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Fachada de la Finca Roja recayente a la calle Maluquer, donde se encuentra el piso okupado. DAMIÁN TORRES

Okupas en la Finca Roja de Valencia

Los vecinos del emblemático edificio denuncian la ocupación de una vivienda y daños en la finca protegida por una inundación causada por los residentes en un 'piso patera'

Jueves, 13 de junio 2024, 00:24

Vivir en la Finca Roja siempre ha sido especial. El edificio cuenta con un jardín interior y con una animada vida social. Es casi una ciudad dentro de la ciudad, un privilegio al alcance de una comunidad de casi 300 personas. Vivir en la ... Finca Roja siempre ha sido especial. Pero desde marzo de este año, se ha convertido en un infierno para algunos de los residentes, que han visto que el fenómeno de los okupas ha llegado hasta su mismo portal, hasta este oasis en Arrancapins en el que se han sentido, durante generaciones, intocables. Es un piso, un primer piso recayente a la calle Maluquer, pero los efectos provocados por una casa en la que viven varias familias se dejan notar en toda la comunidad.

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Todo empezó el jueves 7 de marzo. Los vecinos detectaron que alguien había forzado la verja de la ventana de acceso al patio interior de la puerta 6, motivo por el cual interpusieron una denuncia ante la Policía Nacional. Supieron que había gente viviendo en un inmueble hasta el momento libre, del primer piso, compuesto por tres habitaciones y un baño, cuando la vecina de la planta baja dio la voz de alarma. Tenía una inundación en su piso. Según los residentes, es porque los okupas, que no tienen contrato de alquiler siempre según los residentes, emplearon el baño, cuya agua se filtró hasta la planta baja. La vecina descubrió humedades y moho en una de las habitaciones.

Estas fugas de agua también han afectado al recibidor de la finca. Tanto es así que no hay luz porque se han mojado los cables. Es el mismo motivo por el cual la señal de televisión falló en toda la comunidad. El electricista la arregló porque hay vecinos mayores que la necesitan para pasar entretenidos sus días, según explican los residentes. Las fugas están causando desperfectos en la moldura del zaguán. Al ser el edificio Bien de Interés Cultural, las reparaciones son más costosas, tanto en tiempo como en dinero.

Desde la llegada de los okupas, varias familias con niños al menos desde el 1 de abril, cuando llegaron al abrigo de la noche, ha habido problemas en los telefonillos automáticos. Según los vecinos, el técnico que fue a repararlo dijo que el problema viene dado porque los okupas han intentado instalar un telefonillo por su cuenta, dañando los demás. Además, llamaron para pedir que les pusieran internet, por lo que los técnicos tuvieron que salir a las zonas comunes de la terraza superior. No pudieron hacerlo. El resto de residentes, para evitar que accedieran a esa parte del edificio, han tenido que cambiar las llaves de la terraza.

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La situación ha causado incluso daños personales. La vecina que vive en la misma planta que los okupas se cayó por las escaleras y se hizo un esguince porque regaló con aceite, que salía, siempre según la misma fuente, de la vivienda en cuestión. «Esa casa huele a porro y hay trasiego de personas. No sabemos si son 'amigos' o se trafica» en su interior, explican los residentes, que también denuncian que tienen un perro de presa «y lo llevan suelto sin bozal y por las escaleras y el zaguán del edificio.

Los vecinos han tenido que hacer una reunión de urgencia extraordinaria donde se han relatado más molestias, como que los okupas se ponen a cocinar a altas horas de la madrugada, lo que molesta a quienes viven cerca. Además, también ponen la música tan alta que algún residente ya ha tenido que llamarles la atención. Los okupas han sacado muebles y bolsas de basura al patio interior por el que accedieron, que tiene un desagüe para aguas pluviales. «Tal como tienen el patio es imposible que la alcantarilla funcione», lamentan.

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Los residentes han llegado a hablar con los okupas, que se han ofrecido a pagar la comunidad y a arreglar su baño para que no dañe a las viviendas de alrededor, suponen los vecinos que para tener recibos a su nombre que puedan acreditar que viven ahí. El piso es propiedad de un residente en otra localidad que acude cada pocos meses a la vivienda y que, según los vecinos, no ha alquilado el inmueble a nadie. El baño en cuestión es lo que más problema genera. Tanto que el pasado 12 de abril la comunidad volvió a llamar a la Policía, en este caso a la Local, porque volvieron a usar el baño y el agua se filtró hacia el zaguán y las viviendas situadas bajo el inmueble okupado. «Su respuesta fue que tienen que usar el baño, que lo necesitan», lamentan. El piso, según ha podido saber este diario, cuenta con unos 80 metros cuadrados distribuidos en tres habitaciones y un único baño.

La lucha contra los okupas llega, así, a zonas céntricas de la ciudad tras estar prácticamente erradicado de Ciutat Vella. Hasta el momento parecía afectar sobre todo a bloques alejados del corazón de Valencia, como Portuarios, junto al Cabanyal, u Orriols, en cuya zona cero (confluencia de las calles Padre Viñas y San Juan de la Peña) hay todavía decenas de pisos okupados, pese a los intentos del Consistorio desde la llegada del PP al poder de atajar este problema que degrada con rapidez los barrios afectados.

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