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Francisco ha bajado a comprar el pan. Sus nietos van a comer a casa y quiere agasajarles. Pero lo hace casi cuando el reloj ya marca el mediodía y es que la vida en La Torre lleva otro ritmo. Diez años ha estado esta zona de la ciudad sin tener una asociación de vecinos. Diez años en los que el barrio ha estado en pausa. Y así, como en una isla pero sin los encantos de estar rodeado por el mar, es como definen los vecinos la vida en este barrio que está entre los pueblos y la ciudad.
Francisco nació allí, es el mejor testigo de su historia, de la de esa torre y de las alquerías que antes formaban el pueblo y de la huerta que lo rodeaba. También de lo que se sufrió tras la riada y con la construcción del nuevo cauce y de la carretera que les dejo así, en barco entre los pueblos de Sedaví, Benetússer y Paiporta, y la ciudad de Valencia. Pero el prefiere no hablar de política, ni de las drogas y los conflictos que sufrieron, ni del desastre que llegó con la crisis que dejó la construcción de la zona de Sociópolis, anexa a La Torre, a medias. «Yo soy músico y yo lo que quiero para este barrio es un centro cultural o un buen salón de actos». Dice que no hay ningún lugar donde reunir al coro, ni siquiera a la nueva asociación de vecinos o al equipo de fútbol ni para hacer ningún acto con los niños. Y no será por no haberlo pedido.
Al ser uno de los más veteranos del barrio y también por estar tantos años al mando del coro, a Francisco siempre le invitan, junto con otros vecinos, a ciertas reuniones con los candidatos cuando llegan las elecciones. Dice que él nunca habla, escucha las propuestas y las promesas hasta que le preguntan: «Y usted ¿qué querría para el barrio?». Como siempre, pide un salón de actos. «Pero es que la respuesta es la misma, sea el partido que sea, hasta que un día les dije, mire si es que ya se lo que va a pasar, va a mirar a su compañero y le va a decir: apunta en la libreta. Y dentro de cuatro años, aquí seguiremos igual que estamos».
Y razón no le falta, porque hace poco menos de un mes que la Vicepresidencia Segunda y Conselleria de Vivienda, presentó las conclusiones del proceso participativo 'Habita La Torre', para impulsar la rehabilitación integral del barrio contando con las aportaciones de los vecinos.
«Pero si es que son siempre los mismos problemas, no hay más que darse una vuelta para verlo», comenta Vanesa, una vecina de La Torre que ha montado una tienda de vestidos infantiles en un bajo del barrio y que vende por internet a Reino Unido y Alemania. «Diablets se llama la marca, la verdad que tiene más éxito fuera que aquí», reconoce.
Ella, que vive con su hija, paga un alquiler justo encima de donde tiene la planta baja, también alquilada. «Están subiendo los precios porque aquí hay vecinos que viven de eso, de rentas y se entiende , pero esto es La Torre, no pueden pretender que las familias paguen lo mismo que en Valencia con este nivel de vida. Pero también pasa con los impuestos, estamos pagando una burrada, al mismo nivel que quien vive en el centro pero eso sí, no tenemos ni la mitad de cosas», protesta Vanesa. Confiesa que en cuanto pueda se irá de allí porque cree que incluso en cualquier pueblo de los que hay al lado hay mejor calidad de vida.
Para Amparo, la farmacéutica, que no vive en La Torre, la movilidad y la conexión es una de las mayores faltas en la pedanía. «Parece que esté cerca de todo, pero por ejemplo para ir a Paiporta en transporte público o andando es un engorro, cuando si hicieran un carril peatonal se llegaría en nada», asegura. Por ello entre las peticiones vecinales está la modificación del trazado de las líneas de EMT que pasan por La Torre, la apertura de vía ciclopeatonal entre La Torre y la estación de Valencia Sud de Metrovalencia o mejor la nueva pasarela peatonal para proveer sombra y aumentar la seguridad.
El barrio está fraccionado en partes. La calle principal, la Avenida Real de Madrid, vertebra La Torre. Pero salvo en esa vía donde se concentra la vida y el comercio, no queda nada más que bares. Lo reconocen los vecinos, como Vanesa que trata de sacar adelante su tienda de ropa o incluso en el horno, donde han visto desaparecer cada uno de los comercios que quedaban. «Había un quiosco, la carnicería, también un tienda de comida preparada, una frutería que también era tipo ultramarinos... pues sólo queda esto, el horno», comenta la hornera.
Más allá de esa calle principal se distinguen otras zonas, una donde las construcciones son antiguas y algunas tienen problemas en las infraestructuras, otra donde los solares vacíos siguen esperando las nuevas fincas.
En esa parte, hacia donde trata de crecer el barrio donde está la esperanza de una vida mejor, sigue aún paralizada. En los últimos años, en esas pocas fincas que ya se construyeron, han ido llegando nuevos vecinos. Sobre todo, familias y gente joven, como Rodrigo y Aarón. «Es una zona tranquila, y aunque te tengas que desplazar para algunas cosas no es algo que nos importe, todo esto ha ido cambiando en poco tiempo y ha llegado gente nueva, familias con niños, creo que tiene futuro, dentro de poco van a construir más fincas cercas y creo que se llenarán», vaticina Rodrigo.
Pero por ahora, La Torre sigue en pausa. «Aquí no hay avanza nada, estamos como en una isla, todo paralizado y cada vez que hay elecciones sabes qué pasa, que acabamos en la libreta del asesor de turno de cualquier partido», zanja Francisco resignado.
La Asociación Vecinal toma de nuevo las riendas y se empieza a mover en las reivindicaciones para el barrio de La Torre. «Queda aún por hacer, falta rehabilitar muchas cosas, viviendas o el lavadero, mejorar la movilidad dentro del barrio y también hacia afuera», dice Iván García, representante vecinal. Aún así reconoce que no se sienten olvidados «pero tampoco nos tienen en cuenta, nos hace falta ayuda».
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Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
Patricia Cabezuelo | Valencia
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