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El paso. Los turistas en su ruta hacia El Saler, cruzan el barrio por la pasarela. DAMIÁN TORRES

La Punta también se rebela contra Ribó

Con un autobús a la hora, un centro de salud al otro lado de las vías, sin comercios ni servicios básicos, la pedanía se queja de nuevo por el repunte de delincuencia y la prostitución

Mar Guadalajara

Valencia

Martes, 2 de noviembre 2021, 20:19

En la entrada a la Punta por calle de la Punta al Mar, las aceras son estrechas hasta para una sola persona. La parroquia de la Purísima Concepción recibe a los turistas que van de paso, todos en bicicleta, en su ruta hacia El Saler ... .

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«Aquí no hay nada, aquí la gente está de paso», dice Salva, un vecino que nació en La Punta y que recientemente se ha mudado al barrio vecino de Nazaret. «Quedan un par de bares que creo que los frecuentan los camioneros y poco más», dice arrugando el gesto. La Punta pierde casi 300 vecinos al año desde hace 20 y ese desapego, ese cansancio, se palpa en las conversaciones con los vecinos que aún lo habitan.

Salva señala la pasarela con barrotes de metal oxidados y explica lo deteriorada que está y el peligro que eso conlleva. La cruza para demostrarlo. Ese es el paso elevado para sortear las vías que dividen la pedanía en una de sus partes: La Punta está troceada en hasta cuatro porciones, la V-15 y las vías del tren las dejan bien marcadas. Esas marcas, son las que arrastran desde hace años sin que se ponga solución a los problemas de conexión con la ciudad, de transporte público ni de los accesos a la extensa zona.

En esta pedanía el tiempo parece relativo. No tiene la misma prisa el vecino que coge el autobús que el que usa la bici o el coche. Tampoco quien tiene que ir andando a la compra cuando el supermercado más cercano está a más de un kilómetro. Cada hora pasa el bus de la línea 15 que conecta esta pedanía con la ciudad. Por eso los vecinos están acostumbrados a esperar o a buscar alternativas. «Aquí quedaba una farmacia y cerró, ahora te tienes que ir al barrio de al lado», dice Boro, un vecino de la porción del barrio más cercana a Nazaret. «Y yo porque el médico no lo gasto casi», añade para después relatar la peripecia de los vecinos para llegar hasta el centro de salud, al otro lado de las vías.

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Al abandono, la despoblación y la escasez de servicios, llega un repunte de robos y prostitución. Detrás de la casa que construyeron los abuelos de Boro con vistas a la playa, se encuentran los restos del que para él es un oficio «respetable» como otro cualquiera «el más viejo del mundo». El domingo pasado había una cola de coches junto a la rotonda de la entrada a la pedanía, según explicó Boro. Los preservativos, los restos de papeles y plásticos se concentran detrás de esa casa que sigue mirando al mar. Aunque ahora lo tapen las grúas del puerto. «Esto ha ido de menos a menos y cada vez está más abandonado, lo último son los robos en las casas, mira las rejas que se ha puesto mi vecino», dice señalando la casa de al lado, con las mismas trazas y solera que la suya y frente a los campos de huerta que aún se trabajan.

Suciedad y abandono en La Punta. DAMIÁN TORRES

El éxodo de vecinos deja casas vacías y también afecta a los terrenos de huerta, que se dejan morir entre matorrales, que ya les han dado algún que otro susto. «Esto está hecho un desastre, no han limpiado en años, los campos van floreciendo y luego cualquier chispa hace fuego, y ya nos ha pasado más de una vez, algunos son intencionados», dice Carlos, que lleva las botas puestas y las manos manchadas de tierra.

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Confiesa que no es de La Punta, pero cultiva uno de los campos desde hace más de 30 años. «Tengo aquí el campo porque aquí los terrenos no cuestan nada, y siempre me ha gustado, ahora con la jubilación es mi pasatiempo. Si te quedas empotrado en el sofá, malamente». Para él hay mucho que hacer, de limpieza de las tierras, de fomento de la huerta, de recuperar las raíces de La Punta. «Al final esto se va a perder, nunca será un barrio normal, pero por eso, se debe cuidar».

La vida es tranquila a pesar de todo y están acostumbrados a los ocupas, a los delincuentes y hasta a la prostitución, pero lo que no soportan son las promesas incumplidas. Hace justo un año que el Ayuntamiento aprobó un plan integral de mejora de La Punta, pero no ha llegado nada. Por mucho que allí parezca que el tiempo sea relativo, los vecinos tienen que seguir adelante. Lo dice Boro: «Hace falta invertir, o qué quieren que sigamos estancados aquí mientras la ciudad crece».

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