Spook: el murciélago de Pinedo que nunca duerme
Viaje por la Ruta Destroy: capítulo 3 ·
La discoteca situada junto a The Face se hizo un hueco en la Ruta de mano del DJ Fran LenaersViaje por la Ruta Destroy: capítulo 3 ·
La discoteca situada junto a The Face se hizo un hueco en la Ruta de mano del DJ Fran LenaersSpook sobrevive. Como Chocolate, casi como Barraca. La vieja gloria de la Ruta Destroy permanece viva en Pinedo, pero cerrada fuera de las horas de apertura al público. Casi un búnquer, como hace treinta años, cuando quienes acudían de fiesta a la sala ... la recuerdan «como un cuadrado negro en el que únicamente había música». Por supuesto, no era lo único que había, como en toda la Ruta.
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Spook Factory abrió sus puertas en 1984 y desde muy pronto destacó por algo especial: el horario partido. Era 'tramposo', porque la discoteca no cerraba. Al amanecer, las luces se encendían y la música, pinchada en muchas ocasiones por el mítico DJ valenciano Fran Lenaers, enmudecía durante una media hora para volver a arrancar, como un barco en alta mar, hasta el puerto del mediodía, cuando cerraba de nuevo hasta la noche.
«Llegabas desde Valencia en un autobús. La entrada con consumición costaba unas 1.500 pesetas (unos 9 euros) y pasabas toda la noche. Era increíble», cuenta José Ramón, que acudió de fiesta a Spook durante los años 90 de forma «mucho más asidua de lo que me gustaría reconocer ahora».
¿Qué era Spook Factory? Una amalgama creada por un grupo de propietarios que conformaron la imagen actual de la sala, mucho más pensada de lo que podría parecer. De forma similar a Chocolate, Spook optó por una música mucho más oscura que las de otras discotecas, quizá más 'underground', que venía acorde con el nombre de la sala, que en inglés significa «fantasma» o «asustar», junto a la palabra inglesa para fábrica, que hacía referencia a una conocida discoteca de Manchester fundada en 1978. El logo de la discoteca era un murciélago, que le venía que ni pintado a una discoteca ubicada en Valencia.
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Respecto a la música, el nombre que tienen en la boca todos los que visitaron en algún momento Spook es Fran Lenaers. Quizá el DJ más importante de la Ruta Destroy, llegó a la discoteca de Pinedo en 1983 y estuvo en ella hasta 1988. Marcó un antes y un después gracias a un olfato especial para pinchar música que se pondría de moda más tarde. «El 90% de los discos eran o independientes, de compañías europeas o norteamericanas, o de jazz o experimental. Eran discos que no eran lo de las salas normales en el resto del mundo», explica.
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«En la Ruta se ponía mucho de la música que ponía yo, pero al principio era sobre todo alternativa. Poco a poco se fue haciendo más comercial y terminas buscando pequeñas compañías y haces bailar con temas especiales», relata Lenaers, que asegura que entre el 82 y el 86 empezó a pinchar lo que se llamó 'Electronic Body Music', EBM, que venía de Alemania.
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Este tipo de música se haría fuerte, además, en otras discotecas de la ruta, que con el paso del tiempo terminaron convirtiéndose en salas donde la música, como relata Joan M. Olaeque en 'Éxtasis', se sentía más con el cuerpo que con los oídos. El baile se convertía en una experiencia sensorial que iba más allá de la escucha: quienes iban a la Ruta se ayudaban para ello, y haríamos mal en obviar este aspecto en esta serie de reportajes, de determinadas drogas, sobre todo la mescalina. No era más común en Spook que en otras salas, pero haberla, hayla, como las meigas.
El local de Pinedo cerró sus puertas en 1996, cuando el declive de la Ruta empezó a ser tan evidente como inevitable. Sin embargo, como otras salas de la CV-500, reabrió más tarde, una vez que el ruido mediático (y real, porque la situación con los accidentes de tráfico y el consumo de drogas llegó a ser verdaderamente preocupante a principios de los años 90) se atenuó.
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Reabrió, de hecho, tras varios nombres, pero al final era imposible eliminar de la mente de los miles de valencianos que pasaron por ella la sensación de que entraban a Spook. De ahí que en 2005 la discoteca decidiera recuperar su antigua denominación, que ahora está presente en abanicos, camisetas o mecheros que se siguen vendiendo como mercadotecnia de la sala. El murciélago eterno permanece muy vivo y el búnquer casi impenetrable se abre los fines de semana a quienes quieren revisitar la fiesta que nunca muere.
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