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Valencia tiene 453 Bienes de Relevancia Local. Además, dispone de 91 Bienes de Interés Cultural (y otros cuatro inmateriales). La ciudad conforma un verdadero museo al aire libre. Debería mostrar su mejor cara en los grandes monumentos. Lo cierto es que un paseo por la urbe demuestra que el entorno de grandes edificios como el Mercado Central o la Estación del Norte han vivido tiempos más lustrosos mientras las estatuas y esculturas que deberían embellecer las calles de Valencia se convierten en ocasiones en lienzo para pintadas rodeadas de suciedad.
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«Este problema se da en casi toda la ciudad, pero sobre todo ocurre en el centro», dice María José Broseta, presidenta de la Federación de Asociaciones de Vecinos. Sirva como muestra el que es quizá el jardín más céntrico: el de la Cultura en la calle del Hospital. Construido por Guillermo Vázquez Consuegra en 2012, integra en el parque elementos de la vieja facultad de Medicina, incluida una estatua de Esculapio, dios romano de la medicina. Sin embargo, hoy en día es más bien un lugar oscuro y desapacible donde varias personas duermen por las noches y en el que los restos arqueológicos hallados cuando se derribó el Hospital General en 1974 que se ubicaron de forma ordenada junto al Museu Valencià de la Il·lustració i la Modernitat (MuVIM) se han convertido, de nuevo, en víctima de las pintadas. «Haz fotos, haz, que se vea, que esto es una vergüenza», indicaba esta semana una vecina que paseaba al perro por la zona (sin darse cuenta de que el animal orinaba contra la parte inferior de una de las columnas milenarias).
El decano del Colegio de Arquitectos de Valencia, Luis Sendra, es uno de los mayores conocedores del patrimonio de la ciudad. Cauto, en su papel de portavoz de todos los arquitectos de Valencia, Sendra explica que el cuidado de los edificios históricos es «una obligación de todos». «Si está protegido, los propietarios son las administraciones: si los dueños no los cuidan, la responsabilidad es suya», indica Sendra, que pone en valor que se están reformando «muchos edificios» en la ciudad. «Los poderes públicos tienen que dar ejemplo en sus propiedades. Es verdad que el dinero no da para todo y algunas cosas se quedan en un segundo plano», admite el decano, que da un tirón de orejas a la administración: «Hay muchos bienes públicos a la espera de un remozado importante». «En el Cabanyal el Ayuntamiento tiene muchas viviendas que no son todavía habitables», indica.
En este sentido se expresa Broseta, que cree que las administraciones «tendrían que agilizar los plazos» para cuidar los inmuebles públicos, incluidas muchas alquerías situadas a las afueras de la ciudad (curioso es el caso de la alquería de Gaspar Bono, situada junto al Botánico, que ciertamente ha vivido tiempos mejores). «La burocracia coarta una serie de libertades», indica Broseta. La máxima dirigente cree que una vez que «determinados temas» entran en el Ayuntamiento «se quedan abandonados mucho tiempo». «Se tendrían que agilizar este tipo de cosas sin dejar de cumplir la ley», asegura Broseta, que coincide con Sendra en que las administraciones podrían hacer mucho más.
Y es que el relato se monta solo. Hay una teoría urbanística que se conoce como teoría de las ventanas rotas. Nació en Estados Unidos en los años 90 e indica, en pocas palabras, que el vandalismo llama al vandalismo: quien ve una ventana rota (por ejemplo, en las naves de Demetrio Ribes del Parque Central, que suelen ser víctimas de estos ataques), se siente con la autoridad de romper otra. «Si a él no le ha pasado nada, seguro que a mí tampoco», sería el pensamiento. Sendra reconoce que si no recoges la basura, «la gente se piensa que donde la has dejado es un depósito de basura». En lo referente a las pintadas, reconoce cierto «efecto llamada en la degradación». «Si los grafitis ocupan espacios degradados se siguen degradando», comenta el decano de los arquitectos, que separa estas pintadas de la cultura urbana del 'street art'. «Es interesante pero tiene que estar más controlado», apunta. Algunos de los grandes murales del Carmen, en torno al mercado Mossén Sorell, están lejos de afear el barrio.
Al habla alguien que ha salido en todo el reportaje pero sin ser nombrada. Glòria Tello es concejala de Patrimonio Cultural de Valencia y al final a ella llegan buena parte de estas protestas. Las pintadas se retiran tras las diligencias policiales. «La limpieza se lleva a cabo en función de la gravedad y urgencia del caso; atendiendo a la disponibilidad económica del servicio», indica Tello. El Consistorio ha puesto en marcha cámaras de vigilancia que, por el momento, han evitado los ataques. «Esperemos que suponga un punto de inflexión en cuanto a la protección del patrimonio más preciado de nuestra ciudad», dijo la concejala.
Todos se llenan la boca hablando de los edificios y monumentos históricos de Valencia. A la hora de verdad, sin embargo, lo cierto es que buena parte de los enclaves más conocidos de la ciudad han vivido tiempos mejores. Palomas, pintadas, abandono... los enemigos son comunes. En esta batalla desigual, parece, necesitan todavía más defensa.
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Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
Patricia Cabezuelo | Valencia
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