Jesús Arrúe posa ante el edificio del que fue desahuciado por un fondo inversor. IVÁN ARLANDIS

Así son los exiliados de Ciutat Vella en Valencia

Cada vez son más los vecinos del centro de la ciudad que huyen de las consecuencias derivadas del botellón y los apartamentos turísticos ilegales que trae consigo el turismo descontrolado: «Esto ya no es un barrio»

Miércoles, 16 de agosto 2023, 00:38

La de Ciutat Vella es una balada triste, casi una elegía a un barrio que ya no lo es. Es la historia de una zona de la ciudad que lleva 2.000 años en pie pero que, a menos a juicio de sus vecinos, vive ... este siglo XXI sus últimos días. Podemos admitir, claro, cierta exageración en el dictamen, pero la Associació de Veïns Amics del Carme protesta desde hace varios años por lo que considera un vaciado casi consciente del barrio. LAS PROVINCIAS ha podido hablar con vecinos del Carmen que han tenido que abandonar sus casas, de forma temporal o perpetua, para poder dormir por las noches.

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Las de Jesús, Vicent o María son historias de resistencia, pero también de derrota. Como tal las cuentan: son las historias de residentes de toda la vida, como ellos mismos dicen, que se han rendido. Se han cansado de pelear siempre contra el mismo. Contra lo mismo. Se sienten como Quijote contra los molinos, si los molinos fueran, en realidad, botellones, apartamentos turísticos ilegales y un ruido tal que impide a Vicent, que vive en la calle Serranos en invierno y otoño, pueda leer un libro con las ventanas abiertas. Es la historia de Jesús, que tuvo que mudarse a la zona de Giorgeta porque un fondo inversor compró su edificio sin que el gobierno municipal más progresista de la historia, el de Ribó y Gómez, hiciera nada para evitarlo, según cuenta. O la de María, que ha puesto el piso de su madre a alquilar en la plaza del Tossal. «Pero no alquiler turístico, eh», apostilla.

El viaje empieza en la calle Caixers. Ahí vivía, hasta hace cuatro años, Jesús Arrúe. «Nos empezaron a llegar cartas de desahucio a todos. Hablamos con los dueños y nos dicen que lo han vendido a un fondo buitre. No nos lo podíamos creer», lamenta el vecino. «Nos movimos lo que no está escrito, pero el Ayuntamiento no hizo nada. El alcalde era Joan Ribó. Yo soy votante de izquierdas y nunca, jamás, en todos los movimientos vecinales que ha habido, se presentó nadie de Compromís», indica Arrúe.

Cuando tuvieron que abandonar sus pisos, se encontró con que no podía vivir en el barrio. Era imposible. «No queríamos sentirnos expulsados de nuestro barrio. Pero ocurrió. Es un tema fuerte. Me causó una enfermedad», señala Arrúe, que se trasladó a la zona de Giorgeta. «He sido relegado de mis raíces. Yo he reivindicado el barrio del Carmen, reivindico el casco antiguo por activa y por pasiva, pero he tenido que comprarme un piso a las afueras del centro porque era inviable», critica.

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«No nos queremos ir del Carmen, pero si todo sigue así...»

Los hay quienes, claro, todavía resisten. Casi como esa aldea gala del cómic. Es el caso de Claudia y su familia, que viven cerca de una zona llena de bares y restaurantes. De nuevo, no quieren dar demasiados detalles para evitar problemas con la hostelería. «Cuando les pides a los dueños que por favor controlen el ruido de sus comensales, dicen que llamemos a la Policía Local. Y la Policía Local nos dice que si es que nosotros nunca hemos gritado en la calle», lamenta Claudia. «Nuestro problema principal es que el ruido es terrible. Los dueños de la hostelería no hacen nada cuando la gente está sentada en las terrazas: gritan, cantan... La ley dice que son ellos los que tendrían que controlar el jaleo que arman», recuerda. El barrio es Zona Acústicamente Saturada desde 2018 y eso supone ciertos horarios que, según Claudia, no se cumplen. «Tiene que cerrar entre las doce y la una de la madrugada y los fines de semana muchas veces se quedan abiertos hasta las dos o más», critica. «Si cerrasen las terrazas y ya está... pero es que hay locales de ocio que funcionan como pub y la gente sale a beber y fumar en la calle y se ponen a cantar como si fuese un estadio de fútbol», lamenta Claudia. «Nosotros no queremos irnos, pero parece que nos están empujando a eso. La vivienda es nuestra, queremos vivir aquí, la compramos porque nos gusta la zona. Pero necesitamos que la Policía Local haga su trabajo porque sabemos que hay una ley muy dura con los horarios de la hostelería que se puede aplicar. Pero no lo están aplicando», critica esta vecina del centro del barrio del Carmen.

«Todos los bajos de este barrio se están haciendo apartamentos turísticos. Cuando relegas a sus gentes de un barrio, quitas la personalidad al barrio. Formas un parque temático: tendrá cosas bonitas, calles y demás, pero sin gente pierde la personalidad. Ya no echo de menos el barrio porque no es mi barrio. No hay vecinos de toda la vida, ni tiendas pequeñas de barrio: son todo alquiler de bicicletas y patines, souvenirs... Cuando voy por mi barrio y sólo oigo hablar en inglés o alemán, digo, ¿dónde está mi barrio?», se pregunta.

Seguimos el paseo. Vamos a la calle Serranos. Allí vive Vicent, que no quiere dar demasiados detalles sobre su identidad para evitar problemas con la hostelería. «No se puede vivir. Nosotros nos vamos seis meses al año, a la montaña: de mayo a noviembre. Pero porque nosotros podemos permitírnoslo. Hay mucha gente que no», denuncia. «Hay mucho ruido. El foco del ruido son las terrazas, los garitos y los botellones», critica «Hemos llegado al extremo de que se hacen botellones en la plaza de Manises».

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Vicent no quiere irse del Carmen, pero teme que no le quedará otra cuando tenga hijos. «Hay plazas que están colapsadas de mesas y sillas y alcohol y un niño no puede jugar y un señor mayor no se puede sentar a tomar el sol: Negrito, Doctor Collado... Están expulsando a los vecinos», critica. Vicent propone al Consistorio que actúe ya para reducir terrazas, como se ha hecho en Honduras. «No puede ser que cualquier placita o callejuela sea susceptible de ser ocupada por terrazas. Hay calles y plazas totalmente colapsadas», dice Vicent, que también insiste en algo que el Partido Popular ha comentado en varias ocasiones desde que María José Catalá es alcaldesa: el control de los apartamentos turísticos ilegales. «Hay un acuerdo de pleno de la ZAS del Carmen que no se está cumpliendo. Es una decisión política: el Ayuntamiento tiene que decidir si quiere que esto sea un barrio o que sea un parque temático», asegura Vicent.

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Ese término, parque temático, aparece en cualquier conversación con vecinos que residen en Ciutat Vella. Tienen normalizado que un local tradicional que eche la persiana se convierta rápidamente, en una suerte de alquimia indeseada, en una tienda de souvenirs o una especie de ultramarinos 24 horas. María explica que se cansó de esa sensación y decidió alquilar el piso que su madre tenía en propiedad en la plaza del Tossal. «Lo he puesto caro, y me lo quitaron de las manos en dos días. Pero es una familia», insiste rápidamente. «En la plaza del Tossal no se puede estar los fines de semana, y mi piso es un primero. No puedo abrir las ventanas hasta el lunes. Vivía encerrada», explica. Ella se ha ido a un barrio más allá de la calle Cuenca, pero no quiere dar más detalles de cuál es el destino que ella y su familia han elegido para este destierro forzoso.

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