda psicológica

El giro drástico de los acontecimientos provoca la llegada de un equipo psicosocial de Cruz Roja reforzado con miembros de los Servicios Sociales del Ayuntamiento. Parte del equipo docente sufre ataques de ansiedad tras la confirmación de la noticia que acaban de recibir, pero desde el centro no acaban de hacer pública. La prensa ya se hace eco. Tres de ellas serán evacuadas al Centro Valiente, no serán las últimas porque después otra maestra requerirá de la mismo tratamiento un rato después.

Un grupo de jóvenes se agolpa en la valla de la guardería. Ellas son psicólogas y han acudido hasta el lugar con el único cometido de ayudar en materia psicológica al personal del centro que ya se había enterado de la tragedia. Sofía lleva año y medio ejerciendo como psicóloga mientras Lucía está acabando de estudiar el máster que la habilita para ejercer la profesión. Ambas han venido llamadas por su vocación y el espíritu solidario. «Nos hemos enterado de que hacían falta refuerzos aquí por las redes sociales y las publicaciones del Ayuntamiento», comenta Sofía.

La guardería se ha convertido en un pequeño centro solidario en el que se recoge ropa que llega en numerosas bolsas que traen padres y madres de los niños tras el colapso de los casales falleros por la gran cantidad de ayuda recibida. Una mujer llega a donar hasta siete petates llenos hasta arriba.

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