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Los cuatro técnicos, delante del árbol recuperado. JL BORT
Los salvadores de árboles de Valencia

Los salvadores de árboles de Valencia

Expertos. Los técnicos municipales que han evitado la muerte del ficus envenenado en la plaza de España desvelan sus secretos: «Hay que saber leer al ejemplar»

Domingo, 25 de agosto 2024

De pie en la acera, los ojos perdidos en el árbol, casi parecen cuatro amigos que observan un ficus como otros quedan para ir a ver pájaros. En realidad, el espejismo dura hasta que escuchas un retazo de la conversación: «Hay que saber leer el árbol». En realidad, estos cuatro hombres de aspecto afable son los mayores expertos de la concejalía de Parques y Jardines del Ayuntamiento de Valencia en cuidado de árboles. Son verdaderos médicos botánicos, especialistas en la gestión de casi 150.000 árboles que depende del Ayuntamiento. Ignacio, Jose, Félix y Vicente han conseguido lo que en algunos momentos parecía un milagro («no éramos muy optimistas al principio», reconoce)n: han salvado, por el momento, el ficus de plaza de España que fue envenenado en abril en varias ocasiones.

No es que no tengan experiencia en tratar envenenamientos, pero sí en hacer frente a casos tan graves. «Alguna vez nos ha pasado que tiran lejía en un alcorque o que alguien que limpia una terraza vacía el cubo sobre las raíces de un árbol, pero como esto... nada», comenta Félix Martínez, jefe de sección de Gestión Integral del Árbol. El resto de salvadores de árboles, médicos especializados en los cuidados intensivos botánicos, son Ignacio Lacomba, jefe de servicio de Parques y Jardines; Jose Palomares, jefe de sección de mantenimiento de zona sur; y Vicente Lacruz, encargado de mantenimiento en la zona sur de la Sociedad de Agricultores de la Vega, adjudicataria de parte del control arbóreo de la ciudad.

Explican que el ficus fue atacado en varias ocasiones. Vicente señala los agujeros, perfectamente redondos, como elaborados «con una herramienta destinada a hacer agujeros». Puede parecer una obviedad, pero lo cierto es que la investigación forense del ataque, a la que se han entregado estos cuatro expertos, arroja que el uso de esa herramienta y, sobre todo, de un herbicida sistémico desvela que quien lo hizo «sabía perfectamente lo que hacía». «Es alguien que conoce a la perfección cómo matar un árbol», cuenta Palomares. Es como cuando creían que Jack el Destripador era cirujano porque los cortes eran perfectos. «Pero, ¿entonces esto lo ha hecho un botánico, un experto en plantas?», pregunto, con el convencimiento de que el culpable está dentro del campo de experiencia de estos cuatro hombres. Un 'inside job', un titular atractivo. Pero no. «No hace falta, son conocimientos básicos de gestión forestal. Los agricultores saben cómo deshacerse de las malas hierbas», explica Lacomba.

Raíces de varios metros

No es que el ficus fuera una mala hierba, por supuesto. Tampoco un árbol monumental, aunque sí está protegido, como el resto de ejemplares de la ciudad. Se trata de un árbol plantado aproximadamente en la década de 1970. «Las raíces deben de extenderse varios metros, unos 20», explica Lacruz, mientras Lacomba me lleva la contraria. «Es un árbol bastante adecuado para ciudades porque, aunque requiere espacio, no deja de crecer y su copa ofrece sombra y refresca el ambiente. Parece, eso sí, que algún desalmado no piensa lo mismo del ficus de plaza de España.

Pero tendrá que aguantarse porque parece que el árbol sobrevivirá. «Bueno... ha pasado a planta», comenta jocosamente Lacomba. Aun así, los técnicos (ingenieros forestales, doctores en biología) harán otra poda en otoño, entre octubre y noviembre. La intención con esa intervención es saber si las ramas que no tienen hojas todavía ahora están muertas del todo o pueden salir adelante. Porque desde lejos, cierto es, el ficus ha reverdecido. Ya no parece el árbol de la bruja. Pero desde cerca, y el ojo experto de los técnicos lo apunta con rapidez, se le ven las partes grises, aparentemente muertas. Al árbol le cuelgan lo que parecen ramas resecas que habría que cortar antes de que se pudrieran, pero nada más lejos de la realidad. Lacomba explica que esa es una de las últimas esperanzas del ficus: las raíces aéreas.

«El ficus lanza raíces al suelo para afianzar los cimales, las ramas principales, que en ocasiones pueden crecer paralelas al suelo, como ha pasado con el ficus de Fernando el Católico. Nosotros embolsamos esas raíces para facilitar que lleguen al suelo y se agarren», comenta. Asegura que también este otoño habrá que hacer una intervención en la plazoleta frente a la parroquia de San Vicente Mártir para ampliar el alcorque, así como emplear técnicas especializadas para comprobar el estado del tronco. Si el árbol ha pasado a planta tras estar en coma inducido durante meses («buscamos ralentizar su actividad para que se recuperara», cuentan), ahora se le harán resonancias y radiografías para saber si el tronco está hueco, lo que podría llevar a su abatimiento. Pero los salvadores de árboles son optimistas y sonríen al ver las hojas verdes de las ramas más altas. Ya han obrado un milagro. ¿Por qué no uno más?

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