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Un joven salta por encima de la hoguera en San Juan

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Un joven salta por encima de la hoguera en San Juan Iván Arlandis

San Juan revienta las playas de Valencia

Miles de jóvenes viven su primera fiesta ante la atenta vigilancia de 1.500 policías, bomberos y efectivos de protección civil

Viernes, 23 de junio 2023, 20:55

San Juan es la noche en que Valencia pierde la inocencia. En esas horas del día más largo del año que llevan hasta las 4 de la madrugada, cuando los servicios de emergencia respirarán hondo y empezarán a trabajar los de recogida de basuras, miles de valencianos se hacen adultos. Es la primera fiesta para miles de chavales, que a primera hora de la tarde discurren por el Marítimo con las botellas inocentemente escondidas en sus mochilas (tintinean con cada movimiento) mientras en el paseo las familias del barrio cogían puestos para las cenas a la fresca. El humo de las hogueras lo cubre todo desde que anochece: la ciudad huele a fuego mientras las playas bullen convertidas en un enorme botellón legal.

Pegados a las largas sombras del atardecer, miles de valencianos se llegan hasta las playas al filo de las 21 horas. Hay mucho joven. Vídeos de TikTok. Faldas. Torsos al aire. Altavoces que atruenan con la confianza de que cualquiera que dos kilómetros a la redonda quiere escuchar la última sesión de Bizarrap. El aire, se lo juro, riela con la excitación de un organismo vivo formado por cientos de miles de jóvenes que van a vivir su primera noche como adultos. Les observan fijamente los cerca de 300 agentes de Policía Local desplegados en el Marítimo y, sobre todo, en las playas.

San Juan es esa noche en la que parece que nadie puede ser infeliz. Sirva como muestra el botón de la cola kilométrica formada junto a un puesto de leña, donde a las 20 horas esperan cientos de personas. «No sé a qué esperan, no van a traer más leña», comenta divertido un agente de policía local, que señala que cerca del balneario de Las Arenas hay más leña. Cierto. También hay cola. Y alguna que otra mala cara porque un chaval argentino, con cara de despistado, se cuela. Tampoco llega la sangre al río, porque en San Juan nada puede salir mal. De eso se encarga el dispositivo policial desplegado, también el de Cruz Roja, preparados desde primera hora de la noche para atender cientos de intoxicaciones etílicas, en mayor o menor medida. Y quemaduras. Muchas. También algunas peleas. Evidentemente, no todo es de color de rosa, como siempre que hay un consumo masivo de alcohol. No es la noche de San Juan el momento de plantearse si hay otra manera de divertirse (seguro que sí), y tampoco esta crónica el lugar adecuado.

«This is actually perfect!», exclama una estudiante Erasmus mientras fotografía una playa que se prepara para arder. Ellos, los extranjeros, diríamos que son casi mayoría en una fiesta con mucho predicamento en las comunidades latinas y de estudiantes Erasmus. Son las 21 horas y ja estem en Fa… digo, de fiesta. Hace un rato que se ha acabado toda la leña posible, aunque como si esto fuera una película de zombies y sus protagonistas buscaran la última comunidad con vida, se rumorea que «un poco más allá» aún queda. Y para allá que se van los grupos que buscan leña como el sediento en el desierto. El Ayuntamiento hace ya varios años que ha impedido el acceso de madera a la playa que no sea la que ellos reparten para asegurarse que la gente no quema palés o hasta muebles, lo que provocaba accidentes con clavos sueltos en la arena. Pero este año, dicen desde la propia empresa encargada, «se ha repartido la mitad de la mitad».

Conforme anochece, las sombras se alargan y el viento es más fresco. Ya no hay tantos torsos al aire. Se oye música, pero no se sabe de dónde. En Eugenia Viñes, un grupo de chavales trasvasa el alcohol de las botellas de vidrio a unas cantimploras. Las playas de Valencia ya viven su particular pérdida de la inocencia en la noche de las hogueras. Quienes llegan tarde se preguntan por qué hay tanta gente.

La previsión era de 100.000 personas en las playas urbanas. Uno de cada ocho vecinos de la ciudad estaba este viernes en las hogueras. Una mascletà un día de Fallas, para que nos entiendan. Sigamos ahora nuestro viaje por la segunda noche más ígnea del año en la ciudad más flamígera del mundo. Son las 23.03 horas. Jesús Carbonell, concejal delegado, por el momento, de Protección Ciudadana, acaba de decir que todo va bien y que hay «más de 100.000 personas en la playa». Las imágenes de los drones de las policías Local y Nacional no engañan: la cifra se ha quedado corta. Y no deja de venir gente. No están solo frente a los delfines: toda la playa es una amalgama inmensa de gente y fuego.

«Méndez es el único que tiene gente», dice un chaval que pasa acompañado de sus amigos. En la confianza de que Méndez no sea un asesino en serie que acumule cadáveres en la nevera sino, más bien, un chaval que ha encontrado a otro grupo, los agentes los observan divertidos mientras sobrevuelan la playa cuatro farolillos tailandeses. Los bomberos piden a la policía que actúe: depende de donde caigan pueden ser un problema.

Al cierre de esta edición, seis atendidos en Cruz Roja, los farolillos, unas playas a reventar y, claro, el misterio de Méndez son la única nota discordante de una noche que continúa con riadas de personas que discurren hacia los arenales, envueltos de humo, y la música caribeña de un nutrido grupo de personas que baila y celebra cerca de una bandera de Honduras. Lo que decíamos antes: en San Juan, parece que nada sale mal. O casi nada. Es ya medianoche cuando una chica enfila hacia la playa mientras grita: «Estoy nerviosa, no quiero conocer a tanta gente, no me ha dado tiempo ni de beber».

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